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– Cuando oyes los tambores y los gongs de la batalla, piensas en un general. Usted es una especie de caballero de la antigüedad.

Gang sólo tenía una taza de agua fría sobre la mesa manchada de vino. Ni bolas de arroz ni tiras de masa frita. Y nada de alcohol. Tal vez estuviera allí sentado porque el restaurante era como su segundo hogar.

– Es demasiado pronto para mí -dijo Gang, cogiendo la botellita.

– Dos cuencos de fideos con ternera picante, tía Yao -pidió Chen.

– El licor extranjero podría ser demasiado fuerte para el desayuno. -Gang estudió la botella de ginebra con detenimiento, dándole la vuelta en la palma de la mano.

– Tiene razón. -Chen se dirigió de nuevo a la tía Yao, diciéndole en voz alta-: Y una botella de vino de arroz Shaoxing.

– No ha venido aquí por los fideos, ¿verdad? -dijo Gang, con un brillo repentino en los ojos-. Dígame si puedo ayudarlo en algo.

– Está bien, vayamos al grano, Gang. Usted fue un líder de los Guardias Rojos al principio de la Revolución Cultural. Tengo algunas preguntas sobre la campaña para «barrer a los Cuatro Viejos». Entonces yo era muy joven, ¿sabe? Había muchas cosas que no entendía. Empiece hablándome de esa campaña.

– Bueno, Mao quería volver a arrebatarles el poder a sus rivales en el Partido, así que movilizó a los estudiantes para que se convirtieran en Guardias Rojos, una fuerza de las bases que combatiría por él. En la primera campaña de la Revolución Cultural, los Guardias Rojos recibieron la orden de «barrer a los Cuatro Viejos»: viejas ideas, vieja cultura, viejas costumbres y viejos hábitos. Así que ciertos enemigos de clase, como capitalistas, terratenientes, intelectuales y artistas famosos, se convirtieron en blancos fáciles. Fueron sometidos a las críticas de las masas, y se registraron sus hogares en busca de «objetos antiguos», que los Guardias Rojos destruían o robaban.

– Sí, a mi padre le quemaron todos los libros. Y a mi madre le arrancaron un collar que llevaba puesto.

– Siento que su familia sufriera. Mao declaró la campaña para «barrer a los Cuatro Viejos» una actividad revolucionaria, y los Guardias Rojos creían cualquier cosa que él dijera. Pegamos muchas palizas, pero más tarde también nos las pegaron a nosotros. -Gang se inclinó para remangarse los bajos de los pantalones-. Mire, a mí me lisiaron de una paliza. Karma.

– Todo se debió a la Revolución Cultural, y usted también pagó un precio muy alto. No sea duro consigo mismo, Gang. En aquella época había infinidad de enemigos de clase «negros», y muchas organizaciones de Guardias Rojos. ¿Cómo se llevó a cabo la campaña?

– Cada fábrica, escuela o unidad de trabajo contaba con una organización de Guardias Rojos o con algún grupo similar, pero también había organizaciones más grandes, como la mía, compuestas por Guardias Rojos procedentes de distintas escuelas. Para realizar una acción «de barrido» contra una familia determinada, por lo general no era necesaria la intervención de una organización grande como la nuestra. Por ejemplo, si su padre era profesor universitario, debieron de ser las organizaciones de Guardias Rojos de la universidad las que asaltaron y saquearon su casa.

Gang dejó de hablar cuando llegaron los fideos y el vino de arroz. La tía Yao había dispuesto las lonchas de ternera en una bandejita aparte, en lugar de colocarlas sobre los fideos. También les trajo, gratis, un plato de cacahuetes hervidos.

– Los fideos «del otro lado del puente» -dijo Gang muy animado, abriendo la botella de vino de arroz de un golpe contra la esquina de la mesa, y levantando sus palillos a modo de invitación, como si fuera el anfitrión-. Para que podamos tomar el vino acompañado de carne. La tía Yao es muy considerada.

– Me han dicho que también enviaron algunas escuadras especiales desde Pekín, del Grupo para la Revolución Cultural del Comité Central del Partido Comunista, el CCPC.

– ¿Por qué le interesa todo esto? -preguntó Gang, levantando la vista.

– Soy escritor -explicó Chen, sacando una tarjeta de la Asociación de Escritores-. Voy a escribir un libro sobre aquellos años.

– Bueno, merece la pena hacerlo, Pequeño Chen. Hoy en día los jóvenes no tienen ni idea de la Revolución Cultural; lo único que saben es que los Guardias Rojos eran monstruos malvados. Debería publicarse algún libro objetivo y realista sobre aquel periodo -dijo Gang, depositando de nuevo los palillos sobre la mesa-. Volviendo a su pregunta. ¿Quién dirigía el Grupo para la Revolución Cultural del CCPC en Pekín por aquel entonces? La señora Mao. ¿Quién estaba detrás de ella? Mao. Cuando las enviaron a Shanghai, esas escuadras eran muy poderosas y capaces de hacer cualquier cosa: golpear, torturar y matar sin informar al Departamento de Policía y sin preocuparse de las consecuencias. En resumen, eran como el enviado especial del emperador que blande la espada imperial.

– ¿Se pusieron en contacto con su organización? Al fin y al cabo, ellos eran como dragones venidos de algún lugar lejano, mientras que ustedes eran las serpientes locales más grandes.

– Solían enviar a escuadras pequeñas con alguna misión secreta. De vez en cuando solicitaban nuestra cooperación. Por ejemplo, si querían adoptar medidas enérgicas contra alguien, nosotros les ayudábamos y, si hacía falta, manteníamos a otras organizaciones alejadas del blanco.

– ¿Recuerda a Shang?

– Shang… Sólo que era actriz. Es todo lo que recuerdo.

– Una escuadra especial se ocupó de ella durante la campaña para «barrer a los Cuatro Viejos». Se suicidó.

– Así que eso es lo que quiere saber. -Gang apuró el vaso de un trago-. No podría encontrar a nadie mejor que yo para ayudarlo, Pequeño Chen. Casualmente, me he enterado de algo acerca de esas escuadras especiales. Algunos actores sabían ciertas cosas sobre la señora Mao en los años treinta, sobre su escandalosa vida privada como actriz de tercera. Por eso quería silenciarlos. Los persiguió hasta la muerte y destruyó cualquier prueba incriminatoria, como viejas fotografías o periódicos. Cosas antiguas, desde luego. En el juicio a la Banda de los Cuatro, lo que hizo la señora Mao durante la campaña se mencionó como parte de sus delitos.

– Es una teoría.

Aunque en el caso de Shang, pensó Chen llevándose el vaso a los labios sin probar el vino, al ser mucho más joven que la señora Mao, no podía tener ninguna información sobre la época en que la esposa del presidente trabajó de actriz.

– No estoy seguro acerca de Shang. No es un nombre que relacione con esos años -siguió explicando Gang mientras se servía otro vaso de vino-. Quizás estaba demasiado ocupado. Pero puedo intentar ponerme en contacto con el que fue mi ayudante entonces, por si él sabe algo. Hace mucho que no lo veo.

– Sería de gran ayuda si él pudiera recordar algo.

– Usted me trata como si yo fuera un representante del Estado y, como tal, debería hacer algo a cambio, naturalmente.

– Se lo agradezco de verdad -respondió Chen, mientras escribía su número de móvil en su tarjeta-. No me llame al número del despacho, no suelo estar.

– Ah, así que usted también es un representante de la ciudad. -Gang examinó la tarjeta detenidamente-. El otro día, cuando condescendió a sentarse conmigo, enseguida supe que usted era distinto. Usted es alguien, Pequeño Chen. Siempre será bienvenido aquí, pero no tiene por qué beber conmigo. Si no, la tía Yao me matará.

– ¿De qué hablas? -preguntó la tía Yao, acercándose a su mesa muy escamada.

– De tu corazón de oro por haber tolerado a un borracho inútil como yo durante tantos años.

– ¿Alguna cosa más? -le preguntó la mujer a Chen sin responder a Gang.

– No, yo ya me marcho. Gracias -contestó Chen levantándose-. No se preocupe, tía Yao. Gang me ha dicho que no beba con él. La próxima vez sólo pediré fideos.

14

Era una mañana cálida y luminosa. Tras consultar el reloj, Chen cambió de idea y decidió no visitar a su madre. La próxima vez, se dijo. Quizá después del caso Mao. Tendría que haberle pedido a la tía Yao que le enviara algo de comida a su madre. El restaurante estaba bastante cerca de su casa, pensó Chen demasiado tarde, dirigiéndose apresuradamente a la estación de metro situada en el cruce de las calles Henan y Nanjin.