Estaba en los brazos de su amor. En los brazos del hombre del que, sin querer, se había enamorado.
Se derritió entre sus brazos, apretándose contra su torso, abandonándose a la promesa de su cuerpo. A la sensación de que entre sus brazos todo era posible. Nunca más estaría sola. Con Hamish a su lado, podía con el mundo entero.
– Susie… Susie, no podemos.
– ¿No podemos?
– No podemos hacer el amor.
Ella se apartó. Y, en ese momento, volvió a la realidad.
Marcia.
– ¿Quieres decir que no podemos hacer el amor aquí, en la cocina?
– Sí, bueno, sería un poco pringoso.
– Sí, es verdad -murmuró Susie, confusa y un poco mareada-. Pero tampoco hay que asustarse.
– No estoy asustado -dijo Hamish-. Yo no quería…
– ¿No querías besarme?
– No, Susie, yo…
– Estás comprometido con Marcia, ya lo sé. Mira, es tarde y los dos estamos cansados… sólo ha sido un beso de buenas noches. O un beso de despedida.
«Mentirosa», pensó. Pero él estaba asintiendo con la cabeza.
– No podemos… Marcia y yo vamos a casarnos.
– Sí, claro. Además, tú y yo… sería imposible. Yo soy tan sentimental.
– Sí, es verdad. Lloras por todo.
– Sí, por todo. Y a ti no te gusta ver llorar a nadie -suspiró ella.
– No.
– Marcia está arriba, Hamish. Es tu prometida, tu futuro. Y yo tengo que ir a ver cómo están Rose y Taffy. Ellos son el mío. Y besándote sólo estoy interfiriendo con la realidad, con lo que tiene que ser a partir de ahora.
Y antes de que Hamish pudiera decir una palabra, Susie salió de la cocina. Al jardín. ¿Al invernadero? ¿A la playa?
Había lágrimas en sus ojos, pero Hamish no podía seguirla.
¿Debía ir con Marcia?
No. Se iría a la cama. Solo.
Capítulo 9
Hamish subió a su habitación, con el corazón pesándole dentro del pecho. Llamó a la puerta de Marcia y, al no recibir respuesta, asomó la cabeza. Marcia estaba hablando por teléfono, con el ordenador sobre las rodillas. Levantó la mirada y, sin dejar de hablar por teléfono, le tiró un beso. Y luego volvió a concentrarse en el ordenador.
No le necesitaba. De modo que Hamish cerró la puerta y fue a su habitación.
A la cama.
¿A dormir?
Imposible.
¿Por qué la había besado? No podían llevar aquello más lejos. Si se casara con Susie, ella esperaría…
¿Si se casara con Susie?
Si se casara con ella, lo odiaría porque volvía a casa muy tarde por las noches. Porque trabajaba los fines de semana. Porque no tenía tiempo de ir al parque con la niña.
No, Susie no era para él. Había pasado treinta años de su vida trabajando para conseguir lo que quería y tirar todo por una mujer…
Y no era sólo una mujer. Era una mujer con una niña pequeña y un cachorro. Un cachorro que aullaba cuando quería algo.
Hamish sonrió.
No, tenía que ponerse serio.
Pero no dejaba de darle vueltas a la cabeza.
Marcia era la mujer que le convenía. Desde luego que sí…
En ese momento sonó un golpecito en la puerta.
– Entra -dijo, pensando que sería su prometida. Pero no era Marcia, sino Susie.
– Perdona si te he despertado.
– No, no…
– ¿Está Taffy aquí?
– No.
– ¿Seguro?
– Seguro -contestó Hamish-. La puerta ha estado cerrada hasta que subí.
– Es que no lo encuentro.
– ¿Se ha perdido? -preguntó Hamish, levantándose.
– No, seguro que no. No tienes que levantarte.
– Pero si no lo encuentras…
– Estará durmiendo en algún sitio, no te preocupes. Este castillo es demasiado grande. Venga, vuelve a la cama.
– Pero estás buscándolo.
– Ya lo encontraré, tranquilo. Además, ya sabes que es muy ruidoso cuando quiere algo. En cuanto tenga hambre se pondrá a aullar. Vuelve a la cama, Hamish.
– ¿Has mirado en la habitación de Marcia?
– Sí, pero está trabajando y no sabe nada. En fin, si oyes aullidos en medio de la noche, ya sabes quién es. He advertido a Marcia para que no se asuste.
– Deja que te ayude a buscarlo.
– No, en serio. Hamish, de verdad, quiero estar sola.
– Pero…
– No sé qué ha pasado antes, pero ha sido algo absurdo y sin sentido. Buenas noches.
Susie cerró la puerta antes de que él pudiera decir nada más.
Debería ir con ella. Debería ayudarla a buscar a Taffy. La idea de que Susie tuviera que buscar sola al cachorro por todo el castillo en medio de la noche lo hacía sentir como un inútil.
¿Qué había dicho? Que lo que ocurrió antes había sido absurdo y sin sentido.
Claro que sí. Los dos lo sabían. Susie era una mujer que controlaba sus emociones y él… él sabía dónde había que poner las emociones.
Y no podía ponerlas en Susie.
A las siete de la mañana, Hamish entraba en la cocina, medio dormido. Jake estaba allí, sentado en el banco de madera.
– Buenos días. ¿Qué haces aquí?
– Kirsty se ha llevado a Rose a casa. Susie está buscando al cachorro y yo he venido a hacer unas llamadas para pedir ayuda a la gente del pueblo.
– ¿Qué?
– Susie ha estado buscando a Taffy toda la noche y está agotada.
– ¿No lo ha encontrado todavía?
– No -contestó Jake, con frialdad.
– Pero no me dirás que ha estado buscándolo toda la noche.
– Bueno, si quieres no te lo digo.
– Le dije que la ayudaría a buscar, pero ella se negó. Espera un momento… habíamos dejado a Taffy en el lavadero…
– Creo que Marcia pasó por allí para salir al jardín. Y debió dejar la puerta abierta -contestó Jake, mirándolo como si fuera un gusano.
– ¿Dónde está Marcia ahora?
– Hablando por teléfono con Nueva York. ¿Dónde crees que podría estar?
Hamish tragó saliva.
– ¿No ha visto al cachorro?
– ¿Tú qué crees?
– ¿Y por qué estás aquí tú?
– Susie llamó a Kirsty al amanecer.
– ¿Por un perro?
– Una bobada, ¿no? Sólo es un perro. Pero Susie lo quiere.
Hamish cerró los ojos.
– Voy a vestirme.
– Sí, muy bien. Espero que te apuntes al grupo de rescate.
– Claro, sí… por supuesto.
– Estará muerto -Susie miraba de un lado a otro de la playa, desesperada-. Se lo habrá llevado un halcón o un águila. Es absurdo seguir buscando… absurdo.
– Tranquila, seguro que lo encontraremos -dijo Kirsty, que había dejado a todos los niños con una chica del pueblo para ir a buscar a Taffy-. Además, hay veinte personas buscándolo.
– ¿Veinte?
– Pues claro. Todo Dolphin Bay te quiere, tonta.
Susie tuvo que hacer un esfuerzo para no ponerse a llorar.
– Seguro que está muerto.
– Seguiremos buscando hasta que lo encontremos.
Hamish no podía creerlo. Había veinte personas buscando a un cachorro.
– ¿Qué haríais si se perdiera un niño?
– Lo mismo -contestó Kirsty, encogiéndose de hombros-. Bueno, seguramente el pueblo entero estaría buscándolo.
– ¿Dónde está Susie ahora?
– La he convencido para que se tumbase un rato. ¿Sabes una cosa, Hamish? Susie no está destrozada sólo por la desaparición de Taffy.
– Sí, bueno… cuando se marche también te echará de menos a ti -dijo él, temiendo el camino que llevaba la conversación.
– Lo que tú digas.
– ¿Jake está buscando?
– Jake tenía una operación esta mañana. Ha tenido que irse.
– Bueno, al menos alguien tiene un poco de sentido común.