Выбрать главу

– Eso parece. -Pensé en su padre, que necesitaba dinero, y en el maletín que Melford tenía en el maletero. Para la universidad solo necesitaba treinta mil, y había ahorrado bastante. Lo que significaba que me sobraba un montón-. ¿Eres muy estricta en cuestiones de ética cuando se trata de dinero? -le pregunté.

– No mucho -dijo ella.

– Bien.

Le pasé la mano por el hombro, la acerqué a mí y aspiré el maravilloso aroma de su pelo.

– ¿Tienes hambre? -me preguntó ella.

Yo analicé mis sistemas, como un robot. Tardé un momento, pero sí, me di cuenta de que tenía hambre.

– Mucha -dije.

– Entonces quizá sea el momento de comer una hamburguesa.

– ¿La oferta sigue en pie?

Chitra me sonrió.

– Tal vez. Tú cómete la hamburguesa y luego te lo digo.

Su sonrisa era tan maravillosamente picara que sentí que las rodillas me flaqueaban. Había vivido y visto tantas cosas… Había estado a punto de morir de la forma más espantosa posible. Había visto a los cerdos comerse vivo a un hombre. En mi vida me había sentido más vivo.

– Es tentador -dije-. Es difícil decir si serás capaz de defender tus principios hasta que te enfrentas a la tentación.

– Pues ahora la tentación te está poniendo a prueba -dijo ella-. Y estoy deseando saber qué pasa.

Lo pensé un minuto. Puede que dos. Y luego le contesté.

Agradecimientos

Más que con mis anteriores novelas, he confiado en el consejo de lectores atentos e inteligentes. Estoy en deuda con Sophia Hollander, Jim Jopling, Mark Haskell Smith, Tammar Stein y Billy Taylor por el tiempo, la atención, la paciencia, el ánimo y las excelentes sugerencias que me han dedicado.

Mucha gente me ha ayudado en mis investigaciones para escribir la novela, así que estoy sinceramente agradecido a todos los que me han brindado su tiempo y energía: Jim Leljedal, del departamento del sheriff del condado de Broward; Joe Haptas e Ingrid Newkirk, de People for the Ethical Treatment of the Animals; el extraordinario Don Barnes, activista del movimiento por los derechos de los animales; Jimmy, el enviado de SHAC (Stop Huntingdom And Cruelty), cuyo apellido desconozco; y los liberadores de animales, con quienes mantuve correspondencia porque están cumpliendo condena y cuyos nombres no citaré porque así me lo han pedido. Aunque los derechos de los animales siempre han sido el tema central de la novela, en sus inicios contaba una historia muy diferente; doy por tanto las gracias a aquellos que me ayudaron a reunir el material necesario para el proyecto inicial, aunque no haya llegado a utilizarlo: Michael L. Wiederhold, del Health Science Center de la Universidad de Texas; y Jon Ronson, autor del increíble The Adventures with Extremists. Uno de estos días escribiré una novela sobre el grupo Bilderberg.

Una vez más, debo dar las gracias a la incomparable Liz Darhansoff por su esfuerzo y su apoyo incansable. De no ser por ella no sé dónde estaría, pero seguramente sería un sitio muy feo. Asimismo, al supereditor Jonathan Karp, cuyo consejo, guía, amistad y amplitud de miras han ayudado a hacer posible este libro. Y, dado que tengo la suerte de vivir en un universo paralelo en el que un autor tiene el mismo y extraordinario publicista para todos sus libros, debo dar las gracias sobre el papel a Sally «la Marvinator» Marvin.

***