– Todo se reduce a lo mismo, Baldy -dijo Tracy-. Se reduce a la pregunta de si el asesinato puede o no ser una diversión. ¿Tú qué opinas?
– Opino que estás chiflado.
Tracy agitó la mano ligeramente, y estuvo a punto de darle a su copa.
– Eso es completamente irrelevante y no viene al caso. Y el caso sigue siendo: ¿Puede el asesinato ser una diversión?
– ¿Te refieres a asesinar a alguien o a que te asesinen?
– Ah -dijo Tracy-. He ahí la cuestión. Baldy, con tu certera precisión has puesto tu gordo dedito en el quid de la cuestión. Para una mente normal, el ser asesinado y el cometer un asesinato no tienen nada de agradable.
– Pero para un tipo como tú es distinto, ¿no? Tracy frunció el ceño y repuso:
– Baldy, no te lo estás tomando en serio. Te aseguro, con beoda dignidad, que tengo una mente sana. Tengo un certificado que lo prueba. ¿Y tú?
– Pues yo no. ¿Y qué?
– Pues que volvemos a nuestra cuestión. La respuesta es que ninguna de las dos cosas. Quiero decir, que no es divertido matar ni que te maten. Pero el asesinato puede ser divertido. Pregúntame cómo.
– ¿Por qué debo hacerlo?
– Porque, si lo haces, te invitaré a ti y me invitaré a mí a una copa.
Baldy sirvió los dos tragos y marcó la venta en la caja.
– Skoal! -dijo.
Y bebieron.
– De acuerdo, adelante -dijo Tracy.
– ¿Adelante qué?
– Pregúntame cómo.
– Vale. ¿Cómo?
– Si me invitas a una copa -dijo Tracy-, te lo cuento.
Baldy sacudió la cabeza con aire triste, pero no se negó. Sirvió las copas.
– Prosit! -exclamó Tracy. Y bebieron.
– Y ahora te lo contaré -dijo Tracy-. El asesinato puede ser divertido sólo cuando se lo contempla de forma abstracta, como ejercicio intelectual. Vamos a ver, Baldy, ¿por que son tan populares las historias de detectives?
– ¿Porque la gente las lee?
– Y la gente las lee porque le gustan. Porque el asesinato puede ser divertido…, si se trata de un asesinato de ficción y no de un asesinato real. Si te compraras una historia de detectives y en ella no hubiera un asesinato, la tirarías a la basura.
– Yo no leo libros. Pero, en una ocasión, un tipo intentó asesinarme -adujo Baldy.
– Está muy bien -dijo Tracy-, pero es irrelevante. Lo que yo quiero saber es si escuchas la radio.
– Claro.
– ¿Qué programas te gustan más?
– Los de crímenes. Como Los cazapandillas y…
– Baldy, eres justo el tipo que buscaba. Cuando hayas escuchado lo que voy a decirte y me comentes lo que opinas.
Del bolsillo interior de la chaqueta sacó un manuscrito doblado, y lo sostuvo de modo tal que Baldy pudiera leer la carátula. Decía así:
EL ASESINATO COMO DIVERSIÓN
Serie de guiones de quince minutos, en la que se representan crímenes de ficción
completos, con pistas que se proporcionan al oyente para que pueda resolverlos…
– Baldy, pongámonos serios y seamos sobrios -sugirió Tracy-. Quiero tu sincera opinión sobre esto. Escuchas programas de radio sobre crímenes; ¿qué te parece éste? No será muy distinto de algunos que se transmiten ahora mismo, pero tendrá una diferencia y ya mismo vamos a analizarla. Comenzamos con el locutor, que dice…
Hojeó el manuscrito hasta llegar a la segunda página.
– …con el locutor que dice: «El asesinato como diversión. Evidentemente, no nos referimos a asesinato reales, sino a unos crímenes ideados para poner prueba su ingenio como detec…»
– ¿Qué quiere decir ingenio?
– Gracias -dijo Tracy-. Cambiaremos esa palabra. Es exactamente la cosa que quería saber. Nunca se me había ocurrido. «…Para poner a prueba sus habilidades como detective. La interpretación que escucharán dentro de unos instantes contiene todas las pistas necesarias para que un investigador -como quizá le guste usted imaginarse a sí mismo- resuelva el crimen. Escuche atentamente y luego decida quién es el culpable. No se limite a adivinarlo. Las pistas están ahí, si usted es lo bastante listo como para dar con ellas. El caso de hoy se titula…»
Tracy levantó la vista y añadió:
– Y a continuación el locutor dice cómo se titula el caso y después viene un corte para dar paso a la publicidad de nuestro patrocinador, Dios lo benmaldiga, y…, ¿sabes qué significa «benmaldiga»?
– ¿Eh? No.
– Es una yuxtaposición de «bendiga» y «maldiga» inventada especialmente para los patrocinadores. ¿Sabes qué significa «yuxtaposición»?
– Ni idea.
– Entonces, ¿por qué deberías saberlo? En fin, después del anuncio viene una fanfarria, y pasamos al Caso del Crimen Rimbombante, o como se llame. ¿Todo bien? ¿Me sigues?
– A mí me suena bien -repuso Baldy-, pero dime una cosa, ¿por qué no quitas el anuncio? ¿Los programas de radio no estarían mejor sin anuncios?
– Baldy, es una idea brillante. Espero que sea sintomática del despertar de la mente de América. En fin, cuando consiga un patrocinador, se la expondré. Le citaré tus palabras y le diré que lo invitarás a una copa a condición de que quite los anuncios.
»Pero volvamos al programa, Baldy. Hemos superado con éxito la barrera del primer anuncio, y entramos en el cuerpo del programa; y aquí es donde habrá una ligera diferencia en el tratamiento. Lo haré divertido, lleno de diálogos chispeantes en el límite de la farsa, introduciré el personaje de un detective torpe y que no puede resolver los crímenes, y por eso debo dejar que el oyente se encargue de ello.
»El hombre no pescará una sola de las pistas que le proporcione, y en el caso de que llegue a arrestar a alguien, no será la persona indicada y lo hará por motivos erróneos. Espero que sea una buena comedia, lo bastante buena como para hacer honor al título del programa El asesinato como diversión…, y, al mismo tiempo, espero que proporcione las pistas necesarias que permitan llevar a cabo un ejercicio intelectual a aquellos oyentes cuyas mentes funcionen de ese modo. Debido a esta combinación de factores, no se parecerá a ningún otro programa que se haya puesto en antena. En fin, que combina las características de diversos tipos de programas que se transmiten en estos momentos. ¿Me sigues, Baldy?
– Claro. Pero, ¿cómo sabe el oyente si ha acertado quién ha cometido el crimen?
– Eso viene al final del programa, después de otro anuncio. El locutor original vuelve a oírse cuando el locutor publicitario termina con su parte, y presenta la solución, explica cuáles eran las pistas, por si alguien no las ha descubierto. ¿Qué tal?
– Está bien. El asesinato como diversión, ¿eh? ¿A qué hora lo hacen?
Tracy suspiró.
– Tengo los borradores de algunos guiones. Me hacen falta por lo menos una docena, antes de poder hablar con nadie de mi proyecto.
– Pues acabas de hablar conmigo de él.
– No seas burro, Baldy. Me refiero a antes de que pueda hablar del proyecto con alguien de la emisora, o con un posible patrocinador. Lo más probable es que tenga que seguir reteniéndolo durante un tiempo y…, bueno, olvídalo. ¿Y nuestras copas?
Baldy las sirvió. Y luego dijo:
– Bromeaba cuando te pregunté a qué hora lo hacían. Oye, Tracy, ¿no me contaste una vez que trabajabas para un tipo llamado Dineen, que era el director de programas de la «KRBY» o algo por el estilo? ¿No es el mismo al que se cargó un tipo disfrazado de Papa Noel?
Tracy asintió.
– Oye, ¿por qué no usas la idea que usó ese tipo para cargarse a Dineen? Es la idea más genial que he oído en mi vida. Mira que caminar por Broadway a plena luz del día, disfrazado hasta las pestañas, y que no te pesquen. ¿No sería una idea estupenda para que la metieras en uno de tus programas?