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– ¿Aún te acuerdas? Creo que a mí se me ha olvidado.

Jake sonrió, le puso la mano en la cintura y empezó a moverse con ella.

Bailaron en un pequeño círculo, no muy juntos, dejándose llevar por la canción. A través de la fina tela, Jake sintió que Lena no llevaba nada debajo y se sorprendió, como si estuviera desnuda. No habría que luchar con cierres y corchetes para desvestirse, Lena estaba lista. Se apartó un poco, no sabía muy bien qué querría ella, pero Lena lo retuvo sin dejar de mirarlo, apretada contra él. Sólo se oía la lluvia.

– No tenías por qué hacerte esto -dijo mientras le acariciaba el pelo.

– Pero quería. A ti te gusta así.

Lena sonreía con satisfacción. Seguía mirándolo. Jake no sabía qué había sucedido arriba, sólo sabía que lo estropearía si preguntaba, y que se estaban moviendo juntos. Bailaban, con lentitud. El disco cambió. Lena se acercó más, su cuerpo era cálido. Jake sintió el monte de su pubis, el leve roce de su vello a través de la tela, provocándolo. Empezó a retroceder.

– No pasa nada -dijo Lena-. Quiero sentirte.

Sin embargo, igual que en el árbol había ahogado un grito, esta vez había parpadeado. Al descansar la cabeza en su hombro fue para cerrar los ojos y obligarse a tocarlo.

– Lena, no tienes que…

– Abrázame.

Bailaron toda la canción sin escucharla, sólo era una excusa para estar cerca. Sus pies se movían solos, la música daba resultado. Jake sintió que ella se dejaba llevar y se recostaba contra él. Un poco más. Sin embargo, Lena volvió a sorprenderlo y se apretó aún más para sentirlo, le pasó los brazos por la espalda y llevó la boca a su oreja.

– Vamos arriba -susurró.

– ¿Estás segura?

No respondió, pero empezó a andar llevándolo de la mano, de modo que su partida pareció un pase de baile, rítmico y soñador, un pie tras otro, escalera arriba. Esta vez era él quien se sentía inseguro, quien no sabía qué hacer. La seguía a ella. Vio cómo se detenía a media escalera a quitarse los zapatos, un gesto lento y erótico, se desnudaba para él. Se agachó a recogerlos. A Jake, sus pies descalzos, pálidos, le parecieron la parte más íntima de su cuerpo. La siguió hasta lo alto de la escalera contemplando cómo la falda le rozaba las piernas, y de pronto estaban en su habitación, la música había quedado lejos, sólo se oía su respiración. Jake seguía esperando sin saber qué hacer, y entonces Lena dejó caer los zapatos, se volvió hacia él y le desabrochó el primer botón de la camisa, después el siguiente, con movimientos tan lentos como sus pasos. Le abrió la camisa y apoyó ambas manos en su pecho. A Jake se le tensó toda la piel. Después siguió desabrochándole los botones, casi hasta el último. Entonces se detuvo y apoyó la cabeza contra su piel desnuda.

– Ayúdame -le dijo.

Jake le tocó el cuello, le apartó el pelo y la acarició con suavidad, hasta que Lena echó la cabeza hacia atrás para mirarlo de nuevo. Le hizo un gesto para que siguiera. Él le desabrochó el cinturón y lo oyó caer al suelo, empezó a subirle el vestido, lo fue recogiendo hasta que ella levantó los brazos, como en trance, y se lo quitó. La tela cayó al suelo, y Lena estaba desnuda. Jake le acarició el cuello con las dos manos mientras le besaba la cabeza y hundía el rostro en su melena. Sus manos bajaron por la espalda y permanecieron quietas al final. Caminaron juntos hasta la cama, y Jake la sentó sobre la colcha rosa.

Empezó a desabrocharse la hebilla del cinturón, pero ella terminó por él. La camisa cayó al suelo. Después le bajó la cremallera y puso las manos en sus caderas para bajarle pantalón y ropa interior al mismo tiempo. Se libró de ellos. Lena se lo quedó mirando. Le acarició el pene con suaves movimientos de la mano, familiarizándose con él. Jake seguía rígido, con los ojos cerrados, intentando no sentirla. Al final Lena apartó la mano y él se dejó caer en la cama, a su lado, frente a ella, con la mano en su cadera mientras se besaban.

Despacio, poco a poco. Empezó a acariciarla suavemente. Cada centímetro de su piel le resultaba familiar, la curva de su espalda, la depresión justo antes de la cadera, la parte inferior de sus pechos, que acarició con el dorso de la mano hasta que se alzaron junto con su respiración. Intentaba imaginar cómo lo sentiría ella, quería hacerlo todo por ella. Todo era familiar. Excepto el placer, la sensación misma, que siempre era nueva y diferente, como el cielo, algo demasiado inmediato para retenerlo en la memoria. Podías recordar la piel o la forma de una curva, pero el resto desaparecía, y te pasabas la vida repitiéndolo, una y otra vez, para descubrir que nunca era igual, que cada vez era una sorpresa. Algo tan íntimo que nadie más podía sentirlo. Jake intentó contenerse, no pensar en nada, pero ella se apretó contra él con insistencia para volver a sentirlo. No; poco a poco, disfrutaría del grato placer de tocarla y nada más. Cuánto tiempo, y sólo recordaba sus contornos, lo suficiente para seguir deseándola.

– Lena -susurró-, ¿estás segura?

Lena le tapó la boca con un beso húmedo, dispuesta a hacerlo callar, y Jake se preguntó dónde estaría ella. No se había perdido en el mismo sentimiento que él, se había recluido en algún lugar de su mente, tal vez en el pasado, un lugar al que ya no tenían por qué ir.

Jake le acarició el muslo intentando excitarla. La suave cara interna, el lugar más vulnerable del mundo, con suavidad, con la delicadeza necesaria para ganársela de nuevo. Cuando le pasó el dedo por el vello, intentando abrirle los labios, sintió que seguía seca, encerrada a pesar de todos los besos y las caricias. No estaba preparada. Un poco más. Se metió el dedo en la boca para humedecerlo, después lo bajó hasta el clítoris y lo dejó descansar allí hasta que la oyó tomar aire, una conexión, y empezó a moverlo en un suave círculo, un levísimo roce, con movimientos cada vez más amplios y muchísima delicadeza, logrando que se mojara con su propia humedad. Lena empezó a mover la pelvis contra él, como si intentara cerrar las piernas, pero en lugar de eso se aflojaron, se abrieron a su dedo.

– Oh.

Un suspiro involuntario cuando Jake bajó más el dedo, sin dejar de acariciarla suavemente, hacia atrás y hacia delante, hasta que estuvo lo bastante húmedo. Después le abrió los labios, entró al fin en ella y sintió el calor de su cuerpo cerrándose a su alrededor. Se detuvo un instante para dejar que Lena recobrara el aliento, pero ella puso su mano sobre la de él y lo obligó a seguir moviéndola, su dedo siguió acariciando atrás y adelante, rezagándose cerca del clítoris para rodearlo antes de volver hacia abajo, mientras los labios se abrían cada vez más, hasta que estuvo del todo abierta y húmeda al tacto de su dedo. Lena se volvió, le ofreció de nuevo la boca abierta, tan húmeda como su sexo, y le agarró la nuca con la mano para apretarlo contra sí mientras seguía moviendo las caderas. Se separó un poco, intentando recuperar el aliento, temblando ligeramente, y le cogió el pene.

– Contigo -dijo.

Lo acercó hacia sí y sintió el estremecimiento de la cabeza al tocar su suave piel expuesta.

Despacio. Jake se apoyó en los brazos para ponerse encima, y Lena lo guió hasta su interior. El sintió que las paredes cedían y se obligó a frenar, a dejarse resbalar despacio, poco a poco, para sentir que era ella quien lo hacía penetrar cada vez más. Cuando sus cuerpos se encontraron del todo, ella lo rodeó con sus brazos y le sostuvo la cabeza contra la suya. Así permanecieron inmóviles un instante, escuchando la respiración del otro. Jake notó un leve movimiento, tan pequeño que parecía imposible que pudiera causar la sensación que lo recorrió, y se sintió dispuesto a hacerlo durar, a no abandonarse, porque la quería a ella con él. Despacio, como un bailarín practicando pasos, sin acelerar el ritmo, oyendo su respiración, casi un jadeo. Una larga caricia hacia dentro y hacia fuera, lenta, después breves movimientos continuos en su interior, uno tras otro, tan profundos que se sintieron unidos y, entonces, de pronto, Jake sintió que ella se estremecía, que ya no podía esperar más, y oyó un gemido junto a su oído que le dijo que se estaba corriendo, agarrándole la espalda. Permaneció inmóvil un momento para asegurarse, Lena volvió la cabeza hacia otro lado mientras su interior lo asía con un espasmo inconfundible.