Estábamos de pie en la oscuridad, a unas pocas horas antes del alba. Podía oír el ruido de los coches en una carretera cercana. Por ahora los acantilados nos ocultaban, pero eso cambiaría al amanecer. Pronto los surfistas y los pescadores se adentrarían en el mar, y para entonces tendríamos que habernos ido.
– Utilizad el encanto para esconder vuestro aspecto -dijo Sholto-. He llamado a los taxis. Llegarán muy pronto.
– ¿Qué clase de magia es esa -pregunté-, que te permite encontrar taxis libres en Los Ángeles al momento?
– Soy el Señor de Aquello que Transita por en Medio, Merry, y los taxis siempre pasan entre un lugar y otro.
Eso tenía sentido, y me hizo sonreír a pesar de todo. Me estiré hacia Sholto, y Frost le permitió cogerme, pero no sólo por sus brazos. Sus gruesos tentáculos musculosos rodearon mi cuerpo, los más pequeños jugueteaban en mis muslos, de alguna manera se abrieron paso en el abrigo que llevaba puesto.
– La próxima vez que estés en mi cama, no seré medio hombre.
Lo besé, y susurré contra sus labios.
– Si eso era ser medio hombre, Rey Sholto, entonces casi no puedo esperar a tenerte en toda tu gloria.
Él se rió, con el alegre sonido que había traído el canto de las aves al jardín muerto de los sluagh. Pensé que no habría ninguna respuesta aquí, pero de repente sobre el murmullo de las olas, llegó el canto, un pájaro cantor se unió a otro, uniéndose a la alegre celebración en la oscuridad. Eran sinsontes [8] cantando a la risa de Sholto.
Permanecimos un momento a la orilla del Mar Occidental escuchando la canción que flotaba sobre nosotros, como si la felicidad pudiera ser escuchada.
Sholto me besó, profunda y concienzudamente, dejándome sin aliento. Luego me devolvió, no a Frost, sino a Doyle.
– Volveré cuando pueda traer conmigo al resto de los guardias que deseen ir al exilio contigo.
Doyle me abrazó contra su cuerpo y dijo…
– Ten cuidado con la reina.
Sholto asistió con la cabeza.
– Tendré cuidado.
Comenzó a caminar, volviendo por donde habíamos venido. En algún lugar antes de que se esfumara de nuestra vista, vi a un perro de un blanco puro a su lado.
– Supongo que todos recordáis que el encanto debería esconder el hecho de que estamos desnudos y ensangrentados -dijo Rhys-. Si alguien no tiene el suficiente encanto para llevarlo a cabo, que se ponga al lado de alguien que sí lo tenga.
– Sí, profe -le dije.
Él me sonrió abiertamente.
– Puedo causar la muerte con un roce y una palabra; puedo curar con mis manos esta noche. Pero maldita sea… conjurar un puñado de taxis de la nada, eso sí que es impresionante.
Nos acercamos a la parada de taxis, riéndonos. Todos los conductores parecían un poco perplejos de encontrarse en medio de ninguna parte, esperando en una playa vacía, pero nos dejaron subir.
Dimos a los taxis la dirección de la mansión que Maeve Reed tenía en Holmby Hills, y hasta allí nos condujeron. Y ni siquiera se quejaron de los perros.
Bueno, así es la magia.
LAURELL K. HAMILTON
[8] Sinsonte: El cenzontle, también llamado sinsonte, es el ave del estado de Arkansas, Florida, Misisipi, Tennessee y Texas. Los adultos son grises por la parte superior de su cuerpo. Tienen una cola de color oscuro con los extremos blancos y patas largas y negras. Tienen líneas blancas en sus alas y durante el vuelo muestran manchas blancas en ellas. Imitan las llamadas de otras aves, sonidos animales e incluso ruidos de máquinas. Se encuentran frecuentemente en áreas urbanas