El conductor debía haber escapado por el bosque, a la derecha. Pero Nikki. No podía haberse llevado a Nikki. No habría cargado con ella; cómo demonios se había escapado, no tenía importancia.
¡Nikki!, ¡Nikki!, ¡Nikki!
Con un sentimiento de angustia, Ellery escuchó el rugido de un motor y vio su propio coche saltar de pronto hacia delante y precipitarse por la carretera.
Luego se oyó el sonido de la sirena de la policía. El coche del inspector apareció a toda velocidad por la curva.
Ellery sacudió sus brazos locamente, y señaló el coche que desaparecía por la carretera. Vio la cara ceñuda de Velie al volante y captó una mirada de comprensión en los ojos de su padre mientras el coche pasaba rápidamente de largo. Pero ¡y Nikki! De pronto se dio cuenta. Corrió hacia la parte trasera de la camioneta del depósito y abrió de golpe las puertas.
Allí, al lado del cuerpo de John Braun, estaba Nikki Porter.
Levantó su cuerpo fláccido, la llevó hasta el borde del surco y la dejó suavemente sobre la tierra. Le tomó el pulso, su mano temblaba…
Desenlace
Nikki se sentó de pronto.
– ¡Nikki! -Ellery se rió en voz alta-. ¡Nikki! Yo… Me has dado un susto terrible.
Ella miró a su alrededor, desconcertada.
– Pero ¿dónde estoy? ¿Cómo llegué hasta aquí?
Ellery se lo explicó brevemente.
Ella miró la fosa, vio la camioneta del depósito, y tembló.
– Ocurrió tan deprisa, Ellery. Me estaba estrangulando. Me debí desmayar.
– ¿Cómo te encuentras ahora?
Ella parpadeó extrañada.
– Muy bien -dijo con tono de sorpresa-. Perfectamente bien. De verdad.
Se empezó a incorporar. Ellery le ayudó.
– De verdad que estoy bien. Así que no me mires de esa forma. ¡Caray, no era a ti a quien estaban intentando estrangular!
Él vio que aunque ella estaba todavía pálida, había recobrado aparentemente sus fuerzas.
– Gracias a Dios que estás viva -dijo él, y se preguntó por qué su voz sonaba tan rara.
– Ocurrió todo tan rápidamente. ¡Ellery! ¡Ni siquiera sé quién era!
– No importa, Nikki. Ven. Vamos a ver si puedes andar -la cogió del brazo.
– Claro que puedo andar. Sólo me desmayé; eso es todo -se soltó de su mano, atravesó la fosa y le sonrió débilmente desde la carretera-. ¿Necesita ayuda, señor Queen?
Ellery le devolvió la sonrisa.
– Aquí viene un coche -dijo, mirando la carretera-. Nos llevarán de vuelta a la ciudad.
A las doce, Ellery Queen y Nikki llegaron a la comisaría de policía. En la vacía sala de espera, junto a la oficina del inspector Queen, Ellery le indicó que se sentara y llamó a la puerta de Velie.
– ¡Oh! ¿Eres tú, Ellery? -dijo el enorme sargento, saliendo.
– Quiero que conozcas a una amiga mía, la señorita Nellie Snodgrass -dijo Ellery.
– Encantado de conocerla, señorita S… -Velie no había acabado de coger el nombre.
– ¿Qué noticias hay? -preguntó Ellery.
– Bueno, ya tienen el cuerpo de Braun en el depósito, y el viejo Prouty, por fin, va a trabajar sobre él.
– ¿Qué más?
– No sabemos quién robó la camioneta del depósito y tu coche. Todavía no, no lo sabemos. Pero seguro que lo sabremos dentro de poco. Tu padre te quiere contar esa historia. Así que me callaré.
– No siento ninguna curiosidad -dijo Ellery-. ¿Le quieres decir a papá que estoy aquí?
– Por supuesto -Velie entró en la oficina del inspector. Un instante después estaba de vuelta en la puerta, llamando a Ellery con la mano.
El inspector estaba de buen humor.
– ¡Hola, hijo! -dijo, alegremente, al entrar Ellery en la habitación-. Nos dio un buen viaje, ¿eh?
– Más bien -dijo Ellery- deduzco, por lo que dice Velie, que se escapó.
– Bueno, no exactamente -el inspector se tiró de su bigote negro-. Ese Cadillac tuyo marcha, Ellery. Es todo un coche… o era.
– ¿Qué quiere decir era? -Ellery se incorporó en la silla.
El inspector rió por lo bajo.
– ¿Estaba asegurado?
– Por supuesto.
– Entonces no te preocupes por él.
– ¿Cuál es el juego, papá?
– No hay juego ninguno. Era serio, trágico, de hecho. Con tu coche el asesino debió pensar que tenía un cincuenta por ciento de posibilidades de escapar. Se dirigió directamente a la autopista Saw Mill River.
»Y luego, ¡caray, cómo marchaba!, acortó por Hawthorne Circle en la dirección opuesta. Velie le siguió y por poco si me da una apoplejía. Nuestro hombre iba a más de noventa por la Extensión Bronx hacia Poughkeepsie. Nosotros, simplemente, nos mantuvimos durante las siguientes ocho millas. Luego miré el indicador de la gasolina. Nos quedaba menos de un galón. Le chillé a Velie para que apretase todo lo que pudiese. Llegamos hasta unos trescientos pies de tu coche e íbamos disparados por la curva larga de antes del puente sobre el embalse cuando alcé el parabrisas y apunté a la llanta de atrás. Al tercer tiro acerté. Tu coche patinó de un lado a otro de la carretera como un borracho en noche de elecciones. A la mitad del puente chocó contra el bordillo y quedó sobre el morro.
»Y al segundo siguiente se cayó por encima de la cerca de protección, y se fue abajo.
– Nunca vi algo parecido -interpuso Velie, incapaz de controlar su entusiasmo-. Dando vueltas. Un poco lento. Y luego tocó el agua con un ruido que creo que debieron oír allá abajo en el Parque Battery. Y hubo un chapoteo que parecía un torbellino en medio del océano.
– Bueno, eso es, más o menos, lo que hay, Ellery -dijo el inspector-. El asesino y tu coche están en el fondo del embalse de Crotón, a menos de que ya los hayan pescado.
– Entonces no sabéis todavía quién estaba en el coche -dijo Ellery con una sonrisa.
– Sabremos quién es en el momento en que los equipos de salvamento saquen tu Cadillac, y eso tiene que suceder en cualquier momento -dijo el inspector.
Ellery dijo:
– Yo os puedo decir quién era.
– ¿Así que crees que lo has adivinado? -preguntó Velie.
– Calla, Velie -dijo el inspector-. Vamos a ver qué dice.
– Todo -dijo despacio Ellery-. Mirad, durante todo el asesinato, el asesino realizó trabajos desesperados para evitar que el cuerpo llegase al depósito. Sólo podía haber una razón para eso. No quería que se hiciese la autopsia.
– Sabemos todo eso -bufó Velie-. Pero ¿por qué llamarle asesino? Braun se suicidó.
– ¿Por qué tenía miedo el ladrón de cuerpos de que la policía llevase a cabo la autopsia? -contraatacó Ellery-. Porque mostraría algo bastante fastidioso para él. ¿Y cuál era esta evidencia desagradable para él?
– Bien, ¿qué? -preguntó el inspector.
– Era…
Se oyó una fuerte risotada al precipitarse el doctor Prouty dentro de la habitación.
– ¡Ja! -dijo-. Tus pájaros se han dejado las piernas corriendo detrás de un asesino que no existe. Así que todavía crees en los cuentos de hadas. Bien, es un caso claro de suicidio. Lo supe en el momento en que oí que se había encontrado el cuchillo. ¿Veis? Os habría avisado, sólo que decidí que no iba a ser yo el único que trabajase como un esclavo romano. Braun murió desangrado, después de haberse cortado la yugular. No existe en absoluto otra posible causa de muerte; no hay veneno, no.
– Exacto -dijo Ellery Queen-. No hay cáncer. No hay señales ni tan siquiera de un cáncer incipiente, ¿no?
La mandíbula del doctor Prouty tembló ligeramente.
– Un momento, ¿cómo sabes eso, Hawkshaw?
– Porque era para impedir que tú descubrieses que Braun no tenía cáncer por lo que el asesino robo el cuerpo. Ninguna otra cosa tiene sentido. E, incidentalmente, fue asesinado, aunque el método sea posiblemente singular.