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—¿Qué estás sugiriendo, Bey?

—Tenemos que probar el mismo método aquí. Tenemos que rastrearlo a partir de las referencias indirectas… registros de otras personas que de alguna manera se refieran a él.

Green puso una expresión dubitativa.

—Sé a qué te refieres, Bey. Pero francamente, no sé cómo hacerlo. No soy un genio de la informática. ¿Cómo sabré quién puede tener una referencia a Capman o Ling en su archivo? En la FEU hay tres millones de personas. No puedo revisar tres millones de registros, pero me parece que eso estás sugiriendo.

—Hay otros modos, si sabes cómo manejar los mandos de clasificación y fusión. —Wolf titubeó—. ¿Puedes conseguirme un enlace directo con el Banco de Datos Permanentes de la FEU? ¿Desde aquí, en mi oficina? Bastaría con un enlace ROM, pues no me propongo tratar de alterar ningún archivo, sólo analizar lo que contienen.

—¿Por qué no? A fin de cuentas, hay un programa de cooperación entre las bases de datos de la FEU y la Tierra. A veces no funciona demasiado bien, pero esto no debería ser difícil.

—Si puedes arreglarlo, intentaré un análisis desde aquí. Si descubro algo, quizá no pueda hacer un seguimiento… pero tú podrías ayudarme, si estás dispuesto.

—Con gusto. Mi problema ha sido encontrar algo que seguir. Bey, averiguaré eso y te volveré a llamar. Mañana —añadió deprisa, reparando nuevamente en el pelo desaliñado y la cara somnolienta de Wolf.

—No. Llámame esta noche si obtienes la aprobación.

—De acuerdo. Pero necesito algo más… un código para cobrar el importe. El enlace será costoso. ¿Tienes presupuesto para cubrirlo?

—No hay problema —dijo Wolf. Tecleó un código de catorce dígitos para el banco de Ciudad Tycho—. Una de las virtudes de la Oficina de Control de Formas es que se pueden quedar sin papel higiénico pero nunca te regatean en el pago de enlaces. Por otra parte, si consigues el acceso pero no te dan acceso remoto, acepta. Si es preciso, viajaré hasta allá y trabajaré desde tu terminal. Aunque sería mejor hacerlo desde aquí, así podré vigilar a John.

Green asintió.

—Lo vi ayer, cuando lo entrevistaron en holovisión. Creo que se está divirtiendo. Tiene un aspecto extraño, pero eso no parece molestarle. Estaba en su tanque, y en el programa hubo también un par de filósofos indios. Se pusieron a debatir si John era humano. El los enredó con sus argumentaciones lógicas. Al final del programa usó los argumentos de ellos para llevarlos a la conclusión de que ellos no eran humanos.

—No lo vi, pero me lo imagino. No me gustaría entablar una discusión con él ahora… está más listo que nunca. Si todos los logianos tenían semejante equipo mental, es una suerte que ya no existan. Nos harían hacer lo que quisieran, y nos convencerían de que es en nuestro propio beneficio.

Wolf bostezó y se estiró placenteramente.

—Pero tienes razón, Park. John lo está disfrutando… Se sentía peor cuando no estábamos seguros de que se pudiera invertir el cambio.

—Ya lo creo. —Green extendió la mano para cortar la conexión—. En realidad, no me molestaría disponer de un dispositivo de memoria total con un incremento de la capacidad cerebral. Nunca sé lo que está pasando hoy en día. Con Dolmetsch en Ciudad Tycho, hay reuniones de consejo a todas horas. La noticia tarda un poco en llegar hasta mi nivel, pero tiene que haber problemas en alguna parte. Te llamaré en cuanto tenga la respuesta a tu pregunta… Eso no tardará más de un par de horas.

17

Cuatro años antes, Bey Wolf había jurado que una vez era suficiente, que nunca lo intentaría de nuevo. Ahora estaba otra vez en una situación parecida, aunque todavía más difícil. En vez de registrar la estructura de los archivos médicos del Hospital Central, trabajaba con los datos de toda la FEU. La base de datos de información planetaria era un laberinto, y él estaba en medio de ese laberinto buscando indicios de los trabajos anteriores de Karl Ling. El camino que seguía en los archivos volvía una y otra vez sobre sí mismo. Primero parecía conducir a algo prometedor, luego se agotaba o lo llevaba a un área restringida a la cual sólo tenían acceso los dirigentes de la FEU. Era un laberinto sin Ariadna.

Bey trabajaba empecinadamente desde su oficina de Control de Formas, entre catorce y dieciséis horas diarias. Tardó casi una semana en descubrir el olor de una pista, y otra en tener datos dignos de ese nombre. Cuando al fin acumuló sus datos y cortó la conexión con Ciudad Tycho, estaba preparado para comentarlo con John Larsen. Fue de vuelta al panel de visión que se conectaba con el hábitat logiano.

Larsen no estaba solo. María Sun estaba junto al panel, junto con otros tres técnicos de la CEB. María, después de la colaboración que había prestado en la modificación del tanque de Larsen cuando se había iniciado el cambio, sentía un interés personal en el progreso del caso. Pero ahora no estaba contenta. Se volvió exasperada hacia Wolf cuando él se acercó.

—Bey, danos tu opinión, por favor. ¿Quién será propietario de los derechos de los programas de cambio de forma que se usaron cuando John cambió? Quiero obtener todos los detalles, pero nadie me informa con quién hablar. En la CEB sólo oímos rumores e historias extravagantes sobre Karl Ling, y este monstruo no me cuenta nada.

Bey miró por el panel el cuarto donde Larsen estaba cómodamente sentado en una silla especial, adaptada para una criatura de rodilla doble. Saludó a Bey con un cabeceo que sin duda era la versión logiana de una sonrisa irónica.

Wolf no pudo resistirse a guiñarle el ojo. Esperó que la gente de la CEB no lo hubiera visto.

—Es sólo una opinión, María —dijo—, pero yo diría que John mismo es el propietario de los derechos, a falta de otra posibilidad. Él y Karl Ling son los únicos que conocen toda la historia de los programas que usaron, y si quieres encontrar a Ling, te deseo suerte. Yo lo estoy intentando desde hace un mes. No es fácil. Quiero hablar con John sobre eso.

María Sun se apartó del panel y meneó la cabeza con disgusto.

—Regresaré luego, cuando hayáis terminado. —Miró de nuevo a Larsen—. Según los datos que he visto, el promedio de vida de esa forma es de más de tres. Estoy realmente interesada en su cuerpo.

—Debiste haber’o aprovechado cuando tenías ’a oportunidad —dijo Larsen.

Ella lo fulminó con la mirada.

—No sé cuan divertido es adoptar la forma logiana, pero él… —señaló el tanque con el pulgar— no parece tener prisa por dejarla. Si es cómoda, y si de veras te deja vivir tanto, muchas personas tendrán interés, aunque tengan que vivir en un tanque. Los muchachos de la CEB ya están hablando de construir más tanques grandes. Podría ser lo más interesante del presupuesto de investigación del año próximo.

De nuevo le frunció el ceño a Larsen. Él alzó su gran brazo y lo agitó sin hablar. María se largó seguida por sus tres acompañantes.

—Vo’verá —dijo Larsen en cuanto ella se fue—. María nunca desiste cuando se trata de una forma nueva.

—Lo sé —respondió Bey, acercando una silla al panel de observación—. Sé gentil con tu amiga, John. Ella hizo más que nadie para ayudarte cuando empezaron los cambios, más de lo que yo podría hacer. Bien, hablemos de negocios. Esto nos hará recordar viejos tiempos: rastrear a Robert Capman por los bancos de datos.

—Excepto que esta vez, Bey, me propongo entender qué estás haciendo, ’a ú’tima vez fue un misterio para mí. En estas semanas tuve ’a oportunidad de mirar e’ sistema informático, y sospecho que por primera vez en mi vida he captado p’enamente ’os conceptos. —Larsen se frotó el nudoso pelo de su cabeza redondeada con una protuberancia huesuda que sobresalía de la segunda articulación del miembro superior izquierdo—. Aunque espero que esta vez no quieras arrastrarme por ’a Ciudad Vieja. Me costaría cargar con mi equipo de soporte vita’.