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Si bien tenía la mirada centrada en Victor, me sentí en la obligación de conversar con Heidi, ya que tenía la sensación de que se había sentado a mi lado por alguna razón.

– ¿Cómo está tu hijo? -le pregunté como quien interroga cuando sabe que la otra persona tiene un ser querido.

– Eric me ha ofrecido traerlo aquí -explicó ella, manteniendo su cautelosa mirada sobre los visitantes.

– Son unas noticias estupendas -dije de corazón. Una más de nuestro lado.

Mientras tanto, la recepción avanzaba lentamente.

– Victor -llamó Eric. Se adelantó hasta el centro, a unos cautelosos dos metros del regente. Fue lo bastante prudente como para no recibirlo con una bienvenida demasiado empalagosa, ya que eso habría sido una pista en letras de neón de que algo estaba a punto de pasar-. Bienvenido al Fangtasia. Nos encantaría tener la oportunidad de agasajarte con una pieza de entretenimiento. -Hizo una reverencia. El rostro de Akiro permanecía inexpresivo, como si Eric no estuviese allí.

Aún de pie y flanqueado por Luis y Antonio, Victor inclinó levemente su cabeza llena de rizos.

– Sheriff, te presento a Akiro, mi nueva mano derecha -dijo con su fulgurante sonrisa-. Akiro ha accedido recientemente a mudarse de Nevada a Luisiana.

– Doy la bienvenida a un vampiro tan reconocido como Akiro a Luisiana -respondió Eric-. Estoy seguro de que serás un gran fichaje para el séquito del regente. -Eric era capaz de la misma impasibilidad que el vampiro que tenía delante.

Akiro tenía que acusar recibo de la bienvenida de un sheriff, que estaba por encima de él en la cadena alimentaria, pero era evidente que eso le incomodaba. La inclinación de su cabeza fue apenas perceptible.

Vampiros.

«Genial -pensé, muy apagada-. Al fin Victor sustituye a su lugarteniente y a su mejor luchador. Justo ahora».

– Ese Akiro tiene que ser un luchador muy hábil, ¿eh? -susurré a Heidi.

– Podría decirse que sí -dijo ella secamente, y se adelantó para saludar al regente. Todos los vampiros de Eric tuvieron que turnarse para presentarle sus respetos. Jock, el miembro más nuevo del personal de Eric, fue el último. Parecía a punto de besar el trasero de Victor a la menor oportunidad que se le presentase.

Mindy, con un arranque de lujuria de lo más inoportuno, lanzó una mirada de anhelo a Jock. Era estúpida, pero eso no significaba que mereciese morir. Me pregunté si podría hacer que visitase el aseo de mujeres antes de que llegase el gran momento. No. A menos que se le ocurriese a ella, tal maniobra sería como agitar una bandera roja. Observé a los recién llegados e intenté aunar fuerzas para lo que estaba por venir.

Eso fue particularmente horrible; la espera, la planificación, a sabiendas de que estaba a punto de hacer todo lo posible para matar a los que tenía enfrente. Los miré a todos a los ojos, anhelando que estuvieran muertos dentro de la siguiente hora. ¿Era así como se sentían los soldados? No estaba tan tensa como esperaba; me encontraba suspendida en una extraña calma, quizá porque, ahora que había llegado Victor, nada iba a parar lo que estaba a punto de desencadenarse.

Cuando el regente indicó que estaba satisfecho con la bienvenida sentándose en la silla del centro, Eric ordenó a Jock que llevase bebidas para todos. Los vampiros forasteros aguardaron a que Luis bebiera de la copa que había escogido al azar de la bandeja. Al ver que no le pasaba nada pasados los minutos, todos tomaron su copa, uno a uno, y bebieron. La atmósfera se relajó notablemente a continuación, ya que la bebida se ceñía escrupulosamente a la sensibilidad vampírica: sangre sintética recalentada de una marca de postín.

– Te ciñes a la letra de la norma aquí en el Fangtasia -observó Victor. Sonrió a Eric. Mindy se encontraba entre los dos, recostada sobre el hombro de Victor, con su propia copa de Coca-Cola light con ron. Su marido Mark, a la izquierda de Victor, no parecía sentirse muy bien. Tenía mal color y parecía apático. Cuando vi las marcas de colmillo en su cuello, me pregunté si Victor no se habría pasado. Mindy no parecía preocupada.

– Sí, regente -afirmó Eric. Devolvió la sonrisa con la misma sinceridad, y no insistió en el discurso.

– ¿Y tu preciosa esposa?

– Está presente, por supuesto -contestó Eric-. ¿Qué sería de esta noche sin ella? -Me hizo una señal para que me adelantase y Victor alzó su copa en mi dirección a modo de cumplido por mi aspecto. Conseguí parecer complacida.

– Victor -dije-. Nos alegramos enormemente de que hayas podido venir esta noche. -Me obligué a mantener el freno puesto; no quería excederme en mi entusiasmo. Victor no debía esperar de mí que fuese tan buena como Eric ocultando mis verdaderos sentimientos, y no tenía intención de cambiar sus ideas al respecto.

Por supuesto, Eric no quiso que estuviese presente. Dejó bien claro que una frágil humana, no debía estar en medio cuando los vampiros empezasen a luchar. Yo estaba de acuerdo, en teoría. Hubiese preferido estar en casa, pero no habría dejado de preocuparme cada segundo que pasaba. El peso de mi argumento radicaba en que Victor sospecharía ante mi ausencia, lo cual hubiese sido una clara señal de que Eric planeaba algo. Eric no pudo discutirlo cuando se lo planteé en nuestra reunión.

Akiro se situó detrás de la silla de Victor. Hmmm, extraño. Intentaba pensar qué podría hacer al respecto. Pam estaba detrás de la silla de Eric. Cuando Eric me llamó por señas, sonreí y me acerqué a él, el bolso al hombro.

Colton y Audrina se mimetizaban con el entorno portando bandejas con bebidas por todo el club.

Para mi asombro, Heidi se arrodilló junto a mi silla, su postura indicaba una atención llena de alerta. Eric la miró de reojo, pero no hizo mayor comentario. Heidi había adoptado una postura como si Eric le hubiese ordenado que me protegiese durante lo que podría ser una visita un poco delicada. Bajé la mirada hacia ella, pero ella me rehuyó. Sí, eso era exactamente lo que había pasado. Al menos eso entraba dentro de lo «normal» y no tenía por qué preocupar a nuestros visitantes.

– Bill -llamó Eric-. ¡Estamos listos!

Y Bill surgió del oscuro pasillo trasero, sonriente (una amplia mueca del todo inusual en él), con un brazo estirado hacia atrás (¡tachán!) para anunciar la aparición de Bubba.

¡Y vaya aparición! Ensombreció el protagonismo del propio Victor.

– Oh, Dios mío -murmuré. Vestía un mono rojo con el que alguien se había pasado un poco con la máquina de tachuelas; llevaba lentejuelas y joyas falsas por todas partes y se había dispuesto el pelo en un increíble copete. Calzaba botas negras y lucía unos enormes anillos. Esbozaba esa sonrisa asimétrica que había hecho estragos entre las mujeres de medio mundo y saludaba a su público como si estuviese compuesto de miles de individuos en vez del puñado que éramos. Bill se colocó junto al equipo de sonido que había dispuesto Maxwell, y cuando Bubba saltó al diminuto escenario y nos agradeció la asistencia, las luces se apagaron. Bill pulsó el botón y empezó a sonar Kentucky Rain.

Era increíble. ¿Qué más puedo decir?

Victor estaba completamente extasiado, al menos tanto como le fuese posible a alguien tan paranoico como él. Se inclinó hacia delante, olvidándose de Mindy, Mark y los demás vampiros, para absorber la experiencia. A fin de cuentas, tenía a Akiro para vigilarle las espaldas. Y Akiro estaba haciendo muy bien su trabajo, no cabía duda. Tenía la mirada fija en Bubba, pero no dejaba de barrer la estancia de cuando en cuando. Luis y Antonio se habían situado junto a la puerta delantera, cubriendo la espalda de Akiro, quien cubría 180 grados de club a la espalda de Víctor.

Cuando Bubba hizo una reverencia en busca de aplausos, que fueron estruendosos en el pequeño recinto que los albergaba, Bill volvió a poner música. Esta vez tocaba In the Ghetto.