Luchino flautista
Geppino
Rossetto
Y entre las mujeres:
Nina Nina Nina Nina Nina
Lena
Anna la senesa
Fillide
Zena
Marzia
Colombella
Foschetta
Zippina
Marolda
Flavia
Lucrezia
Tonia…
…En el fuerte de Sant'Angelo contemplo el mar desde la ventana de la mañana a la noche y paréceme que, a causa del forzado desuso del cuerpo, la mente por el contrario se llena de historias de mi vida…
…Hasta los doce años que pasé en Caravaggio, después de que la peste nos empujara a escapar de Milán, estuve trabajando en el campo, tras lo cual quise regresar a Milán cuando apenas tenía trece años…
…En la iglesia de San Francisco el Grande, adonde había ido a oír misa, pude contemplar una cosa jamás vista. Era el cuadro de Leonardo que llámase La Virgen de las Rocas. Mientras lo miraba, no me llegó la voz del oficiante ni sonido alguno; empezó a dolerme la cabeza y en todo el cuerpo me asaltó un intenso calor de fiebre. Al terminar la misa y tras haber salido de la iglesia, nada más dar unos pasos, a la fuerza tuve que regresar para volver a contemplar el cuadro que no me cansaba. Por la noche tuve todavía mucha calentura, daba en desvarios y un rumor como de mar agitado me golpeaba la cabeza de tal manera que, tras levantarme al amanecer, regresé de nuevo a San Francisco el Grande, encontré la puerta de la iglesia todavía cerrada y me invadió tal furor que con puñadas y puntapiés empecé a golpearla repetidamente…
…hasta que pude ir finalmente al taller de Simone Peterzano bergamasco, que fue de Tiziano alumno, en el mes de abril. Cuatro años tuve que permanecer en el taller, comía y dormía en casa de Peterzano para adquirir práctica en la pintura. Peterzano me pidió veinte escudos de oro al mes. Dos paisanos que comerciaban con pieles fueron fiadores…
…En Brescia Savoldo, en Bérgamo Lotto, en Cremona los Campi, y sin embargo siempre, cada vez que regresaba, a San Francisco el Grande corría con delirio…
…y tomando los 395 imperiales que míos eran y no tenía que compartir con nadie, regresé a Milán. Aquí había conocido a una tal Antonina Dal Pozzo, llamada por todos Nina y que a muy caro precio comerciaba con su cuerpo. Yo tenía entonces dieciocho años y muy poca práctica en el ejercicio de las mujeres. Tras haber mercadeado con Nina el precio de toda una noche y llegada la hora e ido a su casa, ella no ofreció ni vino ni ninguna otra cosa que alegrarnos pudiera. Yo dile entonces unas cuantas monedas para comprar comida y vino del bueno. En cuanto ella se fue, yo me subí a la cama y escondí 300 imperiales por encima de una viga del techo. Ella regresó con vino, requesón, fruta y pan. Yacimos juntos hasta cuando ya era de día. Después, cuando me quedaba todavía deseo de sus carnes hermosas, mercadeé el precio de aquel mismo día y de la siguiente noche. Más monedas di para comprar más vino y lo que más le agradara. Pero Nina, antes de irse, quiso ver cuántas monedas tenía yo para pagar el negocio de su cuerpo. Tras ver los 85 imperiales que yo guardaba en la bolsa, se tranquilizó. Al volver, díjome haber invitado a su casa a dos amigos que se presentarían cuando se hiciera de noche para unas cuantas horas de juego. Aquello doliome, mas la cosa ya estaba hecha. Y para que se me pasara el negro humor, ella muy pródiga fue de sí. Vinieron los dos amigos; uno, que se llamaba Filetto, era un bardaje, mientras que el otro, llamado Jacobo, era un goliat de torva figura. Hablamos por espacio de una hora y largamente bebimos. Nina, medio desnuda, permanecía sentada sobre mis rodillas. Y yo me había quedado en camisa y calzones. Fue entonces cuando Filetto me propuso practicar con él y Nina en la misma cama. Jacobo sólo tendría que mirar, que tal cosa sobremanera le agradaba. Yo consentí y Nina se levantó jubilosamente de mis rodillas. Entonces, Filetto diome un fuerte empujón con un pie y me hizo caer junto con la silla. Tras haber comprendido el engaño, me levanté y eché mano del cuchillo, pero no pude esquivar el puño de Jacobo en el rostro. Nina salió corriendo para pedir a gritos socorro. Cuando Jacobo se aprestaba a propinarme otro puñetazo, yo me abalancé sobre él y le traspasé un hombro. Fue entonces cuando dos guardias, que prontamente habían acudido a la llamada, me arrestaron, porque Nina, Jacobo y Filetto juraron y perjuraron que había sido yo el que los había asaltado a ellos, desvariando a causa del demasiado vino. Me trasladaron a la cárcel en camisa y calzones mientras Nina, Jacobo y Filetto se repartían los 85 imperiales que yo guardaba en la bolsa. A los guardias dije llamarme Lorenzo Lotto, nombre que ellos jamás habían oído. Condenado a tres años, en la cárcel sólo estuve ocho meses hasta que cerré un trato con un jefe de los guardias llamado Lomellino. Éste díjome que Nina había desaparecido y que ahora en su casa no vivía nadie. Lomellino consiguió luego sacarme de la cárcel sin pena o peligro alguno. Aquella misma noche me fui con él a la casa de Nina y, tras forzar la puerta, cosa no muy fatigosa, recuperé los 300 imperiales, de los cuales le di 200 a él según lo pactado…
…de Lena. Ella era una joven de gran belleza que vivía con su madre viuda, a quien yo conocía, y otras hermanas. La veía pasar a altas horas de la noche por donde yo vivía y mucho la miraba por la gracia de todo su cuerpo. De ella mucho estaba prendado un notario que llamábase Mariano Pasqualone y por esposa la quería, pero la madre de Lena díjome no fiarse de semejante suerte de notarios a pesar de estar su familia muy necesitada. Lena también desdeñaba al notario, el cual parecíale viejo y un tanto desaliñado en lo personal, a tal extremo que a veces, por la excesiva proximidad, percibía su mal olor. Yo propuse entonces que Lena me sirviera de modelo y de buen grado aceptaron madre e hija. Sin embargo, el notario abordó a la madre, quejándose de que hubiera rechazado su petición de matrimonio con su hija y se la hubiera concedido en cambio como concubina a un hombre excomulgado y maldito. No contento con eso, denunció después a Lena como una mujer que se plantaba en la plaza Navona en busca de hombres y a mí como peligroso delincuente. Pasqualone obtuvo del tribunal la prohibición de que yo frecuentara a Lena y tuvo la desvergüenza de ir a entregarme personalmente la notificación a mi casa. Entonces yo, tomando medio caballete, se lo arrojé a la cabeza. Él, ensangrentado, salió corriendo a la calle para llamar a los guardias. Entretanto Lena atrancó la puerta temblando, y por primera vez y con mucha pasión conmigo yació. Fui detenido, pero el cardenal Borghese dio enseguida un paso al frente…
…corrió la malévola voz de que el rostro de la Virgen de Loreto pintada por mí era el de una prostituta, es decir, el de Lena. El rostro es ciertamente el dulcísimo de Lena, pero ella jamás fue una puta sino una mujer amorosa a la que yo mucho amé, y fue el notario quien así la llamo en su denuncia…
…herido en la garganta y en la oreja izquierda, me refugié maltrecho en la casa de Andrea Ruffetti en la plaza Colonna. Dije haberme herido yo mismo con mi propia espada al caer por la calle. En verdad, se había tratado de dos estocadas que Tiberio Barrocco me había lanzado tras enterarse de que la víspera yo había abusado mediante el uso de la fuerza de su amante Angiola. Pero eso no era cierto, Angiola se había acostado conmigo por su propio placer, pero después declaró haber sido violada…
…Hodie fray Raffaele ha venido a decirme que él se cree la acusación. No obstante, también ha querido asegurarme que no dirá ni una sola palabra, si fuera interrogado, de lo que yo le confesé acerca de la visión del sol negro. Parece que el Inquisidor en persona ha declarado su firme voluntad de aclarar la acusación que se me ha hecho de haber practicado las artes mágicas. Lo discutirá, díjome el fraile, con el Gran Maestre en cuanto terminen los festejos anuales en conmemoración de la batalla de Lepanto…