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…He empezado a trabajar en la Decapitación de San Juan Bautista y la luz negra del sol negro ya no me abandona. Para mí ya no hay diferencia alguna entre la noche y el día…

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…Fray Raffaele, tras haberme visto pintando el muro de la cárcel delante del cual se produce la decapitación, pidió hablarme en la celda. Y allí, sin que yo nada le hubiese dicho del estado en el cual me encontraba, preguntome primero si la decapitación que estaba pintando ocurría de día o de noche. Grande fue la impresión que me causaron sus palabras. El fraile bien había adivinado mi estado. Ocultando mi estupor, respondile que deseaba saber la razón de su pregunta. Entonces él gravemente díjome que había comprendido que la luz de la decapitación era la luz del sol negro. Yo prontamente lo negué. Pero él me repitió que tratábase de un maleficio supremamente diabólico. Díjome también que el Creador había creado y gobernado toda la materia para sus fines y propósitos, y que por tanto la visión del sol y su luz significaba obediencia a la ley opuesta, contraria a la divina, significaba abrazar por verdadero su contrario, lo contrario de los propósitos del Creador Supremo. Si el sol es vida, el sol negro es muerte, dijo también. Aconsejome ayuno y oración. Pero ahora yo sé que toda la existencia mía, mucho antes de que Celestina me diera aquel brebaje, había empezado y seguido siempre bajo el signo del sol negro…

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…El día del Señor 14 de julio de 1608, habiendo venido el Gran Maestre a ver el estado de la pintura de la Decapitación, mientras yo devotamente me inclinaba ante él, me apoyó una mano en el hombro y díjome a modo de saludo:

– Caballero…

Mientras yo casi me desvanecía de estupor y felicidad, él revelome que, desde hacía ya unos cuantos meses, el papa Pablo V había dado su consentimiento al hábito y la cruz, en derogación de la regla según la cual no puede ser nombrado caballero quien de homicidio se hubiese manchado, y que él, como Gran Maestre, había tenido que esperar al día en que yo terminaba el año de noviciado (que caía justo aquella jornada) para darme la nueva.

Y eso quería decir que, en cuanto acabara de pintar la Decapitación, podría regresar a Roma libre y sin temor de arresto, estando ya sin efecto la condena a muerte.

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…Hodie, a ver el descubrimiento de la Decapitación con el Gran Maestre han acudido los ocho caballeros capitulares, el colegial mayor, el Inquisidor y fray Raffaele.

En el silencio que hubo nada más caer la sábana, el Inquisidor, el único que tenía la facultad, habló en primer lugar. Dijo que el Bautista muerto parecíale más vivo que los vivos. Al oír sus palabras, fray Raffaele, que de repente había palidecido, mirome con cierta inquietud. El Gran Maestre, en cambio, se inclinó hacia mí y susurrome que jamás en su vida había visto en una pintura una muerte tan verdadera. Entonces yo respondí que quizá sólo quien ha dado la muerte sabe pintar la verdad de la muerte.

Entretanto, fray Raffaele, que mucho se había entretenido en mirar de cerca la Decapitación, pegó un salto hacia atrás, y con el rostro muy pálido me preguntó si era cierto lo que le había parecido ver, es decir, que yo había puesto mi firma empleando para ello la sangre derramada por el Bautista. Había sido el único en darse cuenta. Díjele haber visto bien.

Él replicó entonces que el haber cometido semejante osadía era suma blasfemia y que un gran mal me acontecería…

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…he sabido que los flamencos Vinck y Finson, que tienen taller en Nápoles, han puesto a la venta dos cuadros bellísimos que yo hice, una Virgen del Rosario que es una pieza grande de dieciocho palmos, por la que piden nada menos que 400 ducados, y un cuadro de cámara de tamaño mediano con figuras de medio cuerpo, que es un Holofernes con Judit por el que no darían ni siquiera 300 ducados. Para la Virgen del Rosario, que empecé poco tiempo después de que me pareciera haber alcanzado la bonanza tras haber sufrido un mar embravecido en el alma y en el cuerpo, cuando ya veía bien los colores, mucho me deleité en reunir a pordioseros y mendigos de ropa harapienta y pestilente suciedad y en pintarlos de esta guisa en ademán de descuidada oración entre los frailes dominicos…

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…El Gran Maestre, que hombre de gran valor se mostró en la batalla de Lepanto, practicaba todavía las antiguas usanzas que semejaban pertenecer a tiempo pasados. Aparte del sobrino, tenía otros tres pajes.

Uno de ellos, de nombre Aloysio, de suaves modales y bellísima apariencia, solía acudir a mi celda. Mucho se parecía al zagal que tuve por modelo para mi cuadro que se llamó El amor victorioso. Aloysio mucho se solazaba con un pequeño reflector que yo me había hecho por mi cuenta y asaz se complacía en verse reflejado en la tela. Un día entró en mi celda mientras yo estaba fuera. Al volver, lo encontré desnudo delante del reflector y quiso que yo lo retratara. Tras haberlo hecho, guardé el cuadro debajo de la cama. Unos cuantos días después, mientras conmigo estaba, me contó un desaire que le había hecho el paje sobrino y rompió a llorar profusamente. Yo lo abracé en mi afán de consolarlo y entonces él tiernamente me besó. En aquel instante la puerta no bien cerrada se abrió de par en par bajo el ímpetu de un caballero de Justicia cuyo nombre no digo. Todos sabían que se había prendado de Aloysio, por lo que, viéndonos abrazados, fue presa de una ciega furia. Gritando injurias contra mí, propinó un fortísimo puntapié a la cama, la cual se desplazó, dejando al descubierto el retrato de Aloysio desnudo. Entonces, desenvainada la espada, me apuntó al pecho. Pero yo, en un abrir y cerrar de ojos y apartando a Aloysio, que estaba sentado sobre mis rodillas, me levanté, me impuse fácilmente al caballero y lo saqué de la celda, pinchándole las posaderas con su misma arma mientras Aloysio rodaba por el suelo muerto de risa.

Unos días después, el miserable caballero de Justicia le dijo a fray Raffaele haberse enterado por Aloysio de que, para pintar la calavera del San Jerónimo escribiendo, yo había mezclado con los colores también cierta cantidad de simiente mía natural, tras haber conjurado al demonio. Tan ridícula acusación bastó para que me encerraran en el fuerte de Sant'Angelo. En vano supliqué ser escuchado por el Gran Maestre para defenderme, explicando la verdad…

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…Dos meses en el fuerte de Sant'Angelo.

La primera vez que soñé con la rosa blanca no supe al principio dónde se encontraba; parecíame en suspenso a media altura en el aire, sin que nada la sostuviese.

La segunda vez que soñé con ella, la rosa parecía descansar sobre un trozo de carne roja, casi como si fuera el miembro de un hombre que permaneciera de pie.

La tercera vez que se me volvió a aparecer en sueños, comprendí que era la rosa que yo había pintado, para un cuadro destinado a la venta, en la oreja de Ramorino, un joven de placer que algunas veces llevaba una rosa ensartada en el trasero como para rendirle gentil homenaje.

Al despertar, sufrí largo rato la mordedura de la carne, que jamás me abandona…

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…todos jóvenes de placer y meretrices y después también

Ramorino

Bacchino

Filippello

Gelmino

El joven que tocaba el laúd cuyo nombre no recuerdo

Orsetto

Biondino