—Sabemos que las cosas andan mal. Los noticiarios que oímos por el camino estaban llenos de embustes. —Las cuatro décimas de segundo de demora entre Perla y Estación Cara Oculta decrecían a medida que la nave se acercaba a la Luna—. De todos modos, Betha no puede aterrizar en la Tierra. No está preparada para eso.
—¿Cuál es el problema? —preguntó Alfeo—. ¿Necesita un traje especial? Os pueden enviar uno desde las Colonias de Libración si estáis dispuestos a esperar un día. ¿Pero dónde está Betha? —Miró atentamente la pantalla—. Sólo recibimos tu imagen, Park.
—Necesitaría un traje especial, ya lo creo —dijo Mestel—. Pero os garantizo que no habrá ninguno que me quede bien. ¿Cómo anda ese circuito con Dolmetsch? ¿Ya lo tenéis?
Alfeo miró los datos del ordenador.
—Sabemos dónde está ahora. Está en la Tierra, en una reunión de los coordinadores generales. No tengo los códigos de prioridad que me permitirían interrumpir una de esas sesiones. Puedo enviarle un mensaje breve, y eso es todo. No tengo modo de daros una comunicación bidireccional a menos que él desee iniciarla desde allí.
—Correcto. Envíale este mensaje —dijo la voz invisible—. Es bastante breve. Dile que habla Proyecto Pez Con Pulmones, Fase Dos.
—Proyecto Pez Con Pulmones —dijo Tem, estableciendo una segunda conexión—. De acuerdo. ¿Pero cuál es el mensaje?
—Eso es todo lo que necesitáis. Acudirá al circuito deprisa, a menos que se desmaye de sorpresa.
—¿Pero quién eres? —insistió Tem, sin poder contener la curiosidad—. ¿Ni siquiera quieres dar el nombre? ¿Sois amigos?
—Fuimos amigos mucho antes de que a vosotros dos os salieran los dientes. Pero hace tiempo que no lo veo, y he cambiado un poco. Si podéis enviarle un vídeo con el mensaje, mostradle una imagen de Perla. No tiene sentido mandarle esta señal de vídeo.
—¿Darle una imagen de la nave? —preguntó dubitativamente Alteo—. No se parece a ninguna nave del registro. Creía conocer todos los tipos, pero no hay nada que tenga vuestra forma y tamaño. ¿Qué unidades de propulsión tenéis? Deben ser especiales.
—Son núcleos energéticos —dijo Park Green—, con alimentación de plasma McAndrew. Es similar a la de los cargueros de Titán, pero todo el ensamblaje es interno en vez de externo. Perla empezó como una formación natural. Fue un asteroide del Cúmulo Egipcio.
Los dos hombres de Cara Oculta miraron de nuevo la imagen de la pantalla, luego se miraron entre sí.
—Supongo que eso tiene sentido —dijo Tem Grad—. En tal caso, Alfeo, constaría en la lista de cuerpos naturales, no en Lloyd’s. Aun así, nunca vi un asteroide con ese aspecto. —Se volvió hacia la pantalla—. Tendríais que haber solicitado una reclasificación, tal como se hizo cuando pusieron propulsores en Icaro para la cuchara solar. Tu clasificación actual sería la de pasajero interplanetario.
—No creas —dijo Betha Mestel—. Por lo pronto, hay un solo pasajero… yo soy tripulante. Además, en cuanto me comunique con el viejo Laszlo y me asegure de que actuará siguiendo nuestras indicaciones, la situación de Perla cambiará de nuevo. Será interestelar, no interplanetaria.
—¿Qué diablos es todo esto? —interrumpió una voz impaciente en el nuevo circuito—. Si es una broma, tendrán ustedes que responder ante los coordinadores generales. ¿Quién envió ese mensaje sobre Proyecto Pez Con Pulmones?
Alfeo se volvió nerviosamente hacia la pantalla donde estaba la furiosa cara de Dolmetsch.
—Habla Estación Cara Oculta, señor. Tenemos un enlace de vídeo directo con Perla, ex asteroide del Cúmulo Egipcio, y ahora nave interplanetaria. Mejor dicho, interestelar. —Se sofocó un poco al decir las palabras y miró hacia la otra pantalla en busca de apoyo moral—. Solicitaron un enlace prioritario con la oficina de los coordinadores generales y pidieron que le enviáramos a usted ese mensaje.
Había una pausa perceptible mientras los mensajes iban desde Cara Oculta, a través de un relé lunar de órbita baja, hasta la Tierra, por intermedio del relé L-5, y luego volvían por el mismo camino. Dolmetsch puso una cara digna de verse cuando vio la reluciente esfera en la pantalla. Expresó confusión, alarma y al fin excitación.
—¿Es Betha? —exclamó—. ¿Dónde estás? La imagen que recibo no puede estar en el Cúmulo, es demasiado nítida.
—Me mudé, Laszlo. Planeábamos hacerlo dentro de un par de años, pero tuvimos que adelantarnos. Te imaginarás por qué: la situación de la Tierra, con el colapso económico y los cambios logianos de John Larsen. En este momento Perla vuela alrededor de la Luna, y la dirijo a una órbita terrestre baja.
Dolmetsch cabeceó melancólicamente. Con su gran nariz ganchuda, parecía un ave de presa lista para lanzarse sobre su víctima.
—Tienes razón en cuanto a la situación de aquí —suspiró—. Está empeorando a cada momento. Incluso hemos desistido de mantenerla en secreto. Estamos utilizando todas las correcciones empíricas que conozco, pero es como un montoncito de arena contra una marejada. ¿Está Robert allí?
—No. Ya ha iniciado su otra misión. Mira, Laszlo, sabes que no puedo viajar a la Tierra. Todos los cambios aún van bien, y estoy iniciando la Fase Dos. Hemos escogido una estrella. No puedo acercarme a una superficie planetaria con esta forma. Pero Robert y yo entendemos que mi aspecto podría ser el único modo de persuadirte de que actúes de acuerdo con la información que queremos darte.
—¿Quién es Robert? —le preguntó Alfeo a Tem en voz baja—. ¿No me decías, hace unas horas, que nada interesante ocurre cuando montas guardia en Cara Oculta?
—Sube y adopta nuestra órbita —continuó Betha Mestel—. Luego entra en Perla. Trae contigo a los coordinadores generales, tantos como quieras. Habrá que persuadirlos aún más que a ti. El hombre que está conmigo, Park Green, regresará a la Tierra contigo. Tiene todos los materiales que Robert dejó aquí… y llevará consigo la teoría general de la estabilización.
Dolmetsch hizo una pausa más larga de lo habitual. Cuando habló, su voz sonaba cauta y recelosa.
—Betha, nos conocemos desde hace mucho tiempo para mentirnos, pero creo que puedes estar en un gran error. Sabes con cuánto empeño hemos buscado una teoría general. Te lo he dicho muchas veces, pero lo repetiré. El trabajo que he realizado ha sido innegablemente útil, pero a lo sumo he sido un Kepler o un Paraday. Aún estamos esperando al Newton o al Maxwell que integre todos mis datos empíricos con algunas explicaciones fundamentales, leyes matemáticas que lo correlacionen todo. Ahora me dices que la tenemos, justo cuando más la necesitamos. Me cuesta aceptar tamaña coincidencia. ¿Me estás diciendo que ese individuo, Green, elaboró la teoría general de buenas a primeras?
—No. Él no es un teórico de la economía. Ni siquiera conoce lo más elemental. Laszlo, en los últimos dos meses aprendí algo, y tú también tendrás que aprenderlo. En el sistema solar hay ahora un intelecto en comparación con el cual Robert y tú sois dos chiquillos. A partir de lo que ya sabía de tu trabajo, vio cómo pasar a las leyes subyacentes. Tardó sólo unas semanas en hacerlo.
—¡Semanas! —exclamó Dolmetsch, aún más escéptico—. Y nosotros hemos trabajado en ello durante años… Me gustaría conocer a tu superhombre. Y quiero ver esa teoría, en detalle, antes de aceptarla o utilizarla.
—Ya lo conoces, pero ahora no podrás verlo. Te mostraré la teoría cuando vengas aquí. Llega al extremo de definir el conjunto de medidas correctivas que necesitas para detener las oscilaciones económicas.