TheCreature from Jekyll Island: A Second Look at the Federal Reserve,de G. Edward Griffin, me resultó útil para formular las ideas de Sam Collins y Meagan Morrison acerca de la economía conspirativa. Ese libro me dio a conocer también la Orden Ejecutiva 11110 (capítulo xxiv), dictada por el presidente Kennedy poco antes de su asesinato.
La abadía de Westminster en Londres, además del Rincón de los Poetas (capítulo xix), son fascinantes. Cada noche se organizan visitas temáticas dedicadas a Jack el Destripador (yo mismo disfruté de una) en el East Side londinense (capítulo xliii).
El valle del Loira, en Francia, es un lugar magnífico (capítulo xx). El castillo de Eliza Larocque es una invención mía, aunque me basé en el legendario Chenonceau, edificado sobre el cauce del río Cher. El Barrio Latino de París (capítulo xxiii) es un hervidero de actividad las veinticuatro horas del día y se describe fielmente, al igual que el Museo Cluny (que aparece por primera vez en el capítulo xxvi), con su gran oferta de exposiciones medievales (capítulo xxviii). Los Inválidos y su iglesia del Domo (capítulo xxxvi) son monumentos de París. El sarcófago de Napoleón (capítulo xxxvi) es realmente imponente. La zona del museo militar de los Inválidos dedicado a Napoleón se encontraba en obras cuando estuve allí, de modo que lo incorporé a la historia (capítulo xxxviii). Solo la adición del libro de los merovingios (capítulos xxxvi y xxxviii) es ficticia. El Hotel Ritz, su Bar Hemingway (capítulo xxxiii) y el restaurante Le Granel Véfour (capítulo xxxvii) existen de verdad. La fascinación de Meagan Morrison por el subsuelo de París (capítulo lxiv) refleja mí pasión por esos pasadizos subterráneos.
Pozzo di Borgo (capítulos xx, xxiii y xxxv.) es un personaje real. Fue un amigo de la infancia de Napoleón y luego su enemigo acérrimo. La vida de Di Borgo y su vendetta corsa se describen fielmente. Fue esencial para convencer al zar Alejandro de que no firmara la paz con Francia, hecho que a la postre llevó a Napoleón a la ruina. El interés de Di Borgo en un tesoro perdido y el vínculo de su familia con Eliza Larocque son pura invención.
El abate Buonavíta (capítulos xxv y xlvi) estuvo en Santa Elena con Napoleón y se marchó poco antes de que el emperador falleciera. Se le permitió llevar consigo varias cartas personales para la mujer y el hijo de Napoleón. La inclusión de mensajes secretos en esas cartas es obra mía. La visita del príncipe de Joinville a Santa Elena en 1840 con el fin de recuperar los restos de Napoleón y devolverlos a Francia se produjo tal como se describe (capítulo xxxvii). Los allí presentes y sus comentarios también se han citado fielmente.
La Torre Eiffel desempeña un papel fundamental en esta historia. Al igual que Sam, Stephanie y Meagan, yo subí los varios centenares de escalones metálicos hasta las plataformas primera y segunda (capítulo xxxix). Los lugares y la geografía de la torre, incluida La Salle Gustav Eiffel (capítulos xxxix, xlviii y xlix) son reales, y el sorprendente efecto que tiene un beso en la esperanza de vida humana (capítulo xliv) también lo es, al igual que el estudio al que hace referencia Meagan Morrison.
Las catorce líneas que contienen información codificada en forma de letras alzadas (capítulos xxxix y xlvii) pertenecen a la leyenda asociada a Rennes-le-Château, que exploré en mi novela Los caballeros de Salomón.
Mientras me documentaba para esa historia, me topé con estos dos pergaminos legendarios. Puesto que nadie ha visto esos documentos, y dado que su mensaje secreto – “Al rey Dagoberto y a Sión pertenece el tesoro y él está muerto allí”- era pertinente para esta historia, me apropié de ellos. La única modificación fue suprimir la designación II. Dagoberto I fue un gran rey merovingio y su monumento funerario del siglo xiii se halla en la basílica de Saint-Denis (capítulo lxi). Napoleón sentía fascinación por los merovingios (capítulo xxxiii). Al entrelazarse todos estos hechos aparentemente dispares de forma repentina, me pareció que lo mejor era aunarlos. Espero que los puristas de Rennes-le-Château puedan perdonarme.
La basílica de Saint-Denis es un tesoro nacional francés. Dada su localización al norte del corazón de París, pocos turistas llegan hasta allí, lo cual es una lástima. Se pierden algo más sobrecogedor que Notre Dame. Los capítulos lxvii-lxxvii describen la iglesia con detalle, incluidas las obras que se estaban llevando a cabo cuando yo la visité. Solo añadí la marca en forma de olivo y el túnel subterráneo (capítulo lxxvii).
La legislación del Congreso mencionada en los capítulos li y lii y conocida como Ley de Modernización del Servicio Financiero (Gramm-Leach-Bliley) y Ley de Modernización de Futuros sobre Bienes Comercializados, adoptadas en 1999 y 2000 respectivamente, son reales y ahora la mayoría de los expertos afirman que estos desastrosos intentos de desregulación contribuyeron en buena medida a la debacle económica de 2008. 60 Minutes dedicó parte de un programa a exponer sus efectos.
La idea de que Osama bin Laden pudo aprovecharse de los atentados del 11-S vendiendo acciones al descubierto ha sido postulada durante años por los aficionados a las teorías de la conspiración. En realidad, Estados Unidos llevó a cabo una investigación, y el artículo francés mencionado en el capítulo lii se publicó realmente, pero nunca se ha corroborado ninguna venta al descubierto.
La idea de que puede obtenerse rédito del caos (capítulo lii) no es nueva. Lo que se describe en el capítulo xxiv sobre Yugoslavia es cierto. La sabiduría política que contienen los cuatro papiros (capítulos xxvii, xxix y xl) es una adaptación de The Report from Iron Mountain. Según este documento, en 1963 se creó una comisión de quince miembros, conocida como Grupo Especial de Estudio, para evaluar los problemas que sobrevendrían si Estados Unidos entraba en un estado de paz duradera. Se reunieron en un refugio nuclear subterráneo denominado Iron Mountain y trabajaron en secreto durante dos años. Un miembro de la comisión, un profesor anónimo de una universidad del Medio Oeste, decidió hacer público el informe y Dial Press lo publicó en 1967.
Por supuesto, solo es cierta la parte relativa a Dial Press. El libro se publicó y se convirtió en un best seller. El consenso general es que el informe era falso. El libro Guinness de los récords catalogó The Report from Iron Mountain como “el engaño literario más exitoso”. Aun así, las ideas presentadas en el “informe” acerca de la guerra, la paz y la estabilidad política son, cuando menos, interesantes. La idea de que la sociedad permite en tiempos de amenaza lo que jamás toleraría en tiempos de paz es especialmente relevante a día de hoy.
El oráculo en el que Eliza Larocque deposita su confianza es real. El libro del destino, anteriormente en posesión de y utilizado por Napoleón sigue en catálogo. Todas las preguntas y respuestas citadas en los capítulos viii, x, xxix y lxvii se han extraído del oráculo. La dudosa historia del oráculo (capítulo viii) es contradictoria. Napoleón era muy supersticioso y el destino intervenía en sus decisiones (capítulo x), pero ¿consultaba un oráculo a diario? Nadie lo sabe. No obstante, la idea es cautivadora.
Es cierto, como señalaba Eliza Larocque, que, con la salvedad de Jesucristo, la figura histórica sobre la que se han escrito más libros es Napoleón, aunque el emperador sigue siendo un enigma. Por un lado era un administrador capaz y competente y, por el otro (como lamenta Eliza Larocque en el capítulo xxxv), un hombre sin lealtad que dio la espalda a su familia, amigos y país. Su odio hacia los financieros y su renuencia a incurrir en deudas es un dato histórico (capítulo xvi). También creía en el expolio. En ese sentido, era realmente un merovingio moderno. Por supuesto, él diría que lo que arrebató era simplemente un botín de guerra, y quizá tuviese razón. El hecho de que se guardara algunos de esos botines para él -el tesoro de Napoleón, que desempeña un papel esencial en esta historia- todavía es motivo de discusión. Nadie lo sabe ni lo sabrá nunca. Por el contrario, Napoleón continuará siendo objeto de estudio y debate. Cada libro que lo proclame un santo vendrá seguido de otro que lo tache de demonio. Quizá, al final, fue él quien lo expresó mejor: “Pese a los intentos por relegarme, eliminarme y acallarme, será difícil hacerme desaparecer del todo del recuerdo ciudadano”.