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—¿Caza vampiros? —dijo Hollus, mirando primero a Chen y luego a mí.

Tosí.

—Es un, ah, apodo.

Chen se volvió hacia Hollus.

—Tom es el líder de la batalla contra la administración actual del museo. El Toronto Star le ha apodado el Caza vampiros.

—El potencial Caza vampiros —le corregí—. Dorati se sigue saliendo con la suya casi siempre —Chen traía un libro antiguo escrito en chino, a juzgar por los caracteres en la portada dorada; aunque hablaba esa lengua, leerla a cualquier nivel me era imposible—. ¿Qué es eso? —dije.

—Historia china —dijo Chen—. He estado incordiando a Kung. —Kung ostentaba la cátedra Louise Hawley Stone en el departamento de civilizaciones asiáticas y del Oriente Próximo, otra amalgama post recortes de Harris—. Por eso quería ver a Hollus.

El forhilnor agitó los pedúnculos, listo para ayudar.

Chen colocó el pesado libro sobre la mesa.

—En 1998, un grupo de astrónomos del Instituto Max Planck de Física Extraterrestre en Alemania anunció el descubrimiento de unos restos de supernova… lo que queda después de que estalle una estrella enorme.

—Sé sobre las supernovas —dijo Hollus—. De hecho, el doctor Jericho y yo hablábamos hace tiempo de ese asunto.

—Vale, bien —dijo Chen—. Bien, los restos descubiertos por esos tipos están muy cerca, quizás a unos 650 años luz, en la constelación de Vela. Los llaman RX J0852.0—4622.

—Buen nombre; eufónico —dijo Hollus.

Chen tenía muy poco sentido del humor. Siguió hablando.

—La supernova que dejó ese resto debía haber sido visible en nuestros cielos alrededor del año 1320 después de Cristo. De hecho, debería haber superado en brillo a la luna llena y ser visible incluso durante el día. —Hizo una pausa, esperando a ver si alguno de los dos lo discutíamos. No lo hicimos, y siguió hablando—: Pero no hay ningún registro histórico de la misma; jamás se ha encontrado ninguna mención.

Los pedúnculos de Hollus se agitaron.

—¿Dijo que fue en Vela? Es una constelación del sur, tanto en el cielo de su mundo como en el del mío. Pero su mundo tiene muy poca población en el hemisferio sur.

—Cierto —dijo Chen—. De hecho, la única prueba terrestre que hemos podido encontrar de esa supernova es un pico de nitrato en nieve antártica que podría estar asociada con el a; picos similares se correlacionan con supernovas similares. Pero Vela es visible desde la tierra de mis antepasados; se puede ver con claridad desde el sur de China. Pensé que si alguien la había registrado serían los chinos. —Levantó el libro—. Pero no hay nada. Claro está, el año 1320 después de Cristo está en mitad de la dinastía Yuan.

—Ah —dije con tono de sabiduría—. Los Yuan.

Chen me miró como si fuese un filisteo.

—Kubla Kahn fundó la dinastía Yuan en Beijing —dijo—. Los gobernantes chinos eran normalmente generosos en su apoyo a la investigación astronómica, pero durante esa época, se recortó la ciencia mientras los mongoles lo conquistaban todo —hizo una pausa—. No muy diferente a lo que sucede actualmente en Ontario.

—¿Amargura, Chen? —dije.

Chen se encogió ligeramente de hombros.

—Ésa es la única explicación que se me ocurre de por qué mi gente no registró la supernova. —Se volvió hacia Hollus—. La supernova tendría que haber sido visible también desde Beta Hydri. ¿Su pueblo tiene algún registro de su observación?

—Lo comprobaré —dijo Hollus. El simulacro dejó de moverse; incluso el torso dejó de expandirse y contraerse. Esperamos como un minuto, y luego la gigantesca araña recuperó la vida cuando Hollus volvió a ocupar su avatar—. No —dijo.

—¿Ningún registro de una supernova hace 650 años?

—No en Vela.

—Esos son años terrestres, evidentemente.

Hollus pareció ofendido ante la sugerencia de que hubiese podido equivocarse.

—Evidentemente. La supernova más reciente visible al ojo desnudo observada por los forhilnores y los wreeds se produjo en la Gran Nube de Magallanes. Antes de eso, ambos pueblos vieron una en la constelación que ustedes l aman la Serpiente, en lo que hubiese sido a principios del siglo XVII.

Chen asintió.

—La supernova de Kepler —me miró—. Fue visible desde aquí a comienzos de 1604. Llegó a ser más brillante que Júpiter, pero apenas se podía ver durante el día.

—Se mordió el labio mientras pensaba—. Es fascinante.

La supernova de Kepler no se produjo cerca de la Tierra, o Beta Hydri o Delta Pavonis, y sin embargo los tres mundos la vieron y la registraron. La supernova 1987A, evidentemente, ni siquiera se produjo en esta galaxia, y todos la registramos. Pero el acontecimiento de Vela en 1320 se produjo muy cerca. Sería de esperar que alguien la hubiese visto.

—¿Quizás intervino una nube de polvo? —dijo Hollus.

—Ahora mismo no hay ninguna nube de polvo —dijo Chen—, y sería preciso una nube extremadamente cerca de la estrel a que estal ó o terriblemente tarde para obscurecer la visión desde la Tierra, Beta Hydri y Delta Pavonis. Alguien debería haberla visto.

—Todo un enigma —dijo Hollus.

Chen asintió.

—Lo es, ¿no?

—Estaré encantado de ofrecerle toda la información que mi gente haya recogido sobre supernovas —dijo Hollus— Quizás eso arroje alguna luz sobre el problema.

Me pregunté si Hollus estaba haciendo un chiste deliberado.

—Eso sería genial —dijo Chen.

—Haré que envíen el material desde la nave nodriza —dijo Hollus, agitando los pedúnculos.

Cuando tenía catorce años, el museo organizó un concurso para niños interesados en los dinosaurios. El ganador recibiría como premio material diverso relacionado con la paleontología.

Si hubiese sido un concurso de trivialidades sobre dinosaurios, o una prueba de conocimientos habituales sobre dinosaurios, o si hubiese consistido en identificar fósiles, estoy seguro de que habría ganado.

Pero no fue así. Fue un concurso de fabricar la mejor marioneta de dinosaurio.

Supe qué dinosaurio tenía que ser: Parasaurolophus, el montaje más importante del RMO.

Intenté fabricarlo con plastilina, poliuretano y clavijas de madera.

Fue un desastre. La cabeza, con su larga cresta, se caía continuamente. Nunca la terminé. Un chico gordo ganó el concurso; asistí a la ceremonia donde él recibió los premios, uno de los cuales era un modelo de saurópodo. El dijo:

—¡Genial! ¡Un brontosaurio!

Yo estaba asqueado: incluso en 1960 nadie que supiese algo sobre dinosaurios llamaba eso a un Apatosaurus.

Pero aprendí una lección valiosa.

Aprendí que no puedes elegir las pruebas que van a hacerte.

Donald Chen y Hollus podrían estar fascinados por las supernovas, pero yo estaba más interesado en lo que Hollus y yo habíamos estado discutiendo antes.

—Bien, Hollus, parece que saben un montón sobre ADN.

—Supongo que sí —dijo el alienígena.

—¿Qué…? —me falló un poco la voz; tragué y volví a intentarlo—. ¿Qué saben sobre los problemas del ADN, sobre los errores de copia?

—Por supuesto, no es mi campo —dijo Hollus—, pero la doctora de nuestra nave, Lablok, es razonablemente experta en esa área.

—Y esa Lablok… —tragué—… ¿esa Lablok sabe algo sobre, digamos, el tratamiento del cáncer?

—El tratamiento del cáncer es una disciplina especializada en mi mundo —dijo Hollus—. Lablok sabe algo sobre eso, claro, pero…

—¿Pueden curar el cáncer?

—Lo tratamos con radiación y productos químicos —respondió Hollus—. En ocasiones son efectivos, pero muy a menudo no lo son —sonaba bastante triste.