– Todo perfecto -él sonreía mientras se retiraba al baño, donde se afeitó y duchó durante largo rato. A continuación, se puso una de las camisetas que había comprado el día anterior en aquella tienda de ropa y artículos baratos.
– Te favorece -dijo Jasmin divertida, cuando él entró en la cocina y ella le vio la camiseta de vivos colores con esa imagen playera-. Sobre todo me gustan las palmeras.
Ella vestía vaqueros y un top claro, iba discretamente maquillada, y repasaba algunos documentos de viaje.
– Una compra improvisada. Había traído poca ropa para el viaje -él se sentó a la pequeña mesa mientras observaba cómo ella le echaba la última ojeada al billete de avión-. ¿Sales hoy de viaje?
– Sí.
El se echó café y esperó, pero ella no amplió su breve respuesta.
– No he entendido muy bien lo de ayer por la noche. Estaba demasiado cansado. Vas a visitar a tu hermana y tu sobrino.
– Más bien a mi sobrino, sí.
Él pudo percibir de repente el cambio de tono en su voz. De nuevo apareció esa distante melancolía que la había atrapado la noche anterior. Ella, de espaldas a él, continuaba preparando el equipaje de mano, y lo posó a continuación de forma algo vehemente sobre el poyete de la cocina.
«Mierda», pensó él. Parecía que se había equivocado al sacar el tema.
– Aún no contaste mucho de ti. ¿A qué te dedicas exactamente?-preguntó Chris con la esperanza de que ella fuera a transigir a su maniobra de cambiar de asunto.
– ¿Yo? -ella se reía nerviosa-. Biomecánica. Primero como estudiante en el instituto Max Planck, donde conocí también a Wayne. Después, me consiguió el trabajo en la empresa. Desde entonces le ayudo. Moléculas, proteínas, antiguamente se les denominaba albúminas, investigación de las enzimas. Los pequeños portadores que hacen posible que todo funcione en el cuerpo.
Ella se giró y se sentó a la mesa. Sus ojos azules estaban claros y cristalinos, y su sonrisa burlona había vuelto de nuevo. Le daba sorbos al café.
– ¿Cómo acaba uno en Dresde? ¿Por qué precisamente Dresde?
– Una coincidencia -ella sonreía-. Me carteaba con una amiga de Dresde, y después la visité en una ocasión. La amistad se consolidó, busqué una plaza de estudio en el extranjero… y aquí había un proyecto interesante. Así suelen suceder las cosas.
– ¿No vas a comer nada? -Chris señalaba en dirección a las tostadas, pero ella meneó la cabeza en señal de negación.
– Acabo de terminar.
Chris se echó dos tostadas y las untó con mantequilla y mermelada.
– Y las proteínas. Estaba pensando en los genes…
– Es muy difícil de entender para un profano.
– Inténtalo.
– Las proteínas constituyen en algo más de un cincuenta por ciento el peso en seco de las células, formando de esta manera el grupo de elementos más importante en todos los organismos. Hay más de diez mil proteínas diferentes actuando en el organismo del ser humano. Proteínas estructurales, proteínas responsables del transporte y del almacenamiento. Proteínas, que forman tu sistema inmunológico, como los anticuerpos, y eliminan cualquier agente externo.
Chris sonreía.
– Lo he entendido a la primera. Te ocupas de las cosas más pequeñas capaz de ofrecer la biología.
– Ríete si quieres. La siguiente unidad más pequeña son los aminoácidos, los cuales componen las proteínas.
– También he oído hablar de ellos -dijo él con sorna-. Hay unos veinte, ¿verdad?
– ¿De verdad te interesa? Normalmente no suele ser así.
– Quise acrecentar mis ahorros y por eso invertí todo en acciones biotecnológicas durante los años del boom de este nuevo mercado fulgurante. Conseguiría mi Endeavour a la vuelta de dos años, según mi gurú financiero.
– De nuevo el famoso Endeavour. ¿Se esfumó todo?
– Algunos listillos se compraron con mi dinero tubos de ensayo y pipetas, vivieron de lo lindo; pero de pronto ya no quedaba nada.
– La Ciencia dio grandes pasos, pero en ningún caso llegó tan lejos como en ocasiones se vende en la vida pública. Te lo has de imaginar como en el caso del universo. Se han descubierto algunas galaxias, se puede mirar hasta cierta distancia y explicar ciertas cosas. Sin embargo, no somos capaces ni siquiera de sospechar el verdadero alcance de aquello que investigamos. ¿Cómo hacerlo?
Ella se levantó y colocó su taza en el fregadero y la mantequilla junto con la mermelada en la nevera.
– Tengo que irme pronto…
Él asentía con la cabeza y le ayudó a recoger.
– ¿Qué quieres decir? -preguntó después de un rato.
– Hasta no hace mucho tiempo, la Ciencia pensó que los genes lo decidían todo. Hoy en día sabemos que las proteínas y las variantes de los aminoácidos desempeñan un papel mucho mayor de lo que se había supuesto. Pensemos por ejemplo en el caso de las serpientes…
– ¿Serpientes?
– Sí, su veneno. Tan solo hace poco se ha descubierto que su veneno se compone de una combinación muy determinada de aminoácidos que llevan dentro de sí. O pensemos en las bacterias. Hasta la fecha se había fijado como norma que las bacterias no envejecían. Sin embargo, ahora sabemos que ellas también envejecen. Como toda vida.
– Entiendo lo que quieres decir.
Estaban de pie uno junto al otro al lado del fregadero. El lavaba las tazas y los platos del desayuno, y ella los secaba. Se rozaron varias veces con la parte superior de sus brazos. De repente, él vio cómo se erguía como electrizado el vello en los brazos de Jasmin. Su propia excitación apenas le permitía pensar con claridad.
– Estamos en los comienzos. Hemos abierto la puerta solo por una pequeña rendija. Cómo hemos de entender o decir con certeza que tal o cual cosa son de esta o aquella forma.
– ¿Volveremos a vernos?
– Aún estamos enfrascados en el porqué. Incluso en el caso de muchos medicamentos, en ocasiones sabemos solo que tienen tal o cual efecto; pero el porqué lo desconocemos.
El tomó su mano y la estrechó hacia sí. Su cuerpo se deslizó como por sí solo hacia él.
– ¿Volveremos a vernos?
– ¿Lo deseas?
Él sintió su cálido y flexible cuerpo. Un indomable deseo le estaba inundando por completo. Ella de pronto apretó fuerte su cuerpo contra el de él y sonrió. Él pudo oler su fresco aroma, y la mano izquierda de ella apretaba su cabeza por la nuca para acercarla aún más a su cara.
Los labios de Jasmin estaban entreabiertos, y sus inmaculados dientes atraparon de repente su labio inferior, pellizcándolo suavemente.
– ¡Sí! -gimió Chris mientras observaba el pequeño hoyuelo en la comisura derecha de la boca de Jasmin-. Sí, de cualquier manera. ¿Y tú?
– Desde el segundo minuto.
Nuevamente sus dientes pellizcaban su labio inferior. El soltó un nuevo gemido cuando ella flexionó su abdomen hacia atrás.
– ¿Por qué desde el segundo minuto?
– Chist. Ahora no.
– Creo que tienes que irte ya…
– Dentro de dos horas -dijo ella mientras centelleaban sus iris.
Pero de pronto y sin esperarlo, ella se soltó de su abrazo, y una sombra sobrevoló la cara de Jasmin en busca de respuestas en los ojos de Chris a preguntas que él desconocía. Entre tanto, él percibió un misterioso velo que no se podía explicar.
– Por favor; ahora no. Resulta tan difícil, y quisiera… habría sido bonito que nos hubiéramos conocido antes y tú pudieses estar presente… ayudarme… pero… -su voz sonaba desesperada-. Nos veremos de nuevo… el sábado, ¿vale? ¿Te viene bien? Quizás entonces… hablamos por teléfono…
– ¿Qué es lo que pasa?
– ¡Por favor! No preguntes… lo siento… ahora no.
Capítulo 16
Colonia, jueves