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…en los ojos de María toda la melancolía y la pena de mí mismo que me invaden por la noche, cuando contemplo el mar desde mi ventana, tan parecidas y al tiempo tan distintas de cuando desde el fuerte de Sant'Angelo contemplaba ponerse el sol en el mar…

* * *

…hodie Lazzari díjome haber llegado la respuesta de condena de Malta y que sería por tanto muy prudente que yo dejara Mesina de inmediato…

* * *

¿De qué huir te vale

si el enemigo un dardo

presto ensarta desde lo alto de la roc

a donde está el reino papal?

¡Ay de ti, desventurado! Pero ¿qué boca

la palabra te dirá que trueca en bien el mal?

La única, la sola…

* * *

…He caminado largo rato en medio de la más tupida oscuridad aunque todavía era de día.

Hasta que al llegar cuando ya anochecía a un lugar áspero y salvaje que caía en picado al mar, me quité toda la ropa y quise, al final, cumplir mi propósito.

Extendiendo los brazos como para levantar el vuelo, los ojos bien abiertos, hacia abajo me dejé ir. Pero tal vez no supe separarme bien del borde, de tal manera que, en lugar de caer, largo rato resbalé por la cresta que me desgarró la piel, hasta que una grande planta de sorgo detuvo mi caída. Ya no me quedaron ánimos para volver a intentar el salto, me faltó el valor, es más, un tanto atemorizado, empecé con gran esfuerzo de nuevo la subida.

Pero al llegar a un brazo de la cresta, los pies ya no encontraron presa y así me quedé agarrado con las solas manos a las piedras que sobresalían. Desesperado, en la certeza de la muerte que ahora horror me causaba, púseme a gritar.

Cuando ya me faltaban las fuerzas, se me presentó un rostro que pareciome de un ángel. Era un sorprendido y joven pastor que enseguida puso manos a la obra. Tumbado en el suelo y alargando los brazos, fuertemente me agarró, y yo entonces, sintiéndome más seguro, logré recuperar la presa de los pies.

Puesto a salvo, permanecí extenuado en el suelo, respirando afanosamente. Pero poco a poco empecé a sentir con asombro que recuperaba el vigor de hombre que para siempre creía perdido. De tal manera que ante aquella visión se echó a reír el joven pastor, que justo por eso fue de mi agrado y díjome que sí cuando yo le rogué que a mi lado se tumbara…

* * *

…¿hasta cuándo durará esta vida mía que ni paz ni sosiego encuentra?

* * *

…mañana emprendo viaje a Palermo.

Lazzari díjome haberse puesto de acuerdo con los frailes franciscanos de allí, que, al parecer, me aseguraban no sólo trabajo sino también protección contra los guardias del Papa y los Caballeros de Malta, que todos mi muerte desean…

Palermo

El lector observará que sobre la estancia palermitana del pintor he transcrito tan sólo unas pocas líneas.

En realidad, las páginas no eran muchas. No cabe duda de que el encuentro con el misterioso fray Giuseppe, superior del convento de los franciscanos, es para Caravaggio muy beneficioso. El fraile, con sus nenias y con su presencia, consigue de alguna manera abrir tal paréntesis de inesperada serenidad que Caravaggio llega a escribir que está viviendo «¡un corto y apacible estío!».

Unas palabras que, habida cuenta de su situación, resultan cuando menos sorprendentes.

* * *

Pero, llegados al final, cabe plantearse algunas preguntas.

¿Cómo es posible que este borrador haya permanecido en las manos de Minniti? ¿Por qué Caravaggio no lo llevó consigo al embarcar?

Una de las respuestas posibles es que el pintor, consciente de que iba a emprender un viaje de inciertas consecuencias, quiso dejar provisionalmente aquel documento en las manos dignas de toda confianza de su amigo, para que éste se lo enviara más adelante. En efecto, no consta ningún testimonio de que Minniti embarcara con él.

Y Caravaggio ni siquiera necesita solicitar esos papeles durante su estancia napolitana, pues las cosas parecen resolverse a su favor gracias a la mediación que en su nombre está llevando a cabo Scipione Borghese con el nuevo Papa, del cual es, por otra parte, sobrino.

En suma, el último espejismo.

* * *

…Durante todo el viaje, que siempre discurrió al lado el mar, nunca supe si era de día. Jamás vi la luz, una calina más o menos espesa me cubría la vista, y yo ya no veía cómo eran los colores sino que de ellos sólo recordaba cómo habían sido…

* * *

…Comoquiera que llegara al convento de los franciscanos muy fatigado del viaje, el superior, que era hombre muy delgado pero de gran ingenio, díjome enseguida que los frailes querían que pintara una Natividad para el oratorio de San Lorenzo y que me darían 800 escudos. Díjome también que de mí todo lo sabía, que el convento era un lugar seguro y que yo podría empezar la obra cuando más me apeteciera…

* * *

…toda la noche en desvarios y gritos hasta que el superior, que la celda de al lado ocupaba, acudió a la mía.

Ninguna pregunta me hizo, sino que una mano mía entre las suyas tomó. Después empezó a entonar en voz baja una cantilena cuyas palabras no entendí pues me parecieron en arábiga lengua. Sin embargo, muy despacio caí de nuevo en el sueño y hasta que se hizo de día estuve durmiendo como un tierno infante…

* * *

…he contado al superior, que llámase fray Giuseppe, la damnatio mea del sol negro. Él no pareció sorprenderse ni dijo que fuere obra del demonio. Pero al llegar la noche acompañome a mi celda y, en cuanto me hube tumbado, ordenome clavar fijamente los ojos en los suyos todo el tiempo que pudiera sin parpadear. Así me quedé hasta que de mis ojos algunas lágrimas empezaron a brotar. Entonces él me dijo que los cerrara y apoyó su mano, que pareciome hervir, sobre mis ojos, mientras otra cantilena de arábiga lengua de sus labios surgía…

* * *

…desde hace seis días duermo sin perros…

* * *

…fue a la mañana del séptimo día que vivía en el convento cuando, al abrir los ojos, supe que había desaparecido la calina, y, habiendo corrido a la ventana, volvió a deslumbrarme el sol como desde hacía mucho tiempo no me ocurría…

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…en la Natividad he vuelto a encontrar mi verde, mi bello y rutilante verde…

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…¡un tan breve y apacible estío!

Minniti, recién regresado de Siracusa, díjome haber sabido que dos señores de Palermo habían recibido de Malta la orden de matarme en cuanto saliera del convento. Díjome también que en Nápoles la marquesa Colonna podría hospedarme en el palacio de Cellamare…

* * *

…han vuelto los perros de la noche…

* * *

…y el sol nuevamente negro…

* * *

…mañana por la noche embarcaré rumbo a Nápoles disfrazado de fraile para engañar un poco a la muerte…