Ya tenía «una cosa horrible nunca vista» más que añadir a la lista.
La sangre empezó a manar abundantemente de la herida de Jock, densa y oscura, y éste miró hacia abajo, presa del shock mientras la vampira lanzaba un aullido de victoria. Con una repentina determinación, el barman disparó sus puños cerrados y la golpeó a un lado de la cabeza. Indira salió volando. Esta vez le tocó a ella chocar contra una pared. Permaneció quieta en el suelo por un segundo, meneando la cabeza como si tuviese moscas revoloteando alrededor. Jock fue a por ella, pero pude agarrarle del hombro para retenerlo un segundo. Para cuando llegó a su altura, Indira se había espabilado lo suficiente como para arrojarle el sari a la cara y cegarlo mientras se hacía con la estaca que yo le había lanzado y se la clavaba en el corazón.
Jock, apenas le conocía.
Intenté emprender una rápida evasión.
Jock fuera, Mark y Mindy fuera, Ana Lyudmila fuera, Antonio fuera, vampiro enemigo desconocido número uno fuera, Luis… ¿dónde se había metido? Oí un disparo fuera y supuse que era la respuesta a mi pregunta. En efecto, Luis se fue corriendo hacia la parte de atrás del club con una herida en el hombro. Mustafá Khan le estaba esperando con un cuchillo muy largo. Luis opuso una feroz resistencia a pesar de la herida de bala, y además llevaba un arma oculta. Sacó su propia espada y se lanzó sobre Mustafá, pero Immanuel le propinó una patada en la rodilla desde atrás y Luis trastabilló. Rubio aprovechó ese momento de debilidad para clavarle una estaca en el pecho. Si bien Mustafá dijo un «Oh, demonios» con gran disgusto, hizo un gesto de reconocimiento a Rubio. Sorprendido, Rubio se lo devolvió.
Palomino lo estaba pasando mal con el vampiro anónimo número dos, que luchaba como un demonio. Puede que Palomino no fuese una luchadora muy avezada o veterana, pero era sanguinaria y nada fácil. Parker, que no era muy de luchar, se quedó a espaldas del número dos y le clavó repetidas veces un punzón de hielo, lo cual no era demasiado eficaz pero sí obviamente irritante. Número dos, un fornido vampiro que había sido convertido a los treinta y tantos, se curaba sólo para ser apuñalado otra vez. Estoy segura de que eso dolía, y mucho. Parker parecía temer acercarse lo suficiente como para clavarle el punzón en el corazón. Palomino era demasiado lenta debido a sus numerosas heridas como para inmovilizarlo. Mustafá, frustrado por no haber podido matar a Luis, apartó a Parker de un manotazo y decapitó a número dos con un dramático tajo de su hoja.
Ahora, Akiro y Victor eran los únicos enemigos que quedaban en pie.
Ambos sabían que estaban luchando a vida o muerte. La boca de Pam estaba ensangrentada, pero no era capaz de distinguir si la sangre era suya o de Victor. Sentí que el cluviel dor presionaba contra mi piel y pensé en sacarlo, pero en ese instante Akiro consiguió cercenar el brazo de Thalia. Ésta lo cogió antes de caer al suelo y lo utilizó para golpear a Akiro, mientras Heidi saltaba a su espalda y lo apuñalaba en el cuello.
Akiro soltó su espada para agarrarse la garganta. Yo agarré el arma para que no pudiera recuperarla. Era una espada larga, pero no tan pesada como hubiese esperado. Retrocedí para alejarla más de él. En ese momento, Victor estrelló a Eric contra una pared y empujó a Pam de espaldas para lanzarse sobre ella, justo delante de mis narices. Le mordió en el cuello, aplastando sus hombros contra el suelo con ambas manos.
Ella alzó la mirada hasta encontrarse con la mía. Su expresión era de una calma escalofriante.
– Hazlo -dijo.
– No. -Podía dañar a Pam.
– Hazlo -insistió con tono apremiante. Sus manos aferraron a Victor de los brazos, inmovilizándolo.
Eric se tambaleaba para recuperar el equilibrio. La sangre le manaba de una herida en la cabeza, del brazo y del costado. Había mordido a Victor al menos una vez, a juzgar por su boca ensangrentada. Miré a Pam, que sujetaba a nuestro enemigo con todas las fuerzas que le quedaban. Asintió y giró la cabeza a un lado. Cerró los ojos. Ojalá yo hubiera podido hacer lo mismo. Cogí aire y propulsé la espada hacia abajo.
CAPÍTULO 16
Pam se quitó a Victor de encima y se levantó. Temía tanto poder matar a Pam que no imprimí toda la fuerza posible al tajo. No había atravesado al vampiro, si bien le había seccionado la columna. La espada se había atascado en los huesos y no podía sacarla. Horrorizada por la sensación de atravesar a Victor, di un paso atrás tapándome la boca con la mano.
Pam arrancó la espada de la herida y, de un movimiento, decapitó a Victor.
– Ríndete -conminó Eric al gravemente herido Akiro.
Akiro sacudió la cabeza. La herida en la garganta le impedía hablar.
– Muy bien -dijo Eric con desgana. Le agarró de la cabeza y le rompió el cuello. El audible chasquido resultó profundamente repugnante. Me giré tratando de contener las náuseas del estómago. Mientras Akiro yacía indefenso, Eric le clavó la estaca.
Todo había terminado. Victor y todo su séquito de vampiros (y de humanos también) estaban muertos. Había suficientes vampiros en proceso de descomposición como para viciar el aire.
Me hundí en una de las sillas. Lo cierto es que perdí el control de mis piernas y dio la casualidad de que había una silla detrás de mí.
Thalia lloraba por el dolor del brazo amputado, pero se esforzaba sobremanera para controlar ese despliegue de debilidad. Indira estaba echada en el suelo, agotada pero feliz. Maxwell Lee, Parker y Rubio sólo contaban rasguños. Pam y Eric estaban cubiertos de sangre, tanto la propia como la de Victor. Palomino se acercó lentamente a Rubio y lo rodeó con los brazos, arrastrando a Parker al abrazo. Colton estaba arrodillado junto al cadáver de Audrina y no paraba de sollozar.
No quería presenciar más batallas, grandes o pequeñas, en lo que me quedaba de vida. Miré a mi amante, mi marido, y se me antojó un extraño. El y Pam estaban de pie, el uno frente a la otra, agarrándose de las manos y sonrientes a través de la capa de sangre. Entonces sencillamente se colapsaron el uno sobre el otro y Pam empezó a reír hasta perder el aliento.
– ¡Lo conseguimos! -dijo ella-. Ya está. Somos libres.
«Hasta que Felipe de Castro caiga sobre nosotros como una tonelada de ladrillos porque quiera saber lo que le ha pasado a su regente», pensé, pero no dije nada. Primero, porque no estaba segura de poder hacerlo, y segundo, porque ya habíamos imaginado lo que podría pasar, pero Eric había llegado a la conclusión de que era mejor pedir perdón que permiso.
Mustafá estaba ocupado con su móvil, que era casi tan grande como un grillo.
– Warren, ya no hace falta que vengas, tío -dijo-. El trabajo está hecho. Buen tiro. Sí, lo tenemos.
– Sheriff -pidió Parker-, nos iremos a casa, a menos que nos necesites. -El fibroso joven sostenía a Palomino. Rubio la sostenía por el otro lado. Todos estaban bastante maltrechos, de un modo u otro.
– Podéis iros. -Empapado en sangre, Eric seguía siendo el que mandaba-. Habéis respondido a mi llamada y habéis cumplido. Seréis recompensados.
Palomino, Rubio y Parker se ayudaron los unos a los otros para llegar a la puerta trasera. A juzgar por sus expresiones, estaba segura de que deseaban que Eric no volviese a llamarlos en una larga, larga temporada, fuese cual fuese la recompensa posterior.
Indira gateó hasta Thalia para apretar el brazo seccionado contra el cuerpo con toda su fuerza. Lo mantuvo así un rato, sonriente. Indira era la persona más feliz del club.
– ¿Funcionará? -pregunté a Pam, indicando con la cabeza la unión de brazo y hombro. Pam estaba limpiando la espada ensangrentada en la ropa de Akiro. Ya no quedaba prácticamente nada de su garganta; las partes heridas se desintegran más deprisa que las intactas.