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El viejo nagual afirmó que la humanidad había pasado la mayor parte de su historia en la posición de conocimiento silencioso, lo que explicaba nuestra gran añoranza por él.

Don Juan le preguntó qué era, exactamente lo que el nagual Julián le estaba haciendo. Su pregunta sonaba más madura e inteligente de lo que en realidad era. El nagual Elías respondió en términos que resultaron totalmente oscuros para don Juan. Dijo que el nagual Julián estaba invitando a su punto de encaje a moverse justo a la posición de la razón, para que así don Juan pudiera ser un pensador activo, y no sólo parte de un público pasivo, sin sofisticación y con mucho emocionalismo que amaba las ordenadas obras de la razón. Al mismo tiempo, el nagual Julián lo estaba entrenando a ser un verdadero brujo abstracto, y no sólo parte de un público mórbido e ignorante que amaba lo desconocido.

Le aseguró también a don Juan que sólo el ser humano que fuera un dechado de la razón podría mover su punto de encaje con facilidad, para ser un dechado del conocimiento silencioso. Dijo que sólo aquellos que estaban justamente en una de las dos posiciones podían ver con claridad la otra posición; y que ese había sido el modo como se inició la era de la razón. La posición de la razón se veía claramente desde la posición del conocimiento silencioso.

El viejo nagual le dijo a don Juan que la conexión entre el conocimiento silencioso y la razón era, para los brujos, como un puente de una sola mano, llamado, "interés". Es decir, el interés que los auténticos hombres del conocimiento silencioso tenían por la fuente de lo que sabían. Y el otro puente de una sola mano, que conecta la razón con el conocimiento silencioso, es llamado el "puro entendimiento". Es decir, lo que le dice al hombre de razón que la razón es solamente como una estrella en un infinito de estrellas.

El nagual Elías agregó que cualquier ser humano que tuviera ambos puentes en funcionamiento es un brujo en contacto directo con el espíritu, la fuerza vital que posibilita ambas posiciones. Señaló a don Juan que todo cuanto el nagual Julián había hecho aquel día en el río había sido un espectáculo, no para un público humano, sino para la fuerza que lo estaba observando. Se pavoneó e hizo alardes con total abandono y frialdad y con la audacia más grande divirtió a todos, especialmente al poder al que se estaba dirigiendo.

Don Juan dijo que, según le asegurara el nagual Elías, el espíritu solo escucha cuando el que le habla, le habla con gestos. Y los gestos no significa hacer señales o mover el cuerpo, sino actos de verdadero abandono, de generosidad, de humor. Como gesto para el espíritu, los brujos sacan de sí lo mejor que tienen; su abandono, su frialdad, su audacia y silenciosamente lo ofrecen al espíritu.

XIV. INTENTAR APARIENCIAS

Don Juan quiso que hiciéramos un viaje más a las montañas antes de que yo volviera a mi casa, pero no llegamos a hacerlo. En cambio, me pidió que lo llevara en mi auto a la ciudad de Oaxaca. Necesitaba hacer allí algunas diligencias.

Por el camino hablamos de todo, menos del intento. Fue un descanso que me sentó muy bien.

Por la tarde, una vez que él hubo terminado con sus diligencias, nos sentamos en la plaza, en su banco favorito. El lugar estaba desierto. Yo me sentí muy cansado y soñoliento. Pero inesperadamente me animé. Mi mente se aclaró tanto que me asusté.

Don Juan advirtió inmediatamente el cambio y luego hizo algo extraordinario: agarró un pensamiento de mi mente misma, o tal vez fui yo quien lo agarró de la suya.

– Si piensas acerca de la vida en términos de horas y no de años, nuestra vida es inmensamente larga -dijo-. Aunque pienses en términos de días, la vida es interminable.

Eso era exactamente lo que yo estaba pensando. Quise mostrar mi asombro y hacerle mi pregunta habituaclass="underline" "¿Cómo hizo usted eso?" Pero él me mandó callar y pasó a decirme que los brujos contaban la vida en horas: y que en una hora le era posible a un brujo vivir, en intensidad, el equivalente de una vida normal. Esa intensidad es una ventaja, dijo, cuando se trata de acumular información en el movimiento del punto de encaje.

Le pedí que me explicara en más detalle eso de acumular información en el movimiento del punto de encaje. Mucho tiempo antes me había recomendado que, en vez de tomar notas de nuestras conversaciones, cosa muy incómoda y engorrosa, guardara toda la información obtenida sobre el mundo de los brujos, no en papel ni en mi mente, sino en el movimiento de mi punto de encaje.

– El punto de encaje, con el más ínfimo movimiento crea islas de percepción totalmente aisladas -me dijo-. Información acerca de la complejidad de la conciencia de ser se puede acumular allí.

– Pero ¿cómo se puede acumular información en algo tan vago, que no tiene forma? -pregunté.

– La mente es igualmente vaga y tampoco tiene forma, sin embargo confías en ella, porque te es familiar -replicó-. Aún no tienes la misma familiaridad con el movimiento del punto de encaje, pero no es ni más mi menos vago que la mente.

– Lo que quiero preguntar es ¿cómo se almacena la información? -insistí.

– La información se almacena en la experiencia misma; es decir, en la posición que el punto de encaje tiene al momento de la experiencia -me explicó-. Luego, cuando el brujo mueve otra vez su punto de encaje al sitio exacto en donde estaba, revive toda la experiencia. A eso, cómo ya lo sabes, los brujos llaman "acordarse". Así que, acordarse es el modo de conseguir toda la información acumulada en el movimiento del punto de encaje.

"Lo que los brujos almacenan es la intensidad -continuó-. La intensidad es resultado automático del movimiento del punto de encaje. Por ejemplo, todo lo que estás viviendo en estos momentos tiene más intensidad de la que experimentas en general; por lo tanto, debidamente hablando, estás almacenando intensidad. Algún día revivirás la intensidad de este momento, haciendo que tu punto de encaje vuelva exactamente al sitio en donde está ahora. Ese es el modo como almacenan los brujos información.

Le dije a don Juan que yo no estaba consciente de ningún tipo de proceso mental que me hubiera facilitado acordarme de los incidentes de los cuales me acordé en los últimos días.

– ¿Cómo puede uno acordarse deliberadamente? -pregunté-.

– La intensidad, siendo un aspecto del intento, está naturalmente conectada con el brillo de los ojos del brujo -explicó-. A fin de acordarse de esas aisladas islas de percepción, los brujos sólo necesitan intentar el específico brillo de sus ojos, asociado con el punto al que desean volver. Pero esto ya te lo he explicado antes.

Debo de haber puesto cara de perplejidad. Don Juan me miró con expresión seria. Abrí la boca dos o tres veces para hacerle preguntas, sin poder formular mis pensamientos.

– Como el nivel de intensidad de un brujo es mayor que lo normal -dijo don Juan-, en pocas horas un brujo puede vivir el equivalente a una vida normal. Su punto de encaje, al moverse a una posición poco familiar, toma más energía que la acostumbrada. Ese flujo extra de energía se llama intensidad.

Creí que lo comprendía con perfecta claridad, y mi mente se tambaleó bajo el impacto de mi comprensión. Don Juan me clavó la vista y me advirtió que tuviera cuidado con cierta reacción que afecta típicamente a los brujos: el frustrante deseo de explicar la experiencia de la brujería en términos coherentes y bien razonados.