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El wreed no tenía cabeza y, por lo que podía ver, tampoco tenía ojos o nariz. Había una franja negra brillante alrededor de la parte superior del torso; no tenía ni idea de para qué era. Y había zonas con pliegues complicados de la piel a cada lado de los brazos frontales y traseros; supuse que podrían ser oídos.

La piel del wreed estaba cubierta con el mismo material que había evolucionado en la Tierra en muchas arañas e insectos, todos los mamíferos, algunas aves, e incluso algunos viejos reptiles: pelo. Había como un centímetro de pelaje rojizo marrón que cubría la mayor parte del torso superior y los brazos hasta los codos; el torso inferior, los antebrazos, y las piernas estaban desnudas, dejando al descubierto una piel correosa gris azulada.

La única vestimenta que llevaba el wreed era un cinturón ancho que rodeaba la parte inferior más estrecha del torso; se sostenía por las caderas nudosas del ser. El cinturón me recordaba el cinturón de auxiliar de Batman —incluso era del mismo amaril o brillante, y estaba rodeado de lo que supuse eran bolsillos de almacenamiento—. Pero en lugar de l evar el emblema de un murciélago en la hebilla, exhibía una brillante catalina roja.

—Thomas Jericho —dijo Hollus—, éste es T'kna.

—Hola —dije—. Bienvenido a la Tierra.

Los wreeds, como los humanos, empleaban un único orificio para hablar y comer; la boca estaba situada en una depresión en la parte alta del torso. Durante varios segundos, T'kna produjo sonidos que sonaban a piedras pegándose en el interior de una secadora. Una vez que la boca dejó de moverse, se produjo un breve silencio, luego una voz profunda y sintética surgió del cinturón del ser. Dijo:

—¿Un animado puede hablar por lo inanimado?

Miré a Hollus, desconcertado por las palabras del wreed.

—¿Animado por lo inanimado? —pregunté.

El forhilnor hizo tintinear los ojos.

—Expresa sorpresa por que le has dado la bienvenida al planeta. Los wreeds no generalizan su especie al planeta. En lugar de eso, intenta darle la bienvenida en nombre de la humanidad.

—Ah —dije. Me volví hacia el wreed—. Como humano, le doy la bienvenida.

Más piedras entrechocando, luego la voz sintetizada:

—Si no fuese humano, ¿me daría igualmente la bienvenida?

—Mmm…

—La respuesta correcta es sí —dijo Hollus.

—Sí —dije yo.

El wreed volvió a hablar en su propia lengua, luego el ordenador tradujo las palabras.

—Entonces me siento bienvenido, y feliz de estar aquí que es aquí y aquí que es al í.

Hollus se agitó de arriba abajo.

—Eso es una referencia al interfaz de realidad virtual. Se siente feliz de estar aquí, pero admite que, evidentemente, en realidad sigue a bordo de la nave nodriza.

—Evidentemente —repetí yo. Casi tenía miedo de volver a hablar—. ¿Tuvo… tuvo un buen viaje hasta la Tierra?

—¿En qué sentido emplea «buen»? —dijo la voz sintética.

Volví a mirar a Hollus.

—Sabe que empleáis el término bueno para referiros a muchas cosas, incluyendo lo moral, agradable o caro.

—¿Caro? —dije.

—La buena porcelana —dijo Hollus—. Las buenas joyas.

Esos malditos alienígenas conocían mi idioma mejor que yo. Volví a dedicar mi atención al wreed.

—Quise decir, ¿tuvo un viaje agradable?

—No —dijo.

Hollus volvió a interpretármelo.

—Los wreeds sólo viven unos treinta años terrestres. Por eso, prefieren viajar en criopreservación, una forma de animación suspendida artificial.

—Oh —dije—. Así que no fue un mal viaje… simplemente no fue consciente de él, ¿no?

—Exacto —dijo Hollus.

Intenté pensar en algo que decir. Después de pasar tanto tiempo con mi amigo forhilnor, me había acostumbrado a mantener una conversación fluida con un alienígena.

—Entonces, ¿le gusta esto? ¿Qué opina de la Tierra?

—Mucha agua —dijo el wreed—. Una luna grande, muy estética. Pero el aire es demasiado húmedo; pegajoso hasta lo desagradable.

Ahora llegábamos a algún sitio; yo al menos comprendía todo eso —aunque si pensaba que el aire de Toronto era pegajoso en primavera, se iba a divertir de lo lindo en agosto.

—¿Está interesado en los fósiles como Hollus?

Más piedrecillas, luego:

—Todo me fascina.

Me detuve un momento, intentando decidir si quería hacer la pregunta. Luego me imaginé, ¿por qué no?

—¿Cree en Dios? —pregunté.

—¿Cree usted en la arena? —preguntó el wreed—. ¿Cree en el electromagnetismo?

—Eso es un sí —dijo Hollus, intentando ayudar—. A menudo los wreeds hablan con preguntas retóricas, pero no tienen el concepto del sarcasmo, así que no te ofendas.

—Lo más importante es si Dios cree en mí—dijo T'kna.

—¿Qué quiere decir? —pregunté. Me empezaba a doler la cabeza.

El wreed también parecía buscar qué decir; las piezas de su boca se movían, pero no emitía sonidos. Al final emitió algo en su lengua y el traductor dijo:

—Dios observa; los frentes de onda colapsan. La gente elegida por Dios son aquellos cuya existencia él/el a/ello valida por medio de la observación.

Pude descifrar ese comentario sin que Hollus hiciese de intérprete. La física cuántica afirma que los acontecimientos no adoptan una realidad concreta hasta que nos los observa una entidad consciente. Hasta ahí bien, excepto ¿cómo apareció la primera realidad concreta? Algunos humanos han usado las exigencias de la física cuántica como un argumento a favor de la existencia de un observador consciente presente desde el comienzo de los tiempos.

—Ah —dije.

—Muchos futuros posibles —dijo T'kna, agitando simultáneamente todos sus dedos, como para sugerir su número—. De todo lo que es posible, él/ella/ello elige uno que observar.

Eso también lo entendí —pero me dio duro—. Cuando Deep Blue derrotó a Gari Kasparov al ajedrez, lo hizo viendo todas las posiciones posibles que las piezas de ajedrez podrían adoptar en el siguiente turno pero también al siguiente y al siguiente, y así continuamente.

Si Dios existía, ¿veía todos los posibles movimientos siguientes para sus piezas de juego? ¿Veía él ahora mismo que yo podría dar un paso adelante, o toser, o rascarme el culo, o decir algo que pudiese estropear por siempre las relaciones wreeds-humanos? ¿Simultáneamente él veía que una niña de China podría caminar hacia la derecha o la izquierda o inclinar la cabeza para mirar a la luna? ¿Veía también a un anciano de África que podría dar un consejo a un niño que le cambiaría la vida para siempre, o podría no hacerlo, dejando que el joven descubra las cosas por sí mismo?

Podríamos demostrar con facilidad que el universo se divide, al menos brevemente, mientras considera sus múltiples senderos posibles: fotones individuales interaccionan con las versiones de ellos mismos de universos alternativos mientras atraviesan múltiples rendijas, produciendo interferencias. ¿Era esa acción del fotón un signo del pensamiento de Dios, el resto fantasmal de haber considerado todos los futuros posibles? ¿Veía Dios todas las acciones concebibles de todas las formas de vida conscientes —6.000 millones de humanos, 8.000 mil ones de forhilnores (como me había comentado en cierto momento Hollus), 57 mil ones de wreeds, además de presumiblemente incontables otros seres inteligentes por todo el universo— y calculaba él el juego, el verdadero Juego de la Vida, en toda la panoplia de movimientos posibles para cada jugador?

—¿Está sugiriendo —pregunté— que Dios elige momento a momento qué realidad desea observar y, al hacerlo, ha construido una historia concreta fragmento de tiempo a fragmento de tiempo, fotograma a fotograma?