Eso parecía.
22.
Tom Burke dedicó toda la sesión matinal del martes a adelantarse a la estrategia de defensa de Jaywalker de «lo hizo otro tipo». Primero, llamó al estrado al encargado del edificio de Barry Tannenbaum, Anthony Mazzini, y le preguntó directamente si él había matado a Tannenbaum. El asombrado «¿Yo?» de Mazzini había surgido de sus labios de un modo tan sincero que Jaywalker se dio cuenta al instante de lo que había hecho Burke. Había puesto al encargado en el estrado otra vez sin decirle que iba a formularle esa pregunta. Era una táctica brillante, y había funcionado. La reacción de los miembros del jurado a la sinceridad de Mazzini fue evidente por sus sonrisas y asentimientos. Uno o dos de ellos llegaron a lanzarle a Jaywalker miradas de desagrado.
En su turno, Jaywalker pudo hacer poco, salvo conseguir que Mazzini admitiera que había tenido y seguía teniendo acceso al apartamento de Tannenbaum porque poseía una llave maestra, y que conocía la enemistad que existía entre Tannenbaum y el presidente de la comunidad, Kenneth Redding. Cuando Mazzini negó que se hubiera puesto de parte del presidente en la disputa, Jaywalker no pudo hacer nada. Cuando volvió a interrogar al testigo, Burke le preguntó si estaba seguro de que no tenía ninguna razón para querer matar a Tannenbaum.
Señor Mazzini: ¿Matarlo? Ese hombre me daba una propina de dos mil dólares por Navidad. ¿Por qué iba a querer matarlo?
Incluso Jaywalker tuvo que admitir que era una buena respuesta, así que tuvo que conformarse con conseguir que el encargado admitiera que había permanecido en el apartamento durante media hora después de que se descubriera el cuerpo, y que había caminado un poco por allí, y que probablemente había tocado algunas cosas.
No era mucho, ciertamente, porque además no habían encontrado ninguna huella suya en el apartamento, pero al menos le daba a Jaywalker algo de lo que hablar durante el alegato final.
Después, Burke llamó a Kenneth Redding, que había llegado desde Aruba la noche anterior, después de acortar sus vacaciones. No parecía que estuviera muy contento por ello. El testigo admitió que había tenido una discusión con Tannenbaum, pero que eso era normal cuando uno era presidente de una comunidad. Era corriente tener algún problema con los propietarios y arrendatarios. El enfrentamiento entre Tannenbaum y Redding se debía a que el primero se había negado a pagar una factura de trece mil dólares por la reparación de los daños del apartamento de Redding que no había cubierto el seguro de Tannenbaum. Redding le había exigido el pago, pero Tannenbaum se había negado, aduciendo que Redding había aprovechado la coyuntura para agrandar su cocina a expensas de él. Redding lo negó.
Señor Burke: De cualquier modo, teniendo en cuenta sus finanzas y las del señor Tannenbaum, ¿diría que la cantidad que se disputaban era mucho dinero?
Señor Redding: Personalmente, yo diría que era calderilla.
Señor Burke: ¿Suficiente calderilla como para matar a alguien?
Señor Redding: (Riéndose). Hace falta mucho más que eso para que yo mate a alguien.
Las risas de los miembros del jurado dieron a entender que estaban de acuerdo con él.
De nuevo, lo único que pudo hacer ver Jaywalker fue que Redding, como Mazzini, tenía la llave maestra de todos los apartamentos del edificio, aunque al principio el testigo fue reticente a admitir ese hecho. Parecía que las normas de la comunidad no permitían ese arreglo, pero que había conseguido que Mazzini le diera una llave de todos modos.
Señor Redding: Ya sabe, para usar en caso de emergencia.
Señor Jaywalker: ¿Como un incendio, o un desastre similar?
Señor Redding: Sí, ese tipo de cosas. Exactamente.
Señor Jaywalker: ¿Así pues, en caso de ataque nuclear, usted podría ir de piso en piso, abriendo los apartamentos de todo el mundo?
Señor Burke: Protesto.
Señor Jaywalker: Retiro la pregunta.
Burke llamó después a Alan Manheim. La primera pregunta que formuló el fiscal fue si Manheim había tenido alguna vez o tenía en la actualidad una llave del piso de Barry Tannenbaum o de la casa de Samara. Manheim negó con vehemencia que las hubiera tenido.
Testificó que había sido abogado personal de Barry Tannenbaum durante once años. En ese tiempo, se había visto involucrado, entre otras cosas, en la compraventa de inmuebles y otras propiedades, en la negociación de divorcio de Tannenbaum con su tercera esposa y en la redacción de un contrato prenupcial entre Samara y Barry para proteger al último en caso de divorcio. Se aseguraba de que Samara dejaría el matrimonio con lo mismo que había tenido al principio: nada.
Manheim había continuado trabajando para Tannenbaum hasta que, seis meses antes de la muerte de Tannenbaum, Manheim y él se habían separado bruscamente.
Señor Burke: ¿Y por qué ocurrió eso?
Señor Manheim: Tuvimos un desacuerdo.
Señor Burke: ¿Podría describir la naturaleza de ese desacuerdo?
Señor Manheim: En realidad hubo dos problemas. Para empezar, estaba la salud del señor Tannenbaum. Le habían diagnosticado un cáncer, y quería poner al día su testamento. Específicamente, quería saber si había algún modo para desheredar a su mujer, y dejarle todo su patrimonio a sus fundaciones, su universidad y las variadas organizaciones caritativas que había constituido.
Señor Burke: ¿Y qué le dijo usted?
Señor Manheim: Le dije que aunque desheredara a Samara en un testamento escrito, no serviría de nada. La ley haría que ella heredara la mitad de su patrimonio.
Señor Burke: ¿Y eso era cierto?
Señor Manheim: Sí. Es tan fundamental, que lo enseñan en el primer año de carrera.
Señor Burke: ¿Cabe decir que su respuesta no le granjeó la simpatía del señor Tannenbaum?
Señor Manheim: Sí, cabe. No se puso muy contento.
Señor Burke: Dijo que había otro problema.
Señor Manheim: Sí.
Señor Burke: Háblenos de él.
Señor Manheim: Barry… ¿cómo podría decir esto? Barry tenía una vena paranoica. Me acusó de robar, de haber hecho un desfalco.
Señor Burke: ¿Y tenía algo de cierto esa acusación?
Señor Manheim: No, en absoluto. Nada de nada.
Señor Burke: ¿Y cómo se resolvió ese asunto, si es que se resolvió?
Señor Manheim: Yo me ofendí más y más con sus acusaciones. Finalmente, presenté mi dimisión.
Señor Burke: ¿Y?
Señor Manheim: Y el señor Tannenbaum la aceptó.
Señor Burke: Y seis meses después, ¿se vengó usted clavándole un cuchillo en el corazón?
Señor Manheim: No. Me vengué consiguiendo un trabajo mejor pagado, y sin dejar de ser el mejor abogado que puedo.
Era una forma cruel de conseguir una negación, pero también muy efectiva. Sin embargo, lo que interesaba a Jaywalker no era lo que Burke le había preguntado a su testigo, sino lo que no le había preguntado. Lo cual significaba una cosa de dos: o Burke no quería ir hasta allí por alguna razón, o le estaba tendiendo una trampa a Jaywalker.
Señor Jaywalker: Señor Manheim, ¿dice que consiguió un trabajo mejor pagado después de dejar al señor Tannenbaum. ¿Es correcto?
Señor Manheim: Sí.
Señor Jaywalker: ¿Diría usted que el señor Tannenbaum no le pagaba adecuadamente?
Señor Manheim: Teniendo en cuenta todo lo que yo hacía, no, no me pagaba adecuadamente.
Señor Jaywalker: Entiendo. ¿Cuánto le pagaba?
Señor Manheim: (Al juez) ¿Tengo que responder a eso?
El Juez: Me temo que sí.
Señor Manheim: (Inaudible).
Señor Jaywalker: No le oigo.
Señor Manheim: Dos con siete.
Señor Jaywalker: ¿Dos con siete qué?
Señor Manheim: Millones.