El torso no tenía un perímetro mayor que el que yo podía hacer con mis brazos. Como ya había notado, el torso estaba cubierto por una larga franja de tela azul. El pel ejo era visible en las seis patas y los dos brazos. Se parecía un poco a un envoltorio de burbujas, aunque las burbujas individuales tenían tamaños diferentes. Pero parecían estar llenas de aire, lo que significaba que eran una probable fuente de aislamiento. Lo que implicaba que Hollus era endotérmico; los mamíferos y pájaros terrestres utilizan pelos y plumas para atrapar el aire cerca de la piel como aislante, pero también pueden liberar el aire para enfriarse haciendo que el pelo se ponga de punta o agitando las plumas.
Me pregunté como podría usarse una piel de burbujas para producir el efecto de enfriamiento; quizá las burbujas pudiesen desinflarse.
—«Un» «cráneo» «fascinante» —dijo Hollus, alternando ahora palabras enteras entre las bocas—. «¿Qué» «edad» «tiene?»
—Como unos setenta millones de años —dije.
—«Exactamente» «el» «tipo» «de» «cosas» «que» «he» «venido» «a» «ver».
—Dijo que era un científico. ¿Es un paleontólogo, como yo?
—Sólo en parte —dijo el alienígena—. Mi campo original era la cosmología, pero en años recientes mis estudios se han trasladado a asuntos mayores —hizo una pausa momentánea. Como ya habrá deducido a estas alturas, mis colegas y yo hemos estado observando la Tierra durante algún tiempo… lo suficiente para absorber las lenguas más importantes y realizar estudios de sus distintas culturas a través de la televisión y la radio. Ha sido un proceso frustrante. Sé más de su música popular y de las técnicas de preparación alimenticia de lo que me gustaría… aunque me siento intrigado por el Preparador Automático de Pasta Popeil. También he visto suficientes acontecimientos deportivos para durarme toda una vida. Pero ha sido muy difícil encontrar información sobre asuntos científicos; dedican muy poco ancho de banda a las discusiones detalladas de esas áreas. Siento que conozco una cantidad desproporcionada de algunos temas específicos y nada en absoluto sobre otros. —Hizo una pausa—. Simplemente hay información que no podemos adquirir por nuestra cuenta escuchando sus medios de comunicación o a través de nuestras visitas secretas a la superficie del planeta. Es especialmente cierto en el caso de elementos escasos, como los fósiles.
Estaba empezando a tener un dolor de cabeza por su voz saltando de una pierna a otra.
—Por tanto, ¿quiere examinar los especímenes que tenemos en el RMO?
—Exacto —dijo el alienígena—. Para nosotros fue fácil estudiar la flora y fauna contemporánea sin revelar nuestra presencia a la humanidad, pero, como sabe, los fósiles bien conservados son muy raros. La mejor forma de satisfacer nuestra curiosidad sobre la evolución de la vida en este mundo parecía ser pedir permiso para examinar una colección existente de fósiles. Digamos que no es necesario reinventar la palanca.
Yo seguía atónito por la idea, pero no parecía haber razón para no cooperar.
—Por supuesto, puede examinar nuestros especímenes; vienen continuamente investigadores visitantes. ¿Está interesado en algún área en particular?
—Sí —dijo el alienígena—. Me intrigan las extinciones masivas como puntos decisivos en la evolución de la vida. ¿Qué puede decirme de el as?
Me encogí de hombros; era un tema amplio.
—Que sepamos, se han producido cinco extinciones masivas en la historia de la Tierra. La primera se produjo al final del Ordoviciense, quizás hace unos 440 millones de años. La segunda se produjo a finales del Devónico, hace como unos 365 millones de años. La tercera, y con diferencia la más importante, fue al final del Pérmico, hace 225 mil ones de años.
Hollus movió los pedúnculos de forma que los ojos se tocasen brevemente, y al hacerlo las cubiertas cristalinas produjeron un clic suave.
—«Cuénteme» «más» «de» «esa» «última».
—En ella —dije—, desaparecieron quizás un noventa y seis por ciento de las especies marinas, y murieron como tres cuartos de todas las familias de vertebrados terrestres. Tuvimos otra extinción masiva a finales del Triásico, hace como unos 210 millones de años. Perdimos como un cuarto de todas las familias, incluso todos los laberintodontes; probablemente fue crucial para que los dinosaurios, criaturas como las que sostiene, apareciesen.
—Sí —dijo Hollus—. Continúe.
—Bien, y la extinción masiva más famosa se produjo hace 65 mil ones de años, al final del Cretácico —volví a señalar el cráneo del Troödon—. Fue entonces cuando desaparecieron todos los dinosaurios, pterosaurios, mosasaurios, amonitas y otros.
—Esta criatura debió de ser bastante pequeña —dijo Hollus, sopesando el cráneo.
—Cierto. Desde el morro hasta el final de la cola, no más de cinco pies. Un metro y medio.
—¿Tenía parientes mayores?
—Oh, sí. De hecho, el animal terrestre más grande que haya existido. Pero murieron todos en esa extinción, dejando libre el camino para que mi tipo, una clase que llamamos mamífero, tomase el control.
—«In» «ere» «í» «ble» —dijeron las bocas de Hollus. En ocasiones alternaba dos palabras entre las ranuras parlantes y en ocasiones sólo sílabas.
—¿Por?
—¿Cómo han obtenido las fechas de las extinciones? —preguntó ignorando mi pregunta.
—Asumimos que todo el uranio de la Tierra se formó al mismo tiempo que el planeta, luego medimos la proporción de uranio 238 con su producto de desintegración final, plomo 206, y uranio 235 con su producto de desintegración final, plomo 207. Eso nos indica que el planeta tiene 4.500 millones de años. Luego…
—Bien —dijo una boca. Y «bien» confirmó la otra—. Las fechas deberían ser precisas. — Hizo una pausa—. Todavía no me ha preguntado de dónde vengo.
Me sentí como un idiota. Tenía razón, claro; probablemente debería haber sido mi primera pregunta.
—Lo siento. ¿De dónde viene?
—Del tercer planeta de la estrella que ustedes llaman Beta Hydri.
Había dado algunas clases de astronomía mientras estudiaba geología, y había estudiado tanto latín como griego —herramientas apañadas para un paleontólogo—. «Hydri» era el genitivo de «Hydrus», Hidra, la pequeña serpiente de agua, una constelación débil cerca del polo sur celeste. Y beta, claro está, era la segunda letra del alfabeto griego, lo que daba que Beta Hydri sería la segunda estrella más brillante de esa constelación vista desde la Tierra.
—¿Y a qué distancia está? —pregunté.
—Veinticuatro de sus años luz —dijo Hollus—. Pero no vinimos directamente aquí. Hemos estado viajando durante un tiempo y visitamos otros siete sistemas estelares antes de venir aquí. El viaje total hasta ahora ha sido de 103 años luz.
Asentí, todavía anonadado, y luego, comprendiendo que hacía lo que había hecho antes, dije:
—Cuando muevo la cabeza de arriba abajo significa que estoy de acuerdo, o siga, o vale.
—Lo sé —dijo Hollus. Golpeó los dos ojos—. Este gesto significa lo mismo —un breve silencio—. Aunque he estado en nueve sistemas estelares, incluyendo éste y mi sistema natal, el suyo es sólo el tercer mundo en el que hemos encontrado vida inteligente en existencia. El primero, claro, fue el mío propio, y el siguiente fue el segundo planeta de Delta Pavonis, una estrella como a 20 años luz de aquí, pero a sólo 9,3 años luz de mi planeta.
Delta Pavonis sería la cuarta estrella más brillante de la constelación del Pavo. Como Hidra, recordaba vagamente que sólo era visible en el hemisferio sur.
—Muy bien —dije.
—También se han producido cinco extinciones masivas importantes en la historia de mi planeta —dijo Hollus—. Nuestros años son mayores que los suyos, pero si las expresamos en años terrestres, se produjeron hace unos 440 millones de años, 365 millones de años, 225 mil ones de años, 210 mil ones de años y 65 mil ones de años.