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Pero, básicamente, lo que Susan había dicho era cierto. No conocía bien la Biblia, y no conocía el Corán ni ningún otro libro sagrado.

—¿Y esos Diez Mandamientos son…? —preguntó Hollus.

—Mmm, bien, no matarás. No cometerás adulterio. No… mmm, algo sobre un asno.

—Comprendo —dijo Hollus—. Pero por lo que nosotros hemos podido determinar, el creador jamás se ha comunicado directamente con nadie. Es más, los wreeds, que, como sabes, dedican la mitad de sus vidas buscando activamente la comunicación con él, afirman no haber tenido éxito. No estoy seguro de cómo esos mandamientos pudieron pasar a ninguna forma de vida.

—Bien, si recuerdo correctamente la película, Dios los escribió con un dedo sobre tablas de piedra.

—¿Hay una película de tal hecho? ¿No sería eso una pistola humeante?

Sonreí.

—La película es un drama, un entretenimiento. Se supone que los Diez Mandamientos se entregaron hace miles de años, pero la película se hizo hace como medio siglo.

—Oh.

—Aun así, muchos humanos creen estar en comunicación directa o indirecta con Dios… que escucha las plegarias.

—Se engañan —dijo Hollus. Sus pedúnculos se detuvieron—. Perdóname —dijo—. Sé que estás muriendo. ¿No rezas?

—No. Pero mi mujer Susan lo hace.

—Sus plegarias no han recibido respuesta.

—No —dije en voz baja—. Así es.

—¿Cómo reconcilian los miembros de tu especie el acto de rezar con el hecho de que la mayoría de las plegarias no reciben respuesta?

Me encogí de hombros.

—Decimos cosas como «Todo sucede por una razón».

—Ah, la filosofía wreed —dijo Hollus.

—Mi hijo me preguntó si yo había hecho algo malo… si es por eso por lo que tenía cáncer.

—Y ¿hiciste algo malo?

—Bien, nunca he fumado, pero supongo que mi dieta podría haber sido mejor.

—Pero ¿hiciste algo moralmente malo? Esos Diez Mandamientos que mencionaste… ¿Has roto alguno de ellos?

—Para ser sincero, ni siquiera sé cuáles son los diez. Pero no creo que haya hecho nada horrible. Nunca he asesinado. Nunca he engañado a mi mujer. Nunca he robado nada, al menos, no de adulto. Nunca he… —La imagen de Gordon Small y acontecimientos de tres décadas atrás me vinieron a la cabeza—. Además, no puedo creer que un Dios bondadoso castigase a nadie, sin importar la gravedad de la transgresión, con lo que yo estoy sufriendo.

—«Un Dios bondadoso» —repitió Hollus—. También he oído las expresiones «un Dios de amor», y «un Dios compasivo». —Sus pedúnculos se centraron en mí—. Creo que los humanos aplicáis demasiados adjetivos al creador.

—Pero eres tú el que cree que Dios tiene un propósito para nosotros —dije.

—Creo que el creador puede tener una razón específica para desear que haya vida en el universo y, es más, como dices tú, desear que aparezcan muchas especies inteligentes simultáneamente. Pero parece claro más allá de toda duda que el creador no se interesa por individuos concretos.

—¿Y ésa es la opinión generalizada entre miembros de tu especie? —pregunté.

—Sí.

—Entonces, ¿cuál es la fuente de la moral forhilnor? ¿Cómo distinguís entre lo bueno y lo malo?

Hollus hizo una pausa, ya fuese porque buscaba una respuesta o porque considerase si quería responder. Finalmente dijo:

—Mi especie tiene un pasado violento —dijo—, no muy diferente al vuestro. Somos capaces de cometer grandes salvajadas… es más, ni siquiera necesitamos armas para matar con facilidad a miembros de nuestra propia especie. Las cosas buenas que deben hacerse son esas que mantienen la violencia en desuso; las cosas malas son las que producen violencia —redistribuyó el peso, cambiando de posición las piernas—. Hace tres generaciones que mi especie no lucha en una guerra; lo que es bueno ya que ahora tenemos la capacidad de destruir nuestro mundo.

—Me pregunto si la violencia es innata en todas las especies inteligentes —dije—. La lucha por la dominación dirige la evolución. He oído la sugerencia de que ningún herbívoro podría desarrollar inteligencia porque no se requiere ingenio para comerse una hoja.

—Crea una extraña dinámica —dijo Hollus—. La violencia es necesaria para la inteligencia, la inteligencia da lugar a la habilidad de destruir la propia especie, y sólo por medio de la inteligencia se puede superar la violencia que provocó la aparición de la inteligencia.

—Nosotros lo llamamos una Trampa 22 —dije—. Quizá creamos las ideas de un Dios bondadoso y de la moral para ayudar a la preservación de la especie. Quizá cualquier especie que no tiene moral, que no suprime sus impulsos violentos guiados por el deseo de satisfacer a un dios, está condenada a destruirse a sí misma una vez conseguida la tecnología para hacerlo.

—Una idea interesante —dijo Hollus—. La creencia en Dios ofrecería una ventaja de supervivencia. En ese caso la evolución la seleccionaría.

—¿Tu especie sigue preocupándose por la posibilidad de destruirse a sí misma? — pregunté.

Hollus se agitó de arriba abajo, pero creo que era un gesto de negación, no de afirmación.

—Tenemos un gobierno planetario unificado, y mucha tolerancia para la diversidad. Hemos eliminado el hambre y las carencias. Nos quedan muy pocas razones para enfrentarnos unos contra otros.

—Me gustaría poder decir lo mismo de este mundo —dije—. Ya que este mundo tuvo la fortuna suficiente de ver la aparición de la vida, sería una lástima verla desaparecer por su propia estupidez.

—La vida no apareció aquí —dijo Hollus. ¡

—¿Qué? —estaba completamente perdido.

—No creo que se produjese un suceso biogenerativo en el pasado de la Tierra; no creo que la vida comenzase aquí.

—¿Dices que la vida vino del espacio profundo? ¿La hipótesis de panspermia de Fred Hoyle?

—Posiblemente. Pero sospecho que es más probable que comenzase relativamente cerca, en Sol IV.

—Sol… ¿te refieres a Marte?

—Sí.

—¿Cómo llegaría aquí desde allí?

—En meteoros.

Fruncí el ceño.

—Bien, a lo largo de los años se han encontrado un par de meteoritos marcianos de los que dicen que contenían fósiles. Pero han quedado bastante desacreditados.

—Bastaría con uno.

—Supongo. Pero ¿por qué opinas que la vida no es nativa de este planeta?

—Dijiste que creías que la vida había aparecido en este mundo hace 4.000 millones de años. Pero en esa época del sistema solar, este planeta todavía sufría de forma rutinaria impactos capaces de provocar una extinción, debido a los choques frecuentes de grandes cometas y asteroides. Es extremadamente improbable que durante ese periodo se hubiesen podido mantener las condiciones adecuadas para la vida.

—Bien, Marte no es mucho más antiguo que la Tierra, y seguro que también sufría bombardeos.

—Oh, sin duda era así —dijo Hollus—. Pero aunque es evidente que en Marte hubo agua libre… es bastante impresionante visitar su superficie actual; los rastros de erosión son increíbles… nunca tuvo océanos grandes o profundos como los de la Tierra. Si un asteroide golpea el suelo, el calor producido por el impacto podría elevar la temperatura durante unos meses. Pero si golpea el agua que, después de todo, cubre la mayor parte de la superficie de la Tierra ahora como hace miles de mil ones de años, el calor se mantendría retenido, elevando la temperatura del planeta durante décadas o incluso siglos. Marte tendría un ambiente estable para el desarrol o de la vida quizá 500 mil ones de años antes que la Tierra.