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– Puede ser una incongruencia, un error.

– Sin duda es una incongruencia, pero no creo que haya error. ¿Y sabe por qué? -Buscó nuevamente en el fajo, localizó dos fotocopias y le mostró la primera al americano-. Este es un extracto de la primera edición de la Legatio Babylonica, de Pietro Martire d'Anghiera, publicada en 1515. En este texto, D'Anghiera identificó a Colón de esta forma: «Colonus vero Guiarra». Como «vero» significa «en verdad», D'Anghiera estaba diciendo que Cristoforo Colombo, alias Colom, alias Colomo, alias Colon, alias Colonus, alias Guerra, se llamaba, en verdad, Guiarra. -Mostró la segunda fotocopia-. Y éste es un extracto de la segunda edición de la misma Legatio Babylonica, de D'Anghiera, esta vez titulada Psalterium y fechada en 1530. Aquí la misma identificación sufre una ligera alteración. Aparece «Colonus vero Guerra». -Buscó con frenesí una hoja más-. Y éste es el documento treinta y seis del Archivo de Simancas, fechado el 28 de junio de 1500. Este documento es una orden dirigida a un tal Afonso Alvares, a quien «sus altezas mandan ir con Xproval Guerra a la tierra nuevamente descubierta». -Miró una vez más a Moliarti-. Otra vez el apellido Guerra.

– Son tres documentos donde lo llaman Guerra -observó el estadounidense.

– Cuatro -corrigió Tomás, volviendo a centrar la atención en los apuntes-. Después de la muerte de Cristóbal Colón, su hijo portugués, Diogo Colom, inició un proceso judicial contra la Corona de Castilla, titulado «Pleyto con la Corona», en un esfuerzo por asegurar los derechos de su padre. Las audiencias comenzaron en 1512 en la isla de Santo Domingo, en las Antillas, y terminaron en 1515 en Sevilla. Todos los marineros y capitanes que participaron en el descubrimiento de América fueron escuchados en este proceso, prestando declaración bajo juramento con la mano sobre la Biblia. -Extrajo otra hoja del fajo-. Esta es una copia de la declaración del maestre-piloto Nicolás Pérez. Dijo él en el tribunal, con la mano apoyada sobre la Biblia, que el «verdadero apellido de Colon era Guerra».

– Por tanto, lo que me está diciendo es que, en su época, Cristoforo Colombo no era conocido como Colombo, sino como Guerra.

– No, no es eso lo que estoy, necesariamente, diciendo. Lo que estoy diciendo es que él, por algún motivo, tenía muchos nombres, pero Colombo no era ninguno de ellos. -Dibujó un gesto vago en el aire-. En realidad, prácticamente no existen documentos sobre el paso de Cristoforo Colombo por Portugal, hecho bastante misterioso, pero, por lo que he podido averiguar, fue conocido en este país por Colom y por Colon. Fue a España en 1484 y comenzó a ser llamado Colomo. Sólo ocho años después, los castellanos comenzaron a designarlo como Colon.

– ¿Ocho años después?

– Sí. El primer documento español donde aparece escrito el nombre Colon, sin tilde en la «o», es la Provisión, del 30 de abril de 1492. Sólo después de la muerte del navegante, en 1506, añadieron la tilde a la segunda «o» de Colon, que se convirtió en Colón.

– Cristóbal Colón.

– Sí. Pero atención, hasta el nombre propio del hombre que descubrió América alberga una historia. Los portugueses lo llamaban por lo general Cristofom o Cristovam, mientras que los italianos preferían Cristoforo. Pero es curioso que Pietro d'Anghiera, en las veintidós cartas que escribió hablando de Colón, lo llamara siempre Cristophom Colonus, y nunca Cristoforo. El propio papa Alejandro VI, con ocasión del Tratado de Tordesillas, lanzó dos bulas con la misma iniciación titular, la Inter caetera, donde incorporó la castellanización del nombre. En la primera bula, fechada el 3 de mayo de 1493, llamó al navegante Crhistofom Colon, y en la segunda, del 28 de junio, Crhistoforu Colon. Es interesante esta evolución, porque Crhistofom es, evidentemente, el Cristofom o el Cristovam portugués. Crhistoforu es el nombre en latín del que derivaron los antropónimos Cristovam, portugués, y Cristóbal, castellano.

– ¿Y Guerra, entonces?

– Entendámonos. Cristoforo Colombo era conocido en todas partes por Cristofom o Cristovam. El apellido era Colom o Colon, pudiendo ser también Collon, con doble «1». Llegó a España y comenzó a ser Colomo. A partir de 1492, los españoles comenzaron a llamarlo sobre todo Cristóbal Colon, aunque, aquí y allá, volvía a surgir, a veces, Colom. -Tomás sacó una fotocopia-. Por ejemplo, en esta edición en latín de la publicación de una de las cartas del descubrimiento del Nuevo Mundo, fechada en 1493, reaparece Colom. Hay más ejemplos iguales, pero vale la pena ver incluso éste. -Presentó otra fotocopia-. Es un extracto de la publicación de una petición hecha por el Almirante en Santo Domingo y presentada en 1498. También aparece aquí Colom -dijo acomodando las dos copias-. Y existen, como ya le he dicho, cuatro documentos que refieren, implícita o explícitamente, que Colom no era el verdadero nombre del navegante. El nombre correcto sería Guerra. Por tanto, tenemos Guiarra, Guerra, Colonus, Colom, Colomo, Colon y Colón.

– Pero ¿por qué tantos nombres?

Tomás hojeó la libreta de notas.

– Parece haber algún secreto -observó-. El hijo castellano, Hernando, hizo, a propósito del nombre de su padre, algunas referencias muy misteriosas. -Se fijó en una página anotada-. En un fragmento de su libro, Hernando escribió: «el sobrenombre de Colón, que él volvió a renovar». Y registró en otra parte esta frase enigmática, que intentaré traducir: «Podríamos referirnos a muchos nombres que, por ejemplo, no sin una causa oculta, fueron puestos para indicar lo que tendría que suceder según lo que estaba pronosticado». -Miró al americano-. ¿Ha visto? En primer lugar, este «volvió a renacer» sugiere que Cristoforo Colombo cambió varias veces de apellido. Si fuese sólo «renovar», sería una sola vez. Pero «volvió a renovar» implica que renovó de nuevo, o sea, que remite a más de una renovación. Y, en segundo lugar, ¿qué podremos decir de la frase «podríamos referirnos a muchos nombres que, por ejemplo, no sin una causa oculta»? ¿Muchos nombres? ¿Causa oculta? Pero ¿qué misterio del demonio es éste? ¿Qué nombres y qué causa oculta? ¿Y qué historia es esta de que esos varios nombres hayan sido puestos para «indicar lo que tendría que suceder según lo que estaba pronosticado»? ¿Estará insinuando que su padre adoptó sucesivos nombres falsos con el fin de relacionarlos con profecías? ¿Cuál es, al final, su verdadero nombre?

– Vaya -murmuró Moliarti-. Entonces ¿cómo aparece el nombre Colombo en medio de todo esto?

Tomás se sumergió de nuevo en sus anotaciones.

– La primera referencia en un texto al apellido Colombo se hizo en 1494. Todo comenzó con la carta que el navegante escribió desde Lisboa, el año anterior, anunciando el descubrimiento de América. Esa carta se publicó en varios sitios. En la última página de la edición de Basilea, que salió en 1494, un obispo italiano añadió un epigrama donde se lee «mérito referenda Columbo Gratia», latinizando así el apellido Colom. Esta nueva versión sería retomada por el veneciano Marcantonio Coccio, conocido popularmente como Sabellico, en las Sabellici Enneades, de 1498. Sabellico lo identificó como «Christophorus cognomento Columbus». Pero Sabellico no lo conocía personalmente, por lo que debe de haberse inspirado en aquel famoso epigrama. Después existe una carta enviada por el veneciano Angelo Trevisano a Domenico Malipero, fechada en agosto de 1501, en la que, citando la primera edición de las Decades, de Pietro d'Anghiera, fechada en 1500, refiere que el autor tenía gran amistad «con el navegante, a quien llamaba Christophoro Colombo Zenoveze». El problema es que, en otras cartas, D'Anghiera da la impresión de no conocer personalmente a Colombo, describiéndolo como «un tal Cristovam Colon». De esto se deriva la convicción de que Trevisano adulteró el texto de D'Anghiera para adaptarlo al gusto de los lectores italianos, italianizando su nombre. Existe igualmente una referencia a un libro de Trevisano, titulado Libretto di tutte le Navigationi di Re de Spagna, y que fue publicado en 1504 a partir de unas copias de cartas del vicario-capellán real.