Unas lágrimas rojas surcaron las mejillas de Victor. Miré por encima del hombro para ver que Luis y Antonio estaban extasiados. Los dos vampiros sin nombre estaban cerca de Bill, las manos recogidas por delante, observando el espectáculo.
Al parecer, Ana Lyudmila no era ninguna amante de la música. Parecía aburrida, sentada en el extremo del banco de uno de los apartados cercanos a la puerta delantera. Podía verla por encima del hombro de Mark. Thalia, que medía aproximadamente la mitad que Ana Lyudmila, se acercó silenciosamente a ella y le ofreció una bandeja llena de bebidas. Ana Lyudmila asintió con gracejo, escogió una y la apuró de un trago. Tras un segundo en el que su expresión se arrugó presa del horror absoluto, se derrumbó. Thalia cogió la botella justo cuando caía de sus manos. La antigua y letal vampira arrastró el cuerpo inerte bien dentro del apartado y se volvió para mirar hacia el escenario, permaneciendo quieta para interponerse a la vista del manojo de las piernas de Lyudmila que asomaban todavía. Todo ocurrió en menos de treinta segundos. No sabía qué llevaba la bebida; ¿plata líquida, quizá? ¿Era posible? Ese plan auxiliar implicaba la contingencia de que los demás vampiros se percataran de su desaparición a la vista de todos, pero había resultado rentable.
Una menos. Queríamos deshacernos del mayor número posible antes de que estallase la pelea.
Palomino, cuyo pelo blanquecino y maravillosa piel dorada le hacían sobresalir sobremanera, se las arregló para acercarse a Antonio progresiva y casualmente. Captó su mirada y sonrió, pero tuvo el tino de no exagerar.
Mi bolso estaba en el suelo, en el diminuto espacio entre mi silla y la de Eric. Bajé la mano hasta la abertura y extraje una estaca muy afilada. La deposité en la receptiva mano de Eric. Tras un segundo apoyada en su hombro para disimular el movimiento, me erguí para dejarle espacio.
Maxwell Lee, que había ocupado la posición junto a la puerta que daba a la trastienda y las oficinas, se quitó la chaqueta del traje y la dobló cuidadosamente. Apreciaba el cuidado con el que trataba a sus prendas, pero era como una señal de que iba a intentar algo. Pareció darse cuenta de eso mismo, porque después de eso intentó disimular al lado de una caseta.
Mientras Bubba se arrancaba con canciones más lentas, resultó embriagador, pero para el siguiente número optó por Jailhouse Rock, y una cierta melancolía tiñó su interpretación. Si bien la transición al vampirismo había aligerado sus achaques, aún adolecía de una pobre forma física y todavía le aquejaban las marcas de la edad.
Ahora que estaba cantando y bailando, el efecto era ligeramente patético. Noté que el público empezaba a perder la fascinación con el espectáculo.
El cambio de tono había sido un error, pero nadie podía haberlo previsto.
Noté cómo el brazo de Eric se tensaba a mi lado, y entonces, con la velocidad de una serpiente, se echó hacia delante para apartar a Mindy Simpson a su izquierda, alzó el brazo derecho y cogió impulso para clavar la estaca en el pecho de Víctor. Como el ataque de una serpiente, fue perfecto. Eric habría dado en el centro de la diana si Akiro no hubiese desenvainado su espada con la misma velocidad para dar con ella en el suelo.
Mindy Simpson estaba condenada por encontrarse en el lugar y momento equivocados. En la maniobra, la espada de Akiro se le clavó en el hombro. Su carne y sus huesos retuvieron la hoja el instante suficiente como para permitir a Eric esquivar el golpe.
Entonces se desató el infierno.
Mindy aulló de dolor y murió en cuestión de segundos. La cantidad de sangre era sencillamente increíble. Mientras daba sus últimos estertores, ocurrieron muchas cosas casi simultáneamente. Mientras Mark aún estaba paralizado con la boca abierta, Víctor intentó apartar de un empujón el cuerpo inerte y ensangrentado de Mindy, Akiro trataba de liberar su espada y Eric se movía a toda velocidad para intentar evitar otro tajo. Le sangraba el brazo, pero gracias al bloqueo accidental de Mindy, aún lo tenía servible. Yo me levanté y retrocedí para alejarme de la pelea, tirando de paso mi silla, justo al paso de Luis, que corría para proteger a su amo. Entorpecí su trayectoria y acabó cayendo al suelo. Afortunadamente para mí, estaba demasiado obcecado por la parte vampírica del enfrentamiento como para considerarme un peligro, y se limitó a utilizarme para incorporarse.
No es que me sintiese mejor, pero al menos no resultó fatal para mí.
Me agaché como pude para tratar de vislumbrar qué hacer a continuación. Bajo la escasa luz, no era fácil decidir lo que estaba pasando. Una pareja en pugna cerca de la puerta principal resultó estar compuesta por Palomino y Antonio, y la pequeña figura que volaba por los aires debía de ser Thalia. Pretendía aterrizar sobre la espalda de Akiro, pero éste se giró (al menos un segundo, y a una velocidad increíble) y acabó golpeándolo en el pecho, haciendo que se tambalease. Su espada no era el arma ideal para el combate cerrado, no con una Thalia dispuesta a cualquier cosa para arrancarle la garganta de un mordisco.
Mark Simpson intentaba alejarse del cadáver de su mujer y de los vampiros en liza dando traspiés mientras decía: «Oh, Dios mío, oh, Dios mío», una y otra vez. Pero consiguió esconderse detrás de la barra, donde aferró una botella y buscó a alguien a quien golpear con ella. Pensé que podía encargarme de Mark Simpson, así que me obligué a levantarme.
Colton lo hizo antes de que pudiera llegar. Cogió otra botella y la estrelló contra la cabeza desprevenida de Mark, al que dejó noqueado en el suelo.
Mientras Thalia mantenía ocupado a Akiro, Eric y Pam se encargaban de Victor. Las peleas de bar justas no existen. Unieron sus fuerzas contra él.
Maxwell Lee clavó una certera estaca por la espalda de Antonio mientras lidiaba con Palomino.
Podía oír a Bubba gritando agitadamente. Corrí hasta el escenario y lo cogí del brazo.
– Eh, tranquilo, no pasa nada -lo tranquilicé. Había tanta gente aullando y gritando que no sabía si me había oído, pero tras repetirme veinte veces dejó de chillar (gracias a Dios) y dijo:
– Señorita Sookie, quiero salir de aquí.
– Claro -contesté, tratando de mantener la calma de mi propia voz, cuando lo que deseaba era unirme al coro de gritos -. ¿Ves esa puerta de allí? -Señalé a la puerta que conducía al resto del club, el despacho de Eric y demás-. Ve por allí y espera al otro lado. Lo has hecho genial, ¡genial! Bill te seguirá pronto, estoy segura.
– Vale -dijo con total desamparo, y vi cómo su silueta se movía a través de la tenue luz que procedía de la puerta abierta. Finalmente localicé a Bill, que se abría paso entre los combatientes con los ojos puestos en Bubba. Cogió a Bubba por el brazo y tiró de él hasta la seguridad, que era la tarea que previamente se le había asignado. Me enorgullecí de ver que había dejado a uno de los vampiros anónimos muerto en el suelo, ya en pleno proceso de desvanecimiento.
Estaba tan centrada en Bubba que no vi a Audrina tambaleándose hacia mí, las manos echadas a la garganta, intentando taponar una herida por la que se estaba desangrando, hasta que nos chocamos, provocando que cayese de rodillas. Desconocía cuál era su pretensión; quizá quería pasar de largo hacia la barra para taparse la herida con un paño, o a lo mejor sólo intentaba huir de su atacante, pero nunca lo consiguió. Cayó redonda al suelo a un metro de mí. Ya no podía hacer nada por ella. Sentí movimiento a mi espada cuando le toqué la muñeca y pude apartarme del cuerpo justo a tiempo para no recibir un golpe de Jock, el barman. Su instinto de supervivencia era notable, persiguiendo a mujeres humanas en vez de vampiros. Indira, su sari agitándose alrededor de su figura, aferró el pesado brazo de Jock y lo retorció con la fuerza necesaria para lanzarlo contra una pared. Hizo un agujero. Jock retrocedió tambaleándose. Indira se lanzó al suelo, lo agarró por la entrepierna y tiró con fuerza. Jock pataleó y forcejeó en medio de sus propios gritos, pero eso no impidió que Indira le arrancara los testículos.