– Qué locura… ¿Quería despoblarla?
– Da esa impresión. Como comprenderéis, prohibida la siembra, los medianeros no podían quedarse a vivir allí: ¿cómo iban a subsistir si no podían cultivar? Además, Winter les facilitó el éxodo. El alemán había comprado unas tierras en Morro Jable, un pueblo que está al otro lado de La Pared, y garantizó a cada majorero que abandonaba Jandía una parcela de tierra. Setenta y cuatro mil metros cuadrados, nada menos, donó Winter para la construcción de viviendas.
»Eso sí, hay que reconocer que en Morro Jable hizo una gran labor sociaclass="underline" aportó suelo y fondos para el trazado y la construcción de la carretera general, erigió la iglesia-escuela, buscó un maestro, puso en marcha un comedor infantil donde su mujer se ocupaba de la alimentación y la salud de más de cuarenta hijos de medianeros, donó terrenos para el ambulatorio, el terrero de lucha canaria, el parque infantil, el centro cultural, la casa del médico… Es decir, hizo de Morro Jable un lugar habitable y próspero al que emigraron, lógicamente, todos los naturales de Cofete.
»En fin, que si uno va sumando dos y dos, la alambrada, la construcción del muelle, la del hospital, la pista de aterrizaje, la torre vigía, la expulsión de los pobladores locales…, ¿qué es lo primero que se os viene a la cabeza?
– Guantánamo -sugirió Helena.
– Exactamente. Parece el proyecto de construcción de una base militar. Y, claro, una cosa es que la península estuviera aislada y, otra muy distinta, que la gente no hablara de lo que estaba sucediendo. Así pues, el jefe de la zona aérea canaria, ante la imposibilidad de controlar los vuelos, prohibió el uso de la pista, lo que nos hace pensar que el gobierno ya sabía lo que había en Cofete, sobre todo porque, según cuentan los medianeros, Winter organizaba recepciones en el chalet de Cofete a las que asistían altos cargos del gobierno militar. Y, atención, la pista de acceso la construyeron precisamente presos políticos españoles, homosexuales que habían sido recluidos en un campo de concentración.
– ¿En España había campos de concentración?
– Ya os lo he dicho antes: aquí hubo uno, en Fuerteventura, en Tefia. Se enviaba sobre todo a homosexuales. En eso, y en tantas otras cosas, Hitler y Franco compartían criterios. Y esos hombres fueron los que el gobierno puso a disposición de Herr Winter para que la construcción de la carretera le saliera gratis. Como veis, el alemán se llevaba muy bien con el gobierno español, pero no tan bien como para que el gobierno se jugara sus relaciones con los aliados permitiendo que existiera una pista de aterrizaje sin controlar en una zona tan estratégica.
– Hay algo que no me cuadra en toda esta historia -acotó Gabriel, que por fin se había decidido a hablar, harto de lo que interpretaba como coqueteo de Virgilio pero también, a su pesar, enganchado a la historia que el guía relataba-. Dices que Winter inicia la construcción de la base militar después de acabada la segunda guerra mundial, y terminada también la guerra civil. Pero, si ya no hay guerra, ¿qué sentido tiene la base? ¿Estaba pensando Winter en construir su propio imperio o algo así?
– Ahí, precisamente, reside el quid de la cuestión. ¿Habéis oído hablar de la Kameradenwerk?
– Me suena a grupo de techno alemán, como Kraftwerk. -Gabriel se arrepintió casi al momento de decirlo. Era un chiste muy malo. Había querido llamar la atención de Helena pero había quedado como un imbécil, sobre todo si a ella se le ocurría compararlo con Virgilio.
– No, a mí me suena -aseguró Helena-. Espera… Y en relación con Canarias, además. No sé decírtelo exactamente, pero sé que tiene que ver con los nazis, eso seguro… Con los nazis que se instalaron en las islas tras la guerra.
– ¿Los nazis se instalaron en Canarias tras la guerra? -A Gabriel le había sorprendido que Helena pareciera tan al día de hechos históricos de los que él nunca había oído hablar. Quizá, pensó, realmente le interesa el tema, y le ha interesado siempre, y la apostura del guía nada tiene que ver en el hecho de que prácticamente beba de sus palabras. Pero si le interesa el tema, aún peor, porque entonces se sentirá atraída por él a partir de lo que los dos tengan en común. Y una vocecita le resonó dentro: ¿Y eso a ti qué diablos te importa? Al fin y al cabo tú vives con una mujer con la que estás comprometido, y dentro de poco te irás de esta isla y volverás a Londres y tendrás que olvidar a Helena, por bella e interesante que la encuentres. Y esta reflexión que se tarda un minuto en leer en realidad le había cruzado por la mente en el tiempo en que tarda un relámpago en iluminar el cielo o la razón.
– ¿No lo sabías? -Fue precisamente la voz de soprano de Helena la que le sacó de su ensimismamiento-. Muchísimos nazis se instalaron en las islas tras la segunda guerra mundial, o eso asegura aquí la gente. Hay un montón de historias locales al respecto. Muchos libros escritos. Yen la prensa de aquí se publican artículos sobre el tema con bastante regularidad.
– Pues sí, Helena tiene razón. La Kameradenwerk, se dice, era una organización clandestina de ayuda mutua entre criminales de guerra y nazis prófugos. La más potente organización de ayuda y salvamento de criminales de guerra nazis, según muchos, aunque no se sabe cuánto hay de mito y cuánto de realidad en su historia. Y precisamente parece ser que se fundó en 1950, el mismo año en el que Winter despobló Cofete.
– Ya sé de qué hablas… -A Gabriel le parecía haber leído el nombre en un artículo-. ¿No era la asociación que ayudaba a Adolf Eichmann?
– ¿Quién era Adolf Eichmann? -preguntó Helena.
– Un teniente coronel de las SS, responsable directo del holocausto -aclaró Virgilio-. Tras la guerra se refugió en Argentina con un nombre falso. Finalmente, los israelíes lo localizaron. Un comando del Mossad lo raptó cerca de Buenos Aires y lo embarcó en un avión con destino a Israel para juzgarlo por crímenes de guerra.
– Parece el guión de una película de Spielberg…
– La realidad siempre supera a la ficción, mi niña. -Virgilio dijo esto en español, corno una muestra de complicidad, supuso Gabriel, y en ese momento le vino a la cabeza la imagen del pomposo macho alfa cubierto de brea y emplumado-. Pues eso, la Kameradenwerk ayudó a Eichmann y a muchísimos otros nazis, y también participó en varias campañas de propaganda neonazi y negacionista en América Latina, Alemania y Austria, durante los años cincuenta.
En ese momento Gabriel recordó que Heidi tenía un expediente y una orden de busca y captura precisamente por cargos de propaganda neonazi. Este pensamiento le distrajo por un momento de sus fantasías asesinas.
– Y en los años cincuenta, la época en que la Kameradenwerk era más activa, cientos de miles de nazis llegaron a nuestro país aprovechando las excelentes relaciones entre los servicios de espionaje alemanes y españoles bajo el franquismo y utilizando las rutas clandestinas que habían venido preparándose en los últimos meses de la contienda. Entre ellas, quién sabe, quizá una creada por Winter…
»En 1945, cuando ya se sabía que la guerra estaba prácticamente ganada, el M16, el servicio secreto británico, estaba averiguando el paradero y las actividades del personal de los servicios alemanes, diplomáticos, agentes, etc., haciendo las necesarias gestiones ante el gobierno español para contrarrestar sus actividades y, sobre todo, para prevenir el establecimiento de una organización que pudiera operar desde España en el futuro. Y no sólo los británicos advertían del peligro. Los franceses y los americanos ya sabían que España podría convertirse a corto plazo en uno de los depósitos más importantes para las operaciones financieras nazis en la posguerra. Porque el alto mando militar nazi ya estaba organizando vías de escape en caso de que la guerra se perdiera.