Выбрать главу

Quizá Smythe supiera algo al respecto.

Señor Jaywalker: Señor Smythe, ha dicho que tenía usted acceso completo a los libros de contabilidad y a las cuentas bancarias del señor Tannenbaum. ¿Tenía un acceso parecido a la cuenta de Samara?

Señor Smythe: En cierto modo, aunque indirectamente.

Señor Jaywalker: ¿Qué quiere decir con «indirectamente»?

Señor Smythe: En el aspecto técnico, la cuenta de la señora Tannenbaum era compartida con su esposo. Cualquiera de los dos podía hacer depósitos o extender cheques. Sin embargo, en la práctica, el señor Tannenbaum hacía todos los depósitos y la señora Tannenbaum extendía todos los cheques.

Hubo unas risas en la tribuna del jurado. Samara la gorrona, la esponja. No era una buena imagen.

Señor Jaywalker: Entonces, ¿firmó usted alguna vez algún cheque en nombre de Samara?

Señor Smythe: Sí, si quiere verlo así. Yo prefiero pensar que lo estaba firmando en hombre del señor Tannenbaum, para cubrir algunos de los gastos de su esposa.

Señor Jaywalker: Y, de la misma manera, ¿le presentaba de vez en cuando documentos a Samara para que los firmara?

Señor Smythe: Sí.

Señor Jaywalker: ¿Qué tipo de documentos?

Señor Smythe: Oh, la declaración de la renta, las renovaciones del carné de conducir, reclamaciones al seguro de salud, contratos de tarjetas de crédito. Ese tipo de cosas.

Señor Jaywalker: En otras palabras, cuando había organismos o entidades que no aceptarían su propia firma en lugar de la de ella.

Señor Smythe: Es una buena forma de decirlo.

Señor Jaywalker: ¿Y describiría a Samara como alguien muy diligente a la hora de leer el contenido de los documentos que firmaba, o no muy diligente?

Señor Smythe: No muy diligente.

Hubo más risas en la tribuna. Samara la cabeza hueca. Por Jaywalker, perfecto.

Señor Jaywalker: ¿Había ocasiones en las que ella indicaba que no quería que la molestaran y dejaba que usted leyera los documentos. ¿Es así?

Señor Smythe: Sí.

Señor Jaywalker: ¿Y eso incluía la letra pequeña?

Señor Smythe: Sí, claro. Salvo en el caso de la declaración de la renta. Sí hacía que leyera aquellos documentos antes de permitirle que los firmara.

Señor Jaywalker: Porque la ley le obliga a hacerlo, ¿verdad?

Señor Smythe: Y porque es lo correcto.

Jaywalker caminó hacia la mesa del fiscal y le pidió el documento original de la póliza de seguros. Tenía una etiqueta que indicaba que era la prueba número nueve de la fiscalía. Jaywalker la quitó y le entregó el documento al relator, pidiéndole que la marcara como prueba de la defensa.

Los fiscales odiaban que los abogados defensores hicieran eso.

Señor Jaywalker: Señor Smythe, le muestro la prueba A de la defensa y le pregunto si la reconoce.

Señor Smythe: Sí. El señor Burke me la enseñó hace tiempo.

Señor Jaywalker: ¿Y qué es?

Señor Smythe: Es una póliza de seguros por la vida del señor Tannenbaum. Y parece que está firmada por la señora Tannenbaum.

Señor Jaywalker: Y la defensa lo corrobora.

El Juez: ¿Señor Burke?

Señor Burke: También lo corrobora.

¿Qué otra cosa podía hacer Burke? Jaywalker no sólo iba a sacar provecho de su segunda mejor prueba, sino que estaba despojándola de su mejor efecto al admitir que en el documento figuraba la firma de Samara. Por el rabillo del ojo, Jaywalker vio que Burke estaba tachando a alguien de su lista de testigos; sin duda, el nombre del experto en grafología. Después, para completar la actuación, Jaywalker hizo que el documento constara como la prueba A de la defensa. Burke no pudo hacer otra cosa que murmurar: «Aceptado».

Señor Jaywalker: ¿No es un hecho, señor Smythe, que Samara firmó este documento sólo porque usted se lo puso delante y le pidió que lo hiciera?

Señor Smythe: No, no es un hecho en absoluto.

Señor Jaywalker: Nos ha dicho que eso ocurría habitualmente, ¿no es así?

Señor Smythe: Ocurría, sí.

Señor Jaywalker: ¿Habitualmente?

Señor Burke: Protesto.

El Juez: Quizá quiera rehacer la pregunta.

Señor Jaywalker: Claro. ¿Diría usted que ocurrió más de una vez durante los años que Barry y Samara estuvieron casados?

Señor Smythe: ¿Más de una vez? Sí.

Señor Jaywalker: ¿Más de una docena de veces?

Señor Smythe: Sí.

Señor Jaywalker: ¿Más de dos docenas de veces?

Señor Smythe: Probablemente.

Señor Jaywalker: ¿Habitualmente?

Señor Burke: Protesto.

El Juez: Ha lugar.

De nuevo, Jaywalker se acercó a la mesa del fiscal y se inclinó hacia Burke.

– ¿Qué es lo que quieres ahora? -le preguntó Tom-. ¿Mis calzoncillos?

– Todavía no -le dijo Jaywalker-, pero me llevaré ese cheque que tienes ahí, con el que se pagó la prima del seguro.

Burke lo soltó a regañadientes y tuvo que quedarse allí sentado, sin poder hacer nada, mientras Jaywalker pedía que pusieran una nueva etiqueta a la prueba y que la incluyeran como la prueba B de la defensa.

Señor Jaywalker: ¿Reconoce la firma que hay en este cheque?

Señor Smythe: Sí, la reconozco.

Señor Jaywalker: ¿Puede leernos el nombre con el que fue firmado?

Señor Smythe: Samara M. Tannenbaum.

Señor Jaywalker: ¿Firmó este cheque en realidad Samara?

Señor Smythe: No.

Señor Jaywalker: Lo siento, no he podido oír su respuesta.

Señor Smythe: No, no lo firmó ella.

Señor Jaywalker: ¿Quién lo firmó?

Señor Smythe: Yo.

Señor Jaywalker: ¿Usted firmó con el nombre de Samara?

Señor Smythe: Sí.

Jaywalker tenía unas cuantas preguntas más para Smythe, pero cualquier cosa que dijera después de aquello iba a resultar decepcionante. Sabía que, sin duda, el contable tenía una explicación lógica para haber hecho lo que había hecho, así que, ¿por qué iba a darle la oportunidad de rehabilitarse? Era mejor dejar que lo hiciera Burke en su turno de preguntas, y después incidir.

– No hay más preguntas -dijo.

Burke estaba en pie antes de que Jaywalker se hubiera sentado.

Señor Burke: Hace unos minutos, el señor Jaywalker le ha preguntado por este documento, la prueba A de la defensa. En concreto, después de admitir que está firmado por su clienta, le ha preguntado si ella lo firmó sólo porque usted se lo pidió. ¿Recuerda que el abogado defensor le hiciera esta pregunta?

Señor Smythe: Sí, lo recuerdo.

Señor Burke: Y usted respondió, de manera enfática…

Señor Jaywalker: Protesto.

El Juez: Aceptada. Prescinda de la caracterización, por favor.

Señor Burke: Y usted respondió con las palabras «No, no es un hecho en absoluto».

Señor Smythe: Sí. Yo nunca le di a la señora Tannenbaum ese documento para que lo firmara. De hecho, nunca lo había visto hasta que usted me lo mostró, varias semanas después de la muerte del señor Tannenbaum.

Señor Burke: ¿Cómo puede estar tan seguro de que no se lo dio a la señora Tannenbaum para que lo firmara?

Señor Smythe: Porque, al contrario que la señora Tannenbaum, yo leo todo lo que le doy a firmar.

«Bien hecho», pensó Jaywalker. Sin embargo, ¿cómo iba a explicar Smythe lo de la firma del cheque? Resultó que no iba a tardar mucho en averiguarlo, y no le gustó la explicación más de lo que le había gustado la anterior.

Señor Burke: En cuanto a la prueba B de la defensa, el cheque para costear la prima, ha dicho que lo firmó usted. ¿Es correcto?

Señor Smythe: Sí.

Señor Burke: ¿Y cómo lo explica?

Señor Smythe: Igual que recogía las facturas del señor Tannenbaum cuando llegaban, también me hacía cargo de las de la señora Tannenbaum. Cuando apareció una factura de veintisiete mil dólares emitida por una compañía de seguros, me preocupé de preguntarle por ella al señor Tannenbaum.