Eso era innegable.
– Entonces ¿por qué cada vez me siento más como una de vosotros, si precisamente apenas tengo sangre de hada?
– Nuestra suma es más que nuestras partes -declaró Dermot-. Yo soy medio humano, pero cuanto más tiempo paso con Claude, más poderosa es mi magia. Claude, a pesar de ser un hada de pura sangre, lleva demasiado tiempo en el mundo de los humanos y eso lo ha debilitado. Ahora está más fuerte. Tú sólo cuentas con un poco de sangre feérica, pero cuanto más tiempo pases con nosotros, más sobresaldrá ese elemento en tu naturaleza.
– ¿Es como los intereses de una inversión? -dije-. No acabo de pillarlo.
– Es más bien como…, como meter un vestido rojo en la lavadora junto a la blanca -explicó Dermot, triunfante, quien había hecho precisamente eso la semana pasada. Ahora, todos teníamos calcetines rosas.
– Pero ¿no significaría eso que ahora Claude es menos rojo? Quiero decir, menos hada. Si le estamos drenando.
– No -contestó Claude con cierta complacencia-. Ahora estoy más rojo que antes.
– Yo también -asintió Dermot.
– Yo no he notado gran diferencia -dije.
– ¿No te sientes más fuerte que antes?
– Bueno…, algunos días, sí. -No era como ingerir sangre de vampiro, que otorgaba una fuerza superior durante un periodo indeterminado, si es que no te hacía perder los papeles. Era como notar un incremento en el vigor. De hecho, me sentía más joven. Y dado que aún estaba al principio de la veintena, no dejaba de ser inquietante.
– ¿No anhelas ver de nuevo a Niall?
– A veces. -Todos los días.
– ¿No te sientes más feliz cuando dormimos contigo en la cama?
– Sí, pero quiero que lo sepáis: también me parece un poco espeluznante.
– Humanos -dijo Claude a Dermot con un toque de exasperación y paternalismo en la voz. Dermot se encogió de hombros. A fin de cuentas, él era medio humano.
– Y, aun así, decides quedarte -dije.
– Cada día me pregunto si no cometí un error.
– ¿Por qué te quedaste si estás tan ansioso por volver con Niall y tu vida feérica? ¿Cómo obtuviste la carta de Niall, la que me diste el mes pasado y en la que decía haber empleado toda su influencia para que el FBI me dejase en paz? -Le clavé una mirada suspicaz-. ¿Era una falsificación?
– No, era auténtica -explicó Dermot-. Y estamos aquí porque ambos amamos y tememos a nuestro príncipe.
– Vale -atajé, dispuesta a cambiar de tema, ya que no podía entrar en el debate de sus sentimientos-. ¿Qué es un portal exactamente?
– Es un punto más fino en la membrana -dijo Claude. Me lo quedé mirando como si no entendiera nada, y desarrolló su respuesta-. Existe una especie de membrana mágica entre nuestro mundo, el sobrenatural, y el vuestro. Allí donde la membrana se hace más fina, se vuelve permeable. Desde esos puntos, el mundo feérico es accesible. Al igual que las partes de tu mundo que normalmente te son invisibles.
– ¿Cómo?
Claude había cogido carrerilla.
– Los portales suelen permanecer en el mismo sitio, aunque pueden variar un poco. Los usamos para ir de vuestro mundo al nuestro. En el portal que hay en tu bosque, Niall dejó una apertura. No es lo suficientemente grande como para que pase uno de nosotros erguido, pero sí se pueden transferir objetos.
Como la rendija para el correo en las puertas.
– ¿Ves? ¿Tan difícil era? -me quejé-. ¿Se te ocurre alguna verdad más que compartir conmigo?
– ¿Como cuál?
– Como por qué todos esos feéricos están en el Hooligans, actuando como strippers, porteros y a saber qué más. No todos son hadas. Ni siquiera sé lo que son. ¿Por qué han acabado con vosotros dos?
– Porque no tienen ningún sitio al que ir -dijo Dermot simplemente -. Se quedaron todos fuera. Algunos adrede, como Claude, pero otros en contra de su voluntad, como yo.
– ¿Entonces Niall selló el acceso al mundo feérico y dejó a su gente atrás?
– Sí. Quería mantener dentro a todos los seres que aún deseaban matar a los humanos; tenía demasiada prisa – explicó Claude. Noté que Dermot, a quien Niall había rechazado de forma tan cruel, tenía sus dudas acerca de esa explicación.
– Tenía entendido que Niall contaba con razones de peso para aislar el mundo feérico -maticé lentamente-. Dijo que la experiencia le había enseñado que siempre hay problemas cuando las hadas y los humanos se mezclan. No quería que las hadas procrearan más con los humanos porque muchas de ellas detestan las consecuencias, o sea los mestizos. -Miré a Dermot con aire de disculpa y éste se encogió de hombros. Estaba acostumbrado -. Niall no tenía intención de volver a verme. ¿Tantas ganas tenéis vosotros dos de volver al mundo feérico y quedaros allí?
Se produjo una pausa que podríamos calificar como elocuente. Estaba claro que Claude y Dermot no iban a responder. Al menos no iban a mentir.
– Entonces, explicadme por qué habéis venido a vivir conmigo y qué es lo que queréis de mí -exigí, anhelando que sí respondieran a eso.
– Estamos viviendo contigo porque nos pareció buena idea unirnos a la familia que nos queda -explicó Claude-. Aislados de nuestro mundo, nos sentíamos débiles y no teníamos la menor idea de que tantos habían quedado a este lado. Nos sorprendió cuando los demás seres feéricos de Estados Unidos empezaron a converger en el Hooligans. Y nos hizo felices. Como te hemos dicho, cuanto más unidos estamos, más fuertes somos.
– ¿Me estáis diciendo toda la verdad? -Me levanté y empecé a caminar de un lado a otro-. Podríais haberme dicho todo esto antes, pero no lo hicisteis. Puede que estéis mintiendo. -Separé los brazos del cuerpo con las palmas hacia delante, en plan: «¿Y bien?».
– ¿Qué? -Claude se sintió insultado. Bueno, iba siendo hora de que probase de su propia medicina-. Las hadas nunca mienten, todo el mundo lo sabe.
Sí, claro. Todo el mundo lo sabe.
– Puede que no sea mentira, pero no sería la primera vez que decís una verdad a medias -indiqué-. Es uno de los rasgos que compartís con los vampiros. A lo mejor tenéis más de una razón para estar aquí. A lo mejor lo hacéis para ver quién pasa por el portal.
Dermot se incorporó como un resorte.
Ya estábamos los tres enfadados. La habitación estaba llena de acusaciones.
– Yo deseo volver al mundo feérico porque deseo ver de nuevo a Niall -dijo Claude, escogiendo cuidadosamente sus palabras-. Es mi abuelo. Estoy harto de recibir mensajes ocasionales. Deseo visitar nuestros enclaves sagrados, donde pueda estar cerca de los espíritus de mis hermanas. Deseo ir y venir entre los mundos, como es mi derecho. Éste es el portal más cercano. Tú eres nuestra familiar más cercana. Y esta casa tiene algo. Éste es nuestro sitio, por ahora.
Dermot se asomó por la ventana hacia la cálida mañana. Fuera había mariposas, todas las plantas estaban en flor y el sol brillaba con fuerza. Sentí una oleada de intenso anhelo por salir con las cosas que comprendía en vez de quedarme allí dentro, enzarzada en una extraña conversación con unos familiares que no comprendía o en los que no confiaba del todo. Si la lectura de su lenguaje corporal era indicador de algo, Dermot parecía compartir mis mismos pensamientos de añoranza.
– Pensaré en lo que me habéis dicho -contesté a Claude. Los hombros de Dermot parecieron relajarse una fracción-. Tengo otras cosas en la cabeza. Os conté lo del atentado contra el bar. -Dermot se giró y se apoyó en la ventana. Si bien tenía el pelo más largo que mi hermano y su expresión era más (lo siento, Jason) inteligente, su parecido resultaba escalofriante. No es que fuesen idénticos, pero podrían pasar por el otro perfectamente, al menos brevemente. Pero Dermot destilaba unos tonos más oscuros que nunca había visto en Jason.
Ambos asintieron cuando mencioné lo del Merlotte’s. Parecían interesados, pero sin ánimo de involucrarse; una expresión a la que los vampiros me tenían acostumbrada. Lo cierto es que les importaba un bledo lo que pudiera ocurrirles a los humanos que no conocían. Si leyeran a John Donne, estarían en desacuerdo con su teoría de que ningún hombre es una isla. La mayoría de humanos compartía una gran isla a juicio de las hadas, y esa isla estaba a la deriva en un mar llamado Me Importa un Comino.