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– Tenemos una pequeña demora -explicó Charles-. ¿Podríamos esperar…?

En ese momento, todos se volvieron al escuchar pasos apresurados.

– Hola, ¿llego tarde? -Adam se inclinó para besar la mejilla y la mano de la novia-. ¿Estabas preocupada? El tránsito desde Heathrow está terrible.

Ante su presencia, todos los temores de Tara desaparecieron.

– No podíamos pedir más puntualidad -comentó Charles.

Pero la mirada de la joven fue de Adam a dos personas que esperaban detrás de él.

Le parecieron mayores, de menor estatura que como los recordaba, pero eran tan conocidos. Dio un paso tentativo hacia ellos.

– ¿Tía Jenny? -un paso más y de pronto estaba entre los brazos de la mujer mayor, abrazándola. Luego a Lamby-. No puedo creerlo -susurró con lágrimas en los ojos-. No puedo creerlo.

– Adam fue por nosotros, Tara.

– ¿Lo hiciste? ¿Por mí? -la joven se volvió hacia él.

– Mi regalo de bodas -le indicó él con una sonrisa.

– Aunque si este caballero no se da prisa, tendrán que esperar unos días más -advirtió el oficial del registro civil.

El grupo empezó a moverse, pero Adam detuvo a Tara.

– Lo lamento. No podía decirte cuáles eran mis planes. No quería hacerte abrigar falsas esperanzas. No sabía si aceptarían venir.

– ¿Quién puede resistirse a tus deseos? -ella movía la cabeza con admiración-. ¿Cómo fue que al principio te consideré un pirata moderno?

– Estoy seguro de que te di motivos de sobra, mi amor.

– No, siempre has sido mi verdadero caballero andante. Siempre estuviste allí cuando te necesitaba.

– Siempre lo seré, cariño -Adam levantó el velo y le dio un beso-. Te lo prometo.

Liz Fielding

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