Pero el comienzo de la vía era frente a la Estación General Artigas en AFE. Desde allí a la estación Cordón el tren fue en sus primeros tiempos a paso de peatón, precedido por un escampavías a caballo que portaba una bandera roja para alertar a los demás vehículos. La cruzaba Agraciada a la altura de la calle La Paz. Desde la estación Cordón, el tren adquiría su velocidad efectiva, pasando por debajo de los tres puentes en las calles Yaro, Sierra y Arenal Grande. De ahí en adelante pasaba por callejones que cruzaban trasversalmente las manzanas. Antes de llegar a Bulevar su recorrido pasaba por donde hoy está el Club El Tanque Sisley y aún existe la senda en la manzana limitada por Miguelete, Nicaragua, Duvimioso y Acevedo Díaz que indica con claridad el trayecto que tenía línea.
Luego de cruzar Bulevar la vía continuaba por la vereda sur de Monte Caseros.
En el patio de casa teníamos grafiones, nísperos, naranjas, limas, guindas, damascos y una higuera inmensa al fondo. Desde la casa hasta el gallinero un parral cubría la vereda de baldosas que atravesaba el patio.
Mi padre tenía una madera muy gruesa que colgaba de la higuera y que usaba como blanco. Se entrenaba todos los días. Tenía dos 38” y una automática y tiraba con las tres armas. Usaba las tres por el recalentamiento del caño. Mientras se enfriaba una seguía tirando con otra. Hacía entre treinta y cuarenta disparos diarios para estar en forma. Y te digo que lo he visto pegar a una moneda desde una distancia de veinte metros.
Papá no tuvo tiempo de sacar el arma, fue una cosa tan sorpresiva y estaba descuidado porque iba leyendo una carta. Era muy rápido, tenía una puntería tremenda. Si hubiera estado alerta, quien sabe que hubiera pasado. Han dicho que justo ese día iba sin custodia, pero eso no es verdad. Papá jamás llevaba escolta. Se desplazaba con un chofer, pero nunca iba acompañado de guardaespaldas.
El pobre Seluja era un hombre nuevo en la policía, sin ninguna experiencia, incapaz de reaccionar frente a una situación inesperada.
Por eso yo reclamé que estuviera su nombre en la placa que se puso en conmemoración del asesinato de mi padre
No querían poner a Seluja, querían homenajear solamente a papá. Eso me pareció una injusticia. Finalmente por iniciativa del edil Guedes, se hizo ese pequeño monumento conmemorativo de ladrillos, con una placa de mármol negro que está en la plazuela de Monte Caseros y Bulevar. Es lamentable que no se haya hecho ni un modesto cantero de flores a su alrededor. Pero bueno, por lo menos el nombre de Seluja no quedó afuera. [21]
El paso sobre la vía obligaba a los coches que rodaban hacia el norte a desviarse hacia la izquierda, pues estaba sobre el último tramo de la calle Pagola. Para retomar Bulevar o dirigirse hacia Monte Caseros era necesario realizar una amplia curva, en un ángulo de noventa grados, lo que significaba poner el coche a la velocidad de un peatón.
El lugar había sido inteligentemente escogido para la emboscada. El Ford del comisario pasó lentamente sobre las vías y giró a la derecha para alcanzar el inicio de Monte Caseros.
Antes de que el bisoño Seluja pudiera colocar la segunda, se escuchó el primer disparo. Eran exactamente la una y media, según el relato de un testigo ocular que en ese instante miraba su reloj.
Un hombre salió al paso del vehículo desde la vereda opuesta a la vía, haciendo fuego con su pistola, mientras, simultáneamente, otros dos abandonaban una zanjita cercana, donde estaban escondidos, iniciándose un ininterrumpido tiroteo sobre el coche.
Al sentirse herido, Seluja aceleró la marcha tomando Bulevar hacia el norte, pero unos metros más allá de la bocacalle de Monte Caseros se arrojó o cayó del automóvil, continuando, entonces, el coche sin dirección, hasta que fue a parar, luego de un brusco viraje hacia la derecha, sobre un terreno baldío de la margen este del bulevar.
El auto había sido baleado especialmente desde el ángulo izquierdo y desde atrás, habiendo disparado los atacantes más de veinte tiros, algunos de los cuales, dirigidos al chofer con toda precisión, dejaron sus huellas coincidentes en un mismo punto del parabrisas.
El coche mostraba una perforación en el parabrisas, dos en la capota, una en la portezuela delantera izquierda, dos en la trasera del mismo lado y otras cuatro por la parte de atrás de la carrocería.
En el asiento trasero del Ford, yacía con la cabeza recostada sobre la capota recogida, el comisario Luis Pardeiro. Uno de los proyectiles le había impactado en la frente y la masa encefálica quedó desparramada sobre la parte superior del asiento que ocupaba y sobre el guardafangos izquierdo.
En medio de Bulevar, a unos metros del coche, yacía el cuerpo del chofer Seluja con dos heridas mortales en el costado izquierdo.
Quince cápsulas quedaron esparcidas en la calle.
Cuando los tres hombres empezaron a correr por Bulevar hacia Hocquart, a sus espaldas agonizaban dos personas.
El ruido de los disparos había atraído a algunos vecinos y transeúntes que observaron cómo los atacantes doblaron por Hocquart.
Un grupo de gente comenzó a perseguirlos arrojándoles piedras y latas, pero pronto se detuvieron al ver que los que huían los amenazaron con sus armas. Al llegar a Victoria los tres sujetos tomaron hacia el norte. Luego de correr unos instantes sintieron que un vehículo venía detrás de ellos. Decididos le hicieron frente y bajo amenaza lo conminaron a virar hacia el sur. Era un camión que transportaba carne y su chofer declaró luego:
El que nos amenazó es más bien bajo, de complexión fuerte, cara bastante redonda, poblada por una barba escasa de color rojizo. Usaba lentes apenas ahumados con armazón de carey y llevaba una gorra común con visera. Su traje era nuevo, de color marrón o guindo a rayas de fantasía. Al cuello llevaba un pañuelo blanco bien ajustado. Los otros dos que lo acompañaban eran delgados y uno de estos, el más alto de los tres, tiene en la cara un profundo surco que hace sobresalir la mandíbula y el pómulo. Tenía un saco azul de mecánico y pantalón de otro color. Los vi seguir por Victoria hasta Coquimbo y doblar por ésta hacia la izquierda. [22]
El mecánico Raúl Gauthier trabajaba en el garaje propiedad de Antonio Pérez Hernández, en la calle Coquimbo 2323, entre Patria y Juan Paullier, cuando vio que alguien maniobraba con su automóvil en la puerta del taller. Al acercarse pudo observar que dos hombres ya estaban instalados en él y que un tercero había subido al pescante. El vehículo comenzó a moverse marcha atrás y Gauthier les gritó que lo dejaran. Los tres hombres, con las caras descompuestas de correr, le apuntaron con sus armas gritándole: Párese, al tiempo que llegaban a la esquina, siempre marcha atrás, tomando por Juan Paullier hacia afuera.
Uno de ellos era grueso y rubio y vestía un saco de mecánico y una boina azul; el del pescante tenía saco azul y el que estaba instalado en la parte trasera vestía blusa azul y gacho negro.
Esta fue la descripción que dio Gauthier de quienes se fueron con su Studebacker 1929.
El coche, que improvisadamente había servido para la fuga, fue abandonado en Pando y Ceibal, frente al Hospital Español. Una mujer dijo haber visto a las personas que descendieron del coche a las trece y cuarenta y cinco: