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No pude menos que sonreír. Mistral y Abe alzaron sus cabezas al cielo, como si agradecieran la llegada de un cálido sol.

Cuando la última y dulce nota cayó desde el aire, Andais empezó a retroceder, apoyándose en el trozo de pared que todavía quedaba sumido en la oscuridad, como si el regreso de la magia no tuviera que ver con ella.

– Harás de la Corte Oscura una pálida imitación de la Corte de la Luz que gobierna tu tío, Meredith. Llenarás la oscuridad que es nuestra vida con luz y música, y moriremos como pueblo.

– Una vez hubo muchas cortes -dijo Abeloec-. Unas eran oscuras, otras luminosas, pero todas estaban formadas por hadas y duendes. No nos dividíamos en buenos y malos como los cristianos hacen con su religión. Éramos todos por igual, como lo que somos.

Andais no se molestó en responder. En cambio, simplemente dijo…

– Has traído la vida a los jardines muertos. No intentaré burlar mi promesa. Ven al Vestíbulo de la Muerte y salva a la gente de Nerys si puedes. Trae esa brillante magia Luminosa al otro corazón de la Corte Oscura y veamos si sobrevive.

Y con esto, se fue.

Esperamos unos cuantos latidos de corazón; entonces Mistral y Abe se pusieron de pie, el barro les cubría las pantorrillas. Ninguna oscura voz les ordenó que se volvieran a arrodillar. Dejé escapar el aliento, lo que me hizo darme cuenta de que lo había estado reteniendo.

– ¿Qué quiso decir cuándo dijo que nuestra corte tiene dos corazones? -Pregunté.

Abe contestó…

– Antes cada Colina de las Hadas tenía un jardín o bosque o lago en su corazón o centro. Pero cada Corte también tenía otro corazón, otro núcleo de poder que refleja la clase de magia en la que la corte se especializa.

– Tú has devuelto un corazón a la vida -dijo Mistral-. Pero no estoy seguro de si es sabio despertar de nuevo al otro.

– El vestíbulo es una cámara de tortura, donde casi ninguna magia funciona. Es un lugar neutral -dije.

– Pero antes, Meredith, fue algo más.

Miré a los hombres.

– ¿Más… a qué os referís?

– Todo lo que era más antiguo que las Hadas, más antiguo que nosotros, fue depositado allí. Los restos del poder de los pueblos que habíamos derrotado.

– No estoy segura de entenderlo, Mistral.

Él miró a Doyle.

– Ayúdame a explicarlo.

– Hubo una vez objetos en el Vestíbulo de la Muerte que podrían llegar a matar realmente a un sidhe. Fueron confinados allí para ser utilizados como métodos de ejecución, o tortura, o simplemente como amenaza. La reina no les tenía mucho aprecio porque, como tú bien sabes, a ella le gusta crear sus propias torturas. Ver cómo algo nos desgarraba miembro a miembro no era ni la mitad de divertido que si lo hacía ella misma.

– Y nos curábamos mucho mejor si ella era la que nos atormentaba -dijo Rhys.

Doyle afirmó con la cabeza.

– Sí, ella podía torturarnos más tiempo y más a menudo si no utilizaba esos otros objetos.

– ¿Qué tipo de objetos? -Pregunté. No me gustaba lo serios que se habían puesto.

– Cosas terribles. Un mortal enloquecería con sólo echarles un vistazo -contestó.

– ¿Cuándo desaparecieron esas cosas del sithen?

– Hará unos mil años, tal vez más -dijo Doyle.

– No hace tanto tiempo que desaparecieron los bosques -dije.

– No, no hace tanto tiempo de eso.

– ¿Por qué estáis tan preocupados todos?

– Por que si tú, o el poder de la Diosa a través de ti, puede provocar esto -dijo Abe, señalando el bosque que se hacía más grande -Entonces debemos prepararnos para el hecho de que el segundo corazón de nuestro Corte pueda volver a la vida, también.

– ¿Puede ser, quizás, que Merry sea demasiado Luminosa para poder conseguir que renazcan tales horrores? -preguntó Mistral, casi con esperanza.

– Sus dos manos de poder son la carne y la sangre-dijo Doyle. -No son poderes Luminosos.

– Busqué a la princesa para que ayudara a la Casa de Nerys, pero ahora no la pondría en peligro, y menos por una casa llena de traidores -dijo Mistral.

– Si los salvamos, ya no serán traidores -contesté.

– Pero todavía creen que tu mortalidad es contagiosa -dijo Rhys-. Todavía piensan que si te sientas en el trono, todos comenzaremos a envejecer y a morir.

– ¿Crees que a la Casa de Nerys todavía le queda el suficiente honor para entender que estoy intentando conseguir que el sacrificio de su dirigente no fuera en vano? Nerys dio su vida para que su Casa no muriese, y creo que eso quiere decir algo.

Los hombres parecieron pensar sobre esto durante un momento. Finalmente Doyle dijo…

– Tienen honor, pero no sé si se sentirán agradecidos.

CAPÍTULO 9

– LA MAGIA DE LA DIOSA NOS TRAJO HASTA AQUÍ -DIJO Rhys, -¿pero cómo salimos? No hay ninguna otra puerta en los jardines muertos.

– Meredith -dijo Frost.

Lo miré.

– Pide al sithen una puerta que nos conduzca fuera de aquí.

– ¿Piensas que será así de fácil? -preguntó Rhys.

– Si el sithen desea que Merry salve a la gente de Nerys, sí -dijo Frost.

– ¿Y si no desea que sean salvados, o si no le importa?

Frost se encogió de hombros.

– Si tienes una sugerencia mejor, te escucho.

Rhys extendió sus manos como diciendo no.

Miré hacia la pared oscura y dije…

– Necesito una puerta que conduzca fuera de aquí.

La oscuridad disminuyó, y una puerta -una gran puerta dorada-apareció en la pared de la cueva. Casi estuve a punto de decir Gracias, pero a algunas de las magias más antiguas no les gusta que se les agradezca, lo toman como un insulto. Tragué, y susurré…

– Es una puerta encantadora.

Aparecieron tallas alrededor del marco de la puerta, vides dibujadas sobre la madera como si un dedo invisible las hubiera hecho.

– Esto es nuevo -susurró Rhys.

– Pasemos, antes de que decida desaparecer -dijo Frost.

Él tenía razón. Con toda seguridad. Pero extrañamente, ninguno de nosotros quiso pasar por la puerta hasta que el dedo invisible hubo terminado de dibujar las vides. Sólo cuando la madera dejó de moverse tocó Doyle el picaporte de oro, y lo giró. Lideró el camino hasta un vestíbulo que era casi tan negro como su propia piel. Si él se quedaba inmóvil, se mezclaría con el entorno.

Rhys tocó la pared.

– No hemos tenido un pasillo tan negro como éste en el sithen durante años.

– Está hecho de la misma roca que la cámara de la reina -susurré. Yo había tenido tantas malas experiencias en la habitación de brillante pared negra de la reina que ver al sithen volverse del mismo negro que esa habitación me asustó.

Mistral fue el último en pasar por la puerta. Cuando él pasó, la puerta desapareció, dejando una negra pared lisa, intacta e inflexible.

– El vestíbulo donde Mistral y Merry tuvieron sexo es ahora de mármol blanco -dijo Frost. -¿Qué hizo que este pasillo cambiara a negro?

– No lo sé -dijo Doyle. Él miraba hacia uno y otro lado del vestíbulo negro. -Esto ha cambiado demasiado. No sé en qué zona del sithen estamos.

– Mirad esto -dijo Frost. Él miraba hacia arriba en la pared, la del lado opuesto a nosotros.

Doyle se movió para llegar hasta él, contemplando lo que a mí me parecía una pared en blanco. Doyle dejó escapar un sonido que fue casi un siseo áspero…

– Meredith, llama a la puerta de regreso.

– ¿Por qué?

– Sólo hazlo. -Su voz era tranquila, pero vibraba con urgencia, como si él se estuviera controlando para hablar en susurros cuando lo que quería hacer era gritar.

No discutí con aquel tono en su voz. Hablé otra vez…

– Me gustaría una puerta de regreso a los jardines muertos.