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– Comprendo, señor Hunter. No estoy disgustado. Elsie no tomó esas llaves, ni las dio, ni las vendió a nadie. Se las robaron.

– El señor Dolan no podía estar seguro de eso, y por ello me contrató para que investigara. No solamente a su hija, sino a todos los que estaban allí.

– ¿A todos? – me preguntó -. Señor Hunter, mi Elsie y yo, como usted dice, comparamos notas. Y puede ser que podamos contar al señor Dolan algo que tenga valor para él.

– El señor Dolan es un hombre generoso – respondí -. Estoy seguro de que si Elsie sabe algo que él desee saber, hará algo.

– ¿Qué tan generoso cree que pueda ser?

– Me parece… – y me detuve a pensar. Si el resto de la respuesta era acerca de algo que Elsie sabía, Dolan sí sería generoso. Veamos lo que le estaba costando. Solamente Hunter & Hunter, con gastos, etcétera, representaba ya más de mil dólares y no parecía que aquello le preocupara -. Me parece que hasta le podría pagar un curso en una escuela de secretarias si está realmente interesada en eso. ¿Están ustedes en la casa?

– Esperaba que me dijera eso mismo. Sí, a Elsie le agradaría aprender a trabajar en una oficina. No, no estamos en casa. Elsie y yo nos encontramos en el Loop. Podríamos ir a su oficina muy pronto. Hemos estado telefoneando a su casa y a la oficina.

Le pedí que fueran, y, mientras esperaba, me preguntaba si cuando llegaran bajaría a llamar al tío Am para que asistiera a la conferencia; vendría tras ellos y con una terrible curiosidad cuando viera a dónde iban. Decidí no hacerlo; esto podía ser la solución del caso, aunque también pudiera ser algo que convirtiera la vigilancia de Elsie en más importante que antes.

Muy pronto los oí en el corredor y abrí la puerta antes de que llegaran a ella. Diez minutos más tarde sabía cuál era la solución del caso, y me sentí como el mismo infierno. Una cosita bien sencilla había visto Elsie. Una cosa mortal según se demostró.

Con una voz que no se oía como la más les di las gracias, y les aseguré que, aunque Dolan no ofreciera nada, yo personalmente me aseguraría de que hubiera algún dinero para ellos, de lo que a nosotros nos correspondía. Me importaba un comino, en ese momento, si lo tomaban todo.

Caminé con ellos escaleras abajo hasta el coche del señor Aykers.

Mientras tanto, había divisado en dónde estaba estacionado el tío Am, y antes de que pudiera irse tras ellos, me acerqué al Buick y lo detuve.

– El caso terminado – le informé, y la voz se oía como muerta -. Vamos arriba y llamaremos a Dolan. Me parece que será mejor tenerlo aquí, decírselo en la oficina, y no en su casa.

Caminamos escaleras arriba y yo le dije:

– Ángela. Steck.

– ¿Me quieres decir, los que hablaban el martes en la tarde cuando Mike los escucho? Pero si Mike dijo que eran dos hombres.

– Espera hasta que llame a Dolan y le diga que venga par acá. – Telefoneé a Dolan, le informé que teníamos las respuestas y que preferíamos dárselas en nuestra oficina y no en su casa, a lo que me contestó que iría al momento.

Entonces lancé un suspiro profundo y empecé:

– Ángela dijo la verdad cuando me confesó que había estado atraída por Steck cuando llegó a trabajar para Dolan, y que su padre se opuso y ni siquiera le permitía salir con nadie que estuviera metido con los fulleros, para no hablar de que se casara con él. Mintió cuando añadió que había terminado todo. El asunto continuó bajo cuerda. Ellos…

– ¡Ed, cómo puedes saber eso!

– Es indiscutible que para ellos hay un motivo conjunto: el hecho de que no se pueden casar en tanto Dolan esté vivo. Además de un tercio, digamos, de medio millón para Ángela. Y un ascenso en la administración para George Steck, si piensa que estaba en línea recta. Qué tan seriamente habían proyectado matar a Dolan, qué tan cerca habían estado de hacerlo si Mike no hubiese volado el globo, eso sí que no lo sé. Por lo menos hablaron acerca de ello. Fuera del cuarto de Mike, en la tarde del último martes.

– Muchacho, Mike dijo que escuchó a dos hombres.

– La versión de Elsie explica eso. El martes en la tarde, como a las dos, subió a su cuarto a cambiar vestido, y al regresar por las escaleras de atrás… cuando llega al segundo piso desde el descansillo se alcanza a ver todo lo largo del corredor.

»Vio a dos personas de pie, hablando frente a la puerta del cuarto de Mike. Ellas no la vieron, supongo. Eran George Steck y Ángela Dolan.

– Pero Ed, Mike dijo…

– Déjame terminar con Elsie primero, tío Am. No se dio cuenta al principio de que tenía algo importante, porque solamente parte de la narración de Mike se filtró hasta la servidumbre, fragmentos de conversación entre los Dolan. Incidentalmente ella y su padre, hablando entre sí, descubrieron que podía ser importante. Y, por supuesto, tienen razón.

– Entonces son más inteligentes que yo – comentó el tío Am frunciendo el ceño.

– No, sino que tuvieron un par de días para reflexionarlo, eso es todo. Piensa un minuto en el horario de la tarde del martes. Después del almuerzo, la madre de Mike lo acostó. Luego sale y Ángela regresa a la casa.

»Mike supuso que su madre estaba en la casa y su hermana fuera de ella, así que… Bueno, ponte en el caso de Mike. Piensa que oye a su madre hablando con un hombre, en la parte exterior de su puerta, acerca de matar a su padre. Y ama igualmente a su padre y a su madre, probablemente con el mismo afecto.

– ¡Jesús! – exclamó el tío Am -. No puede permitir que eso suceda. Ni puede avisar a su padre, denunciando a su madre. Puede haber inventado cualquier cosa, pero inventa la historia de dos hombres, y antes de informar del caso, con toda deliberación, trata de hacer que lo arresten para que se le tome en serio y se detenga cualquier intento en contra de la vida de su padre, sin mezclar en ello a su madre.

– En eso fue en lo que me porté en forma estúpida, tío Am. Debí haber visto la noche del martes que Mike no venía realmente en busca de una pistola. Es bastante inteligente para saber que eso no le aprovecharía nada. Fui estúpido, o debí haberme dado cuenta por el momento en que ocurrió: llegó al minuto de que apagué la luz; debe haber estado vigilando al otro lado de la calle; estaba tratando de que lo sorprendieran. Quería que lo arrestaran para que lo tomaran en serio, y lo hubiera logrado; me hubiera obligado a llamar a un policía si él no hubiese pasado inadvertido el hecho de que traía identificación en su cartera.

– ¡Cristo Santo! – asintió el tío Am – debe ser exacta la explicación, porque no se ajusta de ninguna otra manera. Ángela comprendió qué había sucedido y le entró gran miedo, porque si Mike cambiaba su versión, y la daba exacta, Dolan sabría la verdad. Porque Dolan sí sabía que era Ángela quien se encontraba en la casa.

– Ángela estaba asustada – añadí yo asintiendo con el ademán – hasta en esa primera noche. Sabía que Mike había escuchado una conversación efectiva: ella y Steck no habían sido precavidos porque no tenían la menor idea de que Mike estuviese en su cuarto en lugar de en la escuela. Y adivinó por qué había informado de la conversación en una forma un poco distinta de cómo la sorprendió; y sabía que si cambiaba su versión…

– Muchacho – interrumpió el tío Am -, esto no va a estimular tu propio ego, pero ¿no crees que fue por el miedo tan grande que tenía que llegó hasta el extremo para ganarte a su lado, y obtuvo de ti la promesa de que la tuvieras informada de todo cuando aconteciera?

– Supongo que eso fue en parte, aunque, ¡maldita sea!, no estuvo fingiendo en todo momento, aun cuando estuviera enamorada de Steck. Bueno, el miércoles el peligro se le aproximó más porque Dolan concertó una cita con un sicólogo de niños para que hablara con Mike. Había hasta la probabilidad de que se utilizara la escopolamina.