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Wolf se encogió de hombros y pestañeó involuntariamente.

—Se nota, ¿verdad? Nací un poco miope, sabes. Si no hago ejercicios regularmente, sufro fatiga ocular. Haré una sesión completa con los bioprogramas… mañana por la mañana.

Larsen enarcó las cejas con escepticismo. Bey era famoso por sus «mañanas». Afirmaba que había heredado la sutileza y la astucia de su madre persa, junto con la tenacidad y la minuciosidad de su padre alemán. Pero su ascendencia persa también parecía haberle legado un don para la postergación. Bey juraba que en persa no había ninguna palabra que significara «mañana», sólo muchas palabras emparentadas, aunque ninguna con ese sentido de urgencia. Su tendencia a demorar las cosas no afectaba a su trabajo, en el cual era muy eficaz. Bey —de pelo oscuro y tez morena, altura y corpulencia medias— tenía una inquietante habilidad para pasar inadvertido en cualquier muchedumbre, un talento útil para un agente de investigación de la Oficina de Control de Formas.

Larsen cogió una hoja mecanografiada del escritorio y se la dio a Wolf.

—Aquí tienes. La declaración firmada y jurada de Luis Rad-Kato, el estudiante de medicina. Contiene toda la historia. Pone la hora, nos cuenta qué hizo, cita la identificación del hígado y muestra en qué parte de los bancos archivó sus datos.

Wolf cogió la hoja y le echó una ojeada.

—Supongo que ya la has cotejado con Datos Centrales para cerciorarte de que lo archivó tal como dijo.

—Desde luego. Lo hice en cuanto recibí su informe. Aún constaba en el archivo borrador. Te lo leeré de nuevo.

Pulsó el código de acceso y ambos esperaron mientras se realizaba la búsqueda.

La espera se prolongó. Al cabo de un minuto Larsen frunció el ceño, perplejo.

—No debería haber tanta demora. Cuando hice el último chequeo la respuesta fue casi instantánea. Quizá me equivoqué con el código de acceso.

Pulsó la tecla de interrupción y volvió a teclear el código. Esta vez parpadeó la luz de mensajes, y la pantalla dijo: CÓDIGO DE ACCESO NO CORRESPONDE A NINGÚN REGISTRO DE ARCHIVOS. COMPRUEBE REFERENCIA Y REINICIE.

—Maldición. No puede ser correcto, Bey. Usé el mismo código hace menos de una hora.

—Déjame intentarlo. Conozco los códigos de acceso de los supervisores de esa zona de almacenamiento central.

Wolf, mucho más familiarizado que Larsen con los ordenadores, se sentó a la consola. Tecleó, en lenguaje de control, los enunciados que le permitían el acceso al sistema operativo y empezó a examinar los archivos de almacenamiento. Al cabo de unos minutos congeló la imagen.

—Esa es la zona, John. ¡Mira qué mala suerte! El vaciado de datos muestra una disfunción de máquina en la sección de registros médicos, menos de una hora atrás. Se ha perdido todo un conjunto de registros… incluida la zona donde se almacenó el archivo que buscamos. Se borraron todos cuando falló el sistema.

El abatido Larsen meneó la cabeza.

—¡Qué accidente más inoportuno! Ahora será difícil hacer un seguimiento. Tendremos que llamar al Hospital Central y pedir un nuevo examen del trasplante de hígado. No les gustará, pero si buscamos al doctor Morris, del Departamento de Trasplantes, quizá nos arregle la situación.

—¿Esta noche?

—No —dijo Larsen, como disculpándose—. Hoy es imposible. Son casi las once, y Morris hace el turno de día. No podemos hacer nada hasta mañana. A lo sumo puedo llamar y dejar almacenada una solicitud para la mañana.

Se sentó ante el enlace de vídeo y se dispuso a llamar al hospital, pero se contuvo.

—A menos que desees ir allí por la mañana y cotejarlo personalmente… En realidad, eso sería más rápido.

Wolf se encogió de hombros.

—¿Por qué no? La noche está perdida de todos modos. Dejémoslo para mañana.

—Las probabilidades de perder así el registro que buscábamos debían de ser de un millón contra uno —dijo Larsen, aún queriendo disculparse.

—Más que eso, John. El disco borrador se copia a un archivo maestro poco después del acceso, así que siempre hay una copia de seguridad. El accidente debió de producirse antes de que pudieran obtener la copia para almacenamiento permanente. Nunca oí hablar de semejante cosa. Es una rareza. Mil millones de probabilidades contra una, quizás un billón contra una.

Estaba pensativo e insatisfecho cuando ambos se dirigieron hacia las atestadas calles.

—No he cenado y rompí una cita para seguir este asunto —dijo Larsen—. No he salido de la oficina desde que llegué esta mañana. ¿Qué hay de nuevo en las aceras móviles?

—Si hablas de mujeres, como de costumbre —dijo Wolf con aire divertido—, no me fijé demasiado cuando venía para aquí. Vi un par de tías nuevas esta tarde… parecían sacadas de la antigua Persia. Ojos fantásticos. Sería bueno que se pusieran de moda.

Se confundieron con los viandantes. Como la mayoría de los miembros de Control de Formas, Wolf y Larsen usaban formas simples, cercanas a las naturales. Tras años de adiestramiento en cambio de forma, reforzados por escalofriantes contactos con formas ilegales, el cambio de forma por placer o entretenimiento constituía una atracción dudosa para ellos. Sólo los tentaba experimentar una forma realmente extraña. Las máquinas de realimentación biológica de la Oficina de Control de Formas se usaban para el trabajo y la salud, casi nunca para la cosmética. Antes de acostarse, Bey trató su miopía con un programa propio, y resolvió someterse a un examen físico completo. Mañana.

3

La reunión había durado más de la hora programada. Eso ocurría a menudo. Cada año crecía la lista de solicitantes, y cada año el comité tenía que sopesar más factores para decidir las nuevas formas legales.

Robert Capman, presidente del comité, miró su reloj y llamó nuevamente al orden.

—Es tarde, damas y caballeros. Ésta debe ser nuestra decisión definitiva por hoy. Vean ustedes, por favor, la descripción de la vigésima petición. Intentaré resumirla, para acelerar el trámite.

»La forma básica es un mamífero acuático. También verán ustedes las catorce variaciones básicas que se solicitan en una petición simultánea. El creador de estas formas señala que una de estas variaciones tiene un promedio de vida mayor que 1, para mayor precisión, 1,02. Esto podría significar un par de años en el período de vida del usuario. La CEB ya ha anunciado que estaría dispuesta a manejar esta forma y sus variaciones como Programas Tipo 1, con plena certificación y garantía. Por favor, damas y caballeros, sus comentarios.

Capman hizo una pausa. Tenía un don —en parte instinto, en parte experiencia— que le permitía controlar totalmente el ritmo de la reunión. Hubo rumores en un extremo de la larga mesa.

—Sí, profesor Richter. ¿Algún comentario?

Richter se aclaró la garganta. Era un hombre flaco y atildado de pulcra barba negra.

—Una pregunta, sí. Veo que la forma básica se puede lograr con menos de doscientas horas de interacción de máquina. Sé que el principal cambio externo, aparte de la piel y los ojos, consiste sólo en la adición de agallas a la forma humana, pero me parece que ese tiempo de interacción es demasiado corto. Cuestiono la precisión del proceso.

Capman sonrió y asintió con un gesto de la cabeza.

—Una sagaz observación, Jacob. Yo pensé lo mismo al releer la petición.

Richter se sintió halagado por el comentario de Capman.

—Sin embargo —continuó Capman—, ahora creo que el enunciado es preciso. Este solicitante parece haber hecho un hallazgo muy novedoso. Como usted sabe, una forma suele ser más fácil de alcanzar cuando se corresponde con alguna otra que esté incluida en nuestra historia genética.

Richter asintió vigorosamente.