Bey asintió.
.—Era viejo. De cuando usted era adolescente.
—Eso servirá. ¿Notó usted alguna peculiaridad?
—¿Bromea? Como bien sabe, era similar al mío… más similar de lo que yo habría creído posible. En cierto modo me pareció muy alentador. Usted tenía puntajes bajos en los mismos ítems que yo… inteligencia por ejemplo. Hasta ver su perfil, el mío siempre me preocupó un poco.
—Ninguno de nosotros encaja bien en los gráficos estándar—
—Dijo Capman, cabeceando con la sonrisa logiana—. Dudo que encaje en ellos con esta forma. Pero nosotros somos un poco diferentes… no mucho, pero lo suficiente como para despertarme la preocupación de que personas como nosotros no aprueben los tests de humanidad. Le interesará saber que usted aprobó apenas. Bien, en este momento es irrelevante. La escasez de gente, aun de gente como nosotros, no es el gran problema actual de la Tierra. Iré al grano. Lo traje aquí para ofrecerle una elección. Es una elección que no ofrecería a nadie más. En este caso puedo hacerlo sólo porque tenemos esa curiosa afinidad mental. Ambas alternativas exigen cierto autosacrificio.
Bey empezó a sentir cierta tensión, una sospecha que afloraba desde la base del cerebro.
—Adoptar la forma logiana y explorar Saturno…
Capman asintió.
—¿O bien?
—¿Regresar a la Tierra y seguir trabajando en el control de cambios de forma? Laszlo Dolmetsch y los demás necesitan consejos de alguien que conozca de veras la teoría. Si escojo Saturno, usted regresará a la Tierra.
—Correcto. Si usted opta por quedarse aquí, yo tomaré prestada su apariencia externa e iré a la Tierra. Uno de ambos tiene que estar allí. Nadie cuestionaría el regreso de Behrooz Wolf, ni su conocimiento del cambio de forma.
—Ha de ser obvio para usted que yo preferiría quedarme aquí. Las ventajas mentales de la forma logiana bastan para impulsarme a escoger esa alternativa.
—Lo sé —suspiró Capman—. Es innegable. Sólo puedo decirle que el regreso a la Tierra, con todos sus problemas, no sería definitivo. Cuando los problemas de la Tierra disminuyan, o ya no tengan remedio, o cuando usted encuentre y adiestre a un sucesor, el experimento de Saturno aún seguirá en pie. Habrá otro trabajo que hacer: Betha fue la primera de la serie Pez Con Pulmones, no la última. La decisión es de usted. Yo estoy preparado para cualquiera de ambos papeles.
—¿Cuánto más lejos se puede llevar el cambio de forma? Betha Mestel sugiere que estamos sólo en el comienzo.
—Así es. —Capman agachó la cabeza—. Empiezo a sospechar que la frontera que imponemos entre lo animado y lo inanimado es artificial. Si eso es cierto, el cambio de forma no tiene límite. Podemos concebir un ser consciente y racional grande como un planeta, o grande como una estrella. Debería tener una mezcla de componentes orgánicos e inorgánicos, tal como Betha; pero eso no presenta problemas lógicos. Tengo una pregunta más fundamentaclass="underline" ¿hasta qué punto el resultado dejaría de ser humano? Si nuestros tests de humanidad son válidos, toda combinación entre un humano, un alienígena y una máquina que pueda lograr el cambio de forma deliberado se debe considerar humano. Hay definiciones peores. Dígame, ¿ha tomado una decisión?
Bey calló varios minutos, mirando el nublado rostro de Saturno.
—Dígame —dijo al fin—, ¿recuerda cuando estábamos en la Cúpula del Placer, esperando que decidieran si nos dejarían hablar con las personas a cargo de las operaciones de cambio de forma?
—Lo recuerdo muy bien. ¿Por qué lo pregunta?
—Poco antes de que nos mostraran a Newton en el jardín de Woolsthorpe, hubo una escena de una cámara de torturas. Si la Reina de las Nieves dijo la verdad, esa escena mostraba algo que uno de nosotros quería. ¿Convendría usted en que éramos la víctima, no el torturador?
—Eso creo.
—¿Y quién era la víctima, Behrooz Wolf o Robert Capman?
Capman suspiró.
—Yo también me lo he preguntado. No creo que la máquina pudiera captar un interés que no fuera común a ambos. Ambos fuimos la víctima.
Bey asintió con fervor. El silencio se prolongó mientras el humano y el logiano observaban las pardas y carmesíes cabezas de tormenta del planeta arreciando y chocando bajo las naves.
EPILOGO
24
No podía ocurrir de nuevo, pero ocurrió. Tem Grad y Alfeo Masti fueron escogidos para montar guardia en Cara Oculta. Los dos hombres aterrizaron cerca del grupo de cúpulas con el vehículo que los había llevado desde Cara Visible. Caminaron despacio hasta la entrada principal. Entraron y miraron alrededor con abatimiento.
—¿Sabes cuál es el problema, Tem? —dijo Alfeo, atravesando la sala principal para dirigirse al dormitorio—. Este horrendo lugar empieza a parecerme un hogar. Otros dos turnos de trabajo aquí y tendré miedo de regresar a Cara Visible.
—Lo sé. —Tem echó su maletín en la litera y le dio una palmada—. Bien, esta vez estoy preparado para cualquier cosa. Traje una lista de objetos naturales para complementar el registro de Lloyd’s. Si alguien le pone un motor a Júpiter y lo trae hasta aquí, podré identificarlo.
—Ahí llega tu oportunidad —dijo Alfeo—. ¿Ves el monitor de comunicaciones de la sala principal? Alguien trata de llamarnos. ¿Quieres recibirla?
Grad corrió hasta la sala de comunicaciones y estuvo allí unos minutos. Cuando regresó parecía desconcertado.
—¿Júpiter? —preguntó Alfeo.
—No tuve esa suerte. Era una nave estándar. Pero venía de un largo viaje. Volaba desde la órbita de Saturno. Era una de las naves de la flota Melford, y solicitaba una órbita de aproximación a la Tierra.
—Parece bastante rutinario. ¿Por qué frunces el ceño?
—Hay una cosa que no he entendido. No en la nave, sino en el piloto. Después de recibir la identificación de la nave, le pedí su identificación personal para nuestros registros.
—¿Era alguien especial?
—No, nunca oí hablar de él. Pero el modo de decirlo parecía una broma.
—Tú nunca tuviste un gran sentido del humor, Tem. ¿Parecía contento?
—En absoluto. Parecía triste, en todo caso.
—¿Pero qué te ha dicho?
—Ha dicho: «Aquí el verdadero Behrooz Wolf, regresando a su puesto en la Tierra.»
PRESENTACIÓN
PROTEO es el sexto libro de Charles Sheffield que publicamos. Y no será el último.
Ya he mencionado en presentaciones anteriores que estoy completamente de acuerdo con la que hoy es una opinión generalizada: la obra de Charles Sheffield representa la mejor continuación posible de la ciencia ficción más clásica, esa que supo llegar con mayor facilidad al gran público y que está magistralmente representada por la obra de Isaac Asimov, Arthur C. Clarke y Robert A. Heinlein. Un grupo de autores al que, ajuicio de muchos comentaristas y expertos, cabe incorporar a Charles Sheffield.
Tal y como señala Analog, la prestigiosa revista que suele considerarse la depositaría de las esencias de la ciencia ficción más clásica:
Charles Sheffield es uno de nuestros destacados escritores de ciencia ficción hard. A veces extiende sus alas con tal amplitud que puede ser comparado a soñadores cósmicos como Stapledon. Más a menudo se acomoda confortablemente en la misma estantería que Clarke, Asimov y Heinlein.