—Así debe ser —respondió la voz traducida.
Miré al extraño wreed de muchos dedos y al voluminoso y arácnido forhilnor, al í de pie conmigo, un mono sin pelo (más aún a mi edad) y bípedo. Me pregunté si Dios se sentía satisfecho de cómo iba su juego.
—Y ahora —dijo T'kna, por medio del traductor—, reciprocidad de interrogativas.
Su turno de plantear preguntas. Justo.
—Adelante —dije.
La piel enrollada a ambos lados de su brazo frontal se meneó de arriba abajo; supuse que ese «encogimiento de orejas» era su forma de decir: «¿Perdóneme?»
—Quiero decir que puede plantear sus preguntas.
—Lo mismo, a la inversa —dijo el wreed.
—Quiere decir… —empezó a decir Hollus.
—Quiere decir: ¿Creo yo en Dios? —dije, comprendiendo que me estaba devolviendo la pregunta. Hice una pausa, luego continué—: Creo que incluso si Dios existe, a el o el a le resulta totalmente indiferente lo que nos suceda.
—Se equivoca —dijo T'kna—. Debería estructurar su vida alrededor de la existencia de Dios.
—Mm, ¿y eso qué implicaría exactamente? Dedicar la mitad de sus horas a intentar comunicarse con él/ella/ello.
Hollus dobló sus cuatro patas más delanteras, inclinando el torso en mi dirección.
—Ya comprendes por qué no se ve a los wreeds muy a menudo —dijo en voz baja.
—Hay humanos que dedican esa cantidad de tiempo a la oración —dije—, pero yo no soy uno de ellos.
—No se trata de oración —repuso el traductor—. No deseamos nada material de Dios; no deseamos más que hablar con él/el a/el o. Y usted debería hacer lo mismo; sólo un tonto no pasaría un tiempo considerable intentando comunicarse con un Dios cuya existencia se ha demostrado.
Ya antes había conocido humanos evangélicos —posiblemente más de los que me correspondían, porque mis conferencias públicas sobre la evolución me habían ganado mucha enemistad con ellos—. Cuando era más joven, en ocasiones discutía con el os, pero ahora, normalmente sonreía con amabilidad y me alejaba.
Pero Hollus respondió por mí.
—Tom padece cáncer —dijo. Me molestó; había esperado que fuese confidencial, pero, claro, la idea de que los asuntos médicos sean privados puede que sea propiamente humana.
—Lamento —dijo T'kna. Tocó la hebil a del cinturón, con su catalina roja.
—Hay muchos seres humanos religiosamente devotos que han muerto de muertes terribles debidas al cáncer y a otras enfermedades. ¿Cómo explica tal cosa? Demonios, ¿cómo explica la existencia del cáncer? ¿Qué clase de dios crearía una enfermedad así?
—Puede que él/el a/el o no la haya creado —replicó la profunda voz traducida—. El cáncer puede que haya aparecido de forma espontánea en una o varias de las líneas temporales posibles. Pero el futuro no sucede todo simultáneamente. Tampoco hay un número infinito de posibilidades entre las que Dios pueda elegir. El desarrollo específico de la realidad que incluyó el cáncer, presumiblemente indeseable, debía contener algo muy deseable.
—¿Así que él debe aceptar lo bueno con lo malo?—pregunté.
—Es concebible —dijo T'kna.
—No suena a gran cosa como dios —dije.
—Los humanos son los únicos que creen en la omnipotencia y omnisciencia divinas — dijo T'kna—. El verdadero Dios no es una forma ideal; él/ella/el o es real y por tanto, por definición, imperfecto; sólo una abstracción puede carecer de fallos. Y como Dios es imperfecto, habrá sufrimiento.
Debía admitirlo, era una idea interesante. El wreed produjo más sonidos rocosos y, después de un rato, el traductor volvió a hablar.
—Los forhilnores se sorprendieron de que tuviésemos una ciencia cosmológica sofisticada. Pero nosotros siempre hemos sabido de la creación y destrucción de partículas virtuales en el vacío. Al igual que la falacia del Dios perfecto obstaculizó su teología, la falacia del vacío perfecto obstaculizó su cosmología, porque argumentar que el vacío es nada y que esa nada es real es argumentar que existe algo que no es nada en absoluto. No hay vacío perfecto; no hay Dios perfecto. Y su sufrimiento no requiere más explicación que la de ser una imperfección inevitable.
—Pero la imperfección sólo explica el comienzo del sufrimiento —dije—. Una vez que su Dios fuese consciente de que alguien sufría, si tuviese el poder de detener ese sufrimiento, entonces, como ser moral, tendría que hacerlo.
—Si Dios es efectivamente consciente de su enfermedad y no ha hecho nada —dijo la voz generada por ordenador de T'kna—, entonces otras preocupaciones exigen que él/ella/ello permita que la enfermedad siga su curso.
Eso era demasiado para mí.
—Maldición —dije—. Vomito sangre. Tengo un niño de seis años que se muere de miedo… un niño que va a tener que crecer sin padre. Tengo una esposa que se convertirá en viuda antes del próximo verano. ¿Qué otras preocupaciones podrían ser más importantes?
El wreed parecía agitado, flexionando las piernas como si se preparase para correr, presumiblemente una reacción instintiva a una amenaza. Pero, evidentemente, no estaba realmente al í; estaba a salvo a bordo de la nave nodriza. Después de un momento, se calmó.
—¿Una respuesta directa desea? —preguntó T'kna.
Solté aire, intentando tranquilizarme; me había olvidado de las cámaras y ahora me sentía bastante avergonzado. Supongo que no tenía lo que hacía falta para ser el embajador de la Tierra. Miré a Hollus. Sus pedúnculos oculares habían dejado de agitarse; lo había visto antes cuando se sobresaltaba —mi arrebato también le había afectado a él.
—Lo lamento —dije. Respiré profundamente, luego lo dejé escapar poco a poco—. Sí — dije asintiendo ligeramente—. Quiero una respuesta sincera.
El wreed se giró 180 grados, de forma que me presentaba la espalda. Fue la primera vez que vi su mano trasera. Más tarde supe que si un wreed te mostraba su lado opuesto es que estaba a punto de decir algo especialmente franco. El cinturón amaril o tenía una hebilla idéntica en la parte de atrás, y la tocó.
—Esto simboliza mi religión —dijo—. Una galaxia de sangre… una galaxia de vida. —Hizo una pausa—. Si Dios no creó directamente el cáncer, entonces reprenderle a él/ella/ello por su existencia es injusto. Y si él/ella/el o lo creó, entonces él/el a/ello lo hizo porque era necesario. Su muerte puede que no tenga propósito para usted o su familia. Pero si tiene algún propósito en los planes del creador, debería sentirse agradecido de, sin que importe el dolor que pueda sentir, formar parte de algo que tiene sentido.
—No me siento agradecido —dije—. Me siento maldito.
El wreed hizo algo asombroso. Se giró y alargó la mano de nueve dedos. Mi piel hormigueó cuando los campos de fuerza que formaban el brazo del avatar tocaron mi mano. Los nueve dedos apretaron con delicadeza.
—Como su cáncer es inevitable —dijo la voz sintética—, quizás encontrase mayor paz si creyese lo que yo creo en lugar de creer lo que usted cree.
A eso no podía responder.
—Y ahora —dijo T'kna—, debo irme; es hora de nuevo de intentar comunicar con Dios.
La imagen del wreed parpadeó y se desvaneció.
Yo simplemente parpadeé.
14
Una reconstrucción…
A media ciudad de distancia, cerca del lago Ontario, Cooter Falsey estaba sentado en el sofá excesivamente relleno de una sórdida habitación de motel, abrazándose a las rodil as y gimoteando en voz baja:
—Se suponía que eso no sucedería —decía, una y otra vez, casi como si fuese un mantra, una oración—. Se suponía que eso no sucedería.
Falsey tenía veintiséis años, era delgado, rubio, con un corte de pelo militar, y tenía unos dientes que deberían haber l evado aparatos, pero que nunca se habían arreglado.