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– La señorita Pam está fuera -dijo Bubba, mirando de soslayo a Eric-. ¿Usted y el señor Eric están bien aquí dentro?

Bendito sea. Creía que Eric me estaba haciendo daño y había venido a comprobarlo. Tenía razón; Eric me estaba haciendo daño, pero no físicamente. Me sentía como si estuviese al borde de un acantilado, a punto de perder pie y caerme. Estaba aturdida, pero aquello no duraría demasiado.

En ese interesante momento, una llamada en la puerta delantera anunció (eso esperaba yo) la llegada de Audrina y Colton, nuestros cómplices en la conspiración. Fui hacia la puerta, seguida por los dos vampiros. Sintiéndome absolutamente a salvo, abrí la puerta. Efectivamente, la pareja de humanos estaba esperando en el umbral, ambos aferrados por una empapada y sombría Pam. Su pelo se había oscurecido bajo la lluvia y pendía en desgarbados mechones. Parecía capaz de escupir clavos en cualquier momento.

– Pasad, por favor -invité educadamente-. Tú también, Pam. -A fin de cuentas, era mi casa y ella era mi amiga. «Tenemos que unir nuestras cabezas, aunque no literalmente», pensé en decir cuando reproduje mentalmente las cabezas de Hod y Kelvin. Audrina y Colton ya estaban bastante asustados. Una cosa era exponer grandes intenciones en tu caravana, a solas, y otra reunirte con unas personas tan desesperadas como aterradoras en una solitaria casa en medio del bosque. Al volverme para guiarles hasta la cocina, decidí servir algunas bebidas, un cubo de hielo y quizá un cuenco de patatas con salsa para mojar.

Había llegado el momento de ponernos manos a la obra con ese asesinato.

Ya tendría tiempo de pensar en otras muertes.

CAPÍTULO 13

Estaba claro que Audrina y Colton eran incapaces de decidir qué era más desconcertante: la amenaza de una empapada y atractiva (si bien amenazadora) Pam, o la gloria en decadencia que era Bubba. Se habían esperado a Eric, pero Bubba era toda una sorpresa.

Estaban extasiados. A pesar de que, durante el camino a la cocina, les susurré que no debían llamarlo por su nombre real, no estaba seguro de que tuvieran autocontrol suficiente. Afortunadamente para todos nosotros, fue el caso. A Bubba no le gustaba nada, pero nada, que le recordasen su anterior vida. Tenía que estar de un humor inmejorable para arrancarse a cantar.

Esperad. ¡Ja! Al fin se me ocurría una idea de verdad.

Todos se sentaron alrededor de la mesa. Absortos en intentar averiguar cuál era mi plan, saqué los refrescos y coloqué una silla junto a Bubba. Tenía una sensación esquiva, surrealista. Era incapaz de pensar en el batacazo que me había dado. Tenía que centrarme en el momento y en su propósito.

Pam se sentó detrás de Eric para no cruzar con él la mirada. Ambos parecían infelices, un aspecto que rara vez había visto en ellos. De alguna manera, me sentía culpable de la brecha que se había abierto entre los dos, aunque no era culpa mía. ¿O sí? Le di un par de vueltas en la mente. No, no lo era.

Eric propuso infiltrar disfrazados a sus vampiros en el Beso del Vampiro una noche, a la espera de que el club estuviese a punto de cerrar y la clientela fuera mínima. Entonces atacarían. El plan era, por supuesto, matarlos a todos.

Si Victor no hubiese sido un empleado de Felipe, rey de tres Estados, el plan de Eric habría sido practicable, si bien adolecía de varios puntos débiles evidentes. Pero lo cierto es que matar a un buen puñado de sus vampiros cabrearía a Felipe más allá de lo imaginable, y nadie podría culparle por ello.

Audrina también tenía un plan, que pasaba por descubrir dónde dormía Victor y matarlo durante el día. Vaya, una ovación por la originalidad. Pero no dejaba de ser todo un clásico; Victor estaría indefenso.

– Pero no sabemos dónde duerme -dije, tratando de colar la objeción sin sonar demasiado resabida.

– Yo sí – corrigió Audrina, orgullosa-. Duerme en una gran mansión de piedra. Está junto a una carretera del distrito, entre Musgrave y Toniton. Sólo hay un camino que conduce hasta allí. Y ya está. No hay árboles alrededor de la casa, sólo hierba.

– Caramba. – Estaba impresionada-. ¿Cómo lo has averiguado?

– Conozco a un tipo que lo sabe -dijo, sonriéndome-. Dusty Kolinchek, ¿te acuerdas de él?

– Claro -exclamé, notando un aumento de mi interés. Dusty había sido propietario de una flota (bueno, flotilla) de cortacéspedes y matamalezas, y todos los veranos un grupo de chicos del instituto de Bon Temps se ganaban un dinero trabajando con el material del señor Kolinchek. Por lo visto, Dusty había heredado el imperio de los cortacéspedes.

– Dice que la casa está prácticamente vacía durante el día porque Víctor es un paranoico y no quiere nadie dentro mientras duerme. Sólo cuenta con dos guardaespaldas: Dixie y Dixon Mayhew, y son algún tipo de cambiantes.

– Los conozco -indiqué-. Son hombres pantera. Y son buenos. -Los gemelos Mayhew eran duros y profesionales-. Deben de estar desesperados por el dinero si trabajan para un vampiro.

Ahora que mi cuñada había muerto y Calvin Norris se había casado con Tanya Grissom, ya no se veían tantos hombres pantera con la misma frecuencia que antaño. Calvin ya no se dejaba caer por el bar y Jason sólo se encontraba a su antigua familia política durante las lunas llenas, cuando se transformaba en uno de ellos de forma limitada, ya que a él lo habían mordido, no había nacido cambiante.

– En ese caso, quizá pudiera sobornar a los Mayhew, si tan mal lo están pasando económicamente -propuso Eric-. No habría necesidad de matarlos. Menos engorro. Pero vosotros, los humanos, tendríais que encargaros del trabajo, ya que Pam y yo estaríamos dormidos.

– Tendríamos que registrar la casa, porque apuesto a que los Mayhew no saben dónde duerme exactamente -dije -. Aunque alguna idea deben de tener. -Sólo el olor del vampiro debería ayudarles a rastrearlo, pero me parecía un poco de mal gusto decirlo en voz alta.

Pam agitó su mano. Eric se volvió, captando el movimiento por el rabillo del ojo.

– ¿Qué? -preguntó-. Oh, puedes hablar.

Pam parecía aliviada.

– Creo que el mejor momento sería cuando abandonase el club, por la mañana -propuso -. Su atención estará centrada en su alimento, y entonces podríamos atacarlo.

Dicho así, parecían planes sencillos, y puede que ésa fuese tanto su fuerza como su debilidad. Eran sencillos.

Y eso significaba que eran predecibles. El de Eric era el más sangriento, por supuesto. Alguien perdería la vida, eso por descontado. El de Audrina y Colton era el más humano, ya que dependía de un ataque diurno. El de Pam era posiblemente el mejor, ya que era un ataque nocturno, pero en una zona escasamente frecuentada, si bien la salida del club era un punto débil tan obvio que no me cabía duda de que cualesquiera que fueran los vampiros que protegiesen a Victor en ese momento (quizá los sabrosos Antonio y Luis) se mostrarían extraordinariamente vigilantes en ese momento.

– Tengo un plan -dije.

Era como si me hubiese levantado de improviso y me hubiese quitado el sujetador. Todos me miraron simultáneamente con una combinación de sorpresa y escepticismo. Diría que de total escepticismo en el caso de Audrina y Colton, que apenas me conocían. Bubba estaba sentado en el taburete alto, junto a la encimera, tomando sorbos de su TrueBlood con aire insatisfecho. Se puso contento cuando lo señalé e indiqué:

– El es la clave.

Expuse mi idea intentando parecer confiada. Cuando terminé, todos intentaron encontrarle los fallos. Y Bubba se mostró reacio, al menos al principio.

Al final, Bubba dijo que lo haría si al señor Bill le parecía una buena idea. Llamé a Bill. Se presentó en un abrir y cerrar de ojos. La mirada que me echó cuando lo dejé pasar me reveló que disfrutaba recordándome con la mantilla puesta. O incluso antes de que la encontrase. No sin esfuerzo, tragué saliva y le conté el plan. Tras añadir algunos adornos, convino con la idea.