Son los meses finales del 31 y en Rosario actuaba la pequeña banda de “Faccia Brutta”.
Gatti se sentía obligado con Roscigno y los detenidos en la casa de Dassori.
De los constructores del túnel, él era el único en libertad.
Era impensable planificar una fuga en Montevideo, pero le llegó el mensaje de Miguel Arcángel que pedía vindicación por la bofetada.
El tano “Faccia” tenía poco poder de discernimiento y muchos puntos de contacto con la delincuencia, pero en acciones violentas era eficiente y decidido.
Gatti concertó el viaje de Bruno Antonelli y se acordó que lo acompañara alguien de su grupo. La elección recayó sobre Armando Guidot.
Ninguno de los dos había actuado antes en Montevideo, lo que favorecía sus movimientos.
En esta ciudad utilizaron como centro de operaciones un taller mecánico propiedad de un refugiado italiano, Destro, ubicado en Rocha y Cuñapirú.
Era un punto de referencia de los residentes italianos con ideas anarquistas.
Luce Fabbri nos confirma el paso de “Faccia Brutta” por allí:
– A ese hombre yo lo vi apenas una sola vez, en el taller mecánico de Destro. Era muy feo y me impresionó tremendamente mal, tremendamente mal…
A esa persona yo no me acerqué, porque no me gustaba.
Era repulsivo, bastante repulsivo y yo vivía en una atmosfera distinta. Mi padre conocía a Carnelli, Grauert estuvo en nuestra casa…
A “Faccia Brutta” no se puede decir que lo conocía, solo lo vi una vez en aquel lugar… [25]
¿Comunistas, anarquistas o contrabandistas?
La descripción que hicieron los testigos tienen algunas coincidencias, pero también sustanciales desacuerdos.
Dos de ellos hablan de un hombre bajo, de complexión fuerte o grueso, al que uno describe como rubio y otro con barba de color rojizo. Sería el personaje que empezó el tiroteo.
A los otros dos se los describe como más delgados y a uno de ellos con un surco profundo en la cara, que hacía sobresalir la mandíbula y el pómulo.
Respecto a la ropa es evidente que uno o dos de ellos tenían saco azul de mecánico; sobre el tercero, el chofer del camión le atribuye un traje marrón o guindo a rayas de fantasía y según Gauthier iba con saco azul.
¿Gorra de visera, boina azul, rancho de paja? Los testigos no coinciden en poner en las cabezas de los sujetos un mismo sombrero. En verdad todos los presentes vieron sólo tres sujetos. Respecto a la existencia de un automóvil con chofer que a último momento se descompuso, según la afirmación policial, coincidiría con los testigos que declararon para El Ideal, haber visto un taxímetro verde por los alrededores del lugar del crimen, guiado por un hombre de rancho de paja.
Desde la primera declaración del Jefe de Policía, Coronel Arquitecto Alfredo Baldomir, se desechaba que los autores del crimen fueran delincuentes que actuaban habitualmente en Montevideo.
“Los criminales no son del ambiente, actuaron a cara descubierta ningún testigo pudo reconocerlos en las fichas policiales de los malhechores más notorios”.
El mismo día del atentado, el senador Pablo María Minelli, en su discurso en Cámara, aconsejaba no dirigir la investigación hacia “los elementos ácratas de la sociedad ni hacia los comunistas”.
De cualquier forma, en los primeros pasos que se dieron para esclarecer el hecho no fueron descartadas ninguna de las tres variantes.
Desde hacía meses, Pardeiro se ocupaba del contrabando y los negociados en la Aduana, pero también, como Comisario de Orden Social, había cosechado rencores y enemigos entre anarquistas y comunistas.
Su protagónica participación en la detención de los asaltantes del Messina lo hacía blanco de la vindicación anarquista. Se manejaba entonces, los nombres de Agustín García Capdevila y Jaime Tadeo Peña, que eran los únicos prófugos de la banda de los Moretti luego de la fuga de la carbonería.
En realidad ninguno de los dos estaba en el Río de la Plata y los testimonios de quienes asistieron al tiroteo no los individualizaban como participantes en él. De todos modos fueron allanadas las casas de todos los ácratas conocidos, buscando posibles pistas.
Como siempre, uno de los primeros lugares donde se dirigió la policía fue a la casa de Pura Ruíz -la esposa de Vicente Salvador Moretti-. De nada sirvió el operativo y ningún dato pudieron obtener de la menuda pelirroja que los recibió con el desprecio y la hostilidad que siempre les había demostrado.
No se salvó tampoco de un registro la casa de General Flores y Curupy, donde seguía viviendo Roberto Dassori. Era evidente que nada tenía que ver con el atentado, pues lo encontraron en el altillo, donde habían sido detenidos Malvicini y Paz menos de un año antes, ocupado en su viejo oficio. Lo agarraron masticando un billete de lotería falsificado y quemando otro.
Los demás allanamientos efectuados entre los anarquistas nada aportaron.
El jueves 4 de febrero de 1932 a las cinco y media de la tarde, frente al Consulado de Argentina -Uruguay casi Florida- cinco personas preguntan por el Cónsul al agente de la Seccional tercera, Gilberto Acuña, que está de guardia en la sede diplomática. Antes de obtener una respuesta, uno de los sujetos le arroja pimienta a los ojos y comienza un forcejeo; el policía cae, es pisoteado y finalmente lo despojan del revólver de reglamento. En la puerta de la legación los agresores dejan un cartel en pintura roja: ¡¡Abajo la Junta Militar Fascista. Por la libertad de los presos en huelga de hambre. Viva el Comunismo!!
Este incidente desata una fuerte represión sobre los comunistas: innumerables detenciones, allanamientos de locales y viviendas, clausura de su prensa y apresamiento de uno de sus diputados.
Con estos acontecimientos tan recientes era indudable que se los iba a tomar como posibles implicados en el crimen de Pardeiro, más aun, cuando sólo unos meses antes, en dos incidentes con ellos. la policía había sufrido bajas.
El primero de agosto de 1931, el Partido Comunista, como parte de una campaña lanzada por la Internacional Comunista, hizo varias concentraciones en el país en conmemoración del diecisiete aniversario del inicio de la primera guerra mundial.
Los actos se realizaban bajo la consigna de defensa de la URSS. En Rocha la jomada terminó trágicamente. La policía a caballo quiso interrumpir la oratoria y se desató un tiroteo. El saldo fue la muerte de un subcomisario, un suboficial y el orador comunista Indalecio Lujambio.
Dos meses después, el siete de octubre, en una conferencia herrerista en la Plaza Independencia de Carmelo, nuevamente los comunistas fueron noticia. Los oradores eran Luis Alberto de Herrera y Héctor Cassano y en un confuso episodio, en medio de los discursos, muere un guardia civil y uno de los concurrentes.
Se acusó de las muertes a Celedonio Alarcón y se responsabilizó del suceso al comunismo coloniense.
A estos antecedentes se sumaba el ataque al policía en el Consulado Argentino, aunque en este caso no se había ido más allá de desarmarlo.
En ninguna de las tres ocasiones se trataba de un atentado personal, pero ese tipo de sutilezas superaba la suspicacia habitual con que se movían los policías de aquella época.
Podía haberse desechado desde un primer momento la posibilidad de una intervención comunista en el atentado. A pesar de que campeaba una orientación abiertamente izquierdista en la Internacional luego del sexto Congreso (julio-setiembre de 1928), existía una tradición muy fuerte contra los atentados personales que venía desde la fundación de la social democracia rusa en oposición a los nihilistas.