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Señor Jaywalker: ¿Recuerda la última vez que vio a Barry?

Señora Tannenbaum: Sí, lo recuerdo.

Señor Jaywalker: ¿Cuándo fue?

Señora Tannenbaum: La noche en que todo el mundo dice que fue asesinado.

Señor Jaywalker: ¿Y dónde lo vio?

Señora Tannenbaum: En su apartamento.

Ella contó que había ido al ático de Barry porque él la había invitado. Quería hablar de algo importante, pero Samara no recordaba qué. Cuando había llegado al ático era la hora de cenar; habían pedido comida china y la habían tomado directamente de los envases. Barry no había comido mucho, según recordó Samara. Se había quejado de que tenía un resfriado, o la gripe, o algo parecido. Típico de Barry.

En veinte minutos estaban discutiendo sobre aquello de lo que Barry quería hablar con ella. Quizá hubiera sido su humillación por el último capricho de Samara, pero no lo recordaba. En cualquier caso, la discusión se hizo muy desagradable rápidamente, y Samara insultó a Barry de un modo especialmente odioso para él. Después, se marchó.

Señor Jaywalker: ¿Recuerda qué insulto utilizó?

Señora Tannenbaum: Sí.

Señor Jaywalker: ¿Cuál fue?

Señora Tannenbaum: Le dije que era gilipollas. Aquél era el insulto que más podía molestarle. Dijo que hacía que yo pareciera una cualquiera, como la basura de caravana que era. Yo le contesté que no me importaba. Si yo era una basura, pues lo era. Da igual. De todos modos, eso es lo que le llamé aquella noche, para ponerlo furioso. Yo también estaba muy enfadada.

Señor Jaywalker: ¿Y aun así no recuerda de qué discutieron?

Señora Tannenbaum: Exactamente. Sé que es una estupidez, pero así eran las cosas entre nosotros.

Ella había tomado un taxi para ir desde casa de Barry a la suya, directamente. No se había bañado ni duchado, ni se había lavado el pelo, ni había lavado la ropa, ni había hecho nada fuera de lo corriente. No recordaba a qué hora se había acostado, ni a qué hora se había quedado dormida. Sólo recordaba que al día siguiente, por la tarde, habían llegado dos detectives a su casa, y ella los había dejado pasar. Les había preguntado qué ocurría, y ellos se habían negado a contestarle, cosa que la había irritado.

Señor Jaywalker: ¿Qué le preguntaron?

Señora Tannenbaum: Querían saber cuándo había visto a mi marido por última vez.

Señor Jaywalker: ¿Qué respondió usted?

Señora Tannenbaum: Les pregunté por qué, o que si era asunto suyo. Algo así. De todos modos no me respondieron. Así que les dije que hacía una semana.

Señor Jaywalker: ¿Era verdad?

Señora Tannenbaum: No. Era mentira.

Señor Jaywalker: ¿Y por qué les mintió?

Señora Tannenbaum: No lo sé. Como ya he dicho, me estaban cabre… me estaban irritando. Me decían que tenía que responder a sus preguntas, pero se negaban a contestar a las mías. Quizá por eso les mentí, para vengarme. Sinceramente, no estoy segura.

Señor Jaywalker: ¿Qué ocurrió después?

Señora Tannenbaum: Me dijeron que mentía. Me dijeron que una testigo me había situado en el apartamento de Barry la noche anterior. Así que les dije que sí, que había estado allí.

Señor Jaywalker: ¿Qué ocurrió entonces?

Señora Tannenbaum: Me preguntaron si Barry y yo habíamos tenido una pelea. A mí me pareció que lo que ocurriera entre mi marido y yo no era de su incumbencia, y creo que se lo dije.

Señor Jaywalker: ¿Les contestó que sí, o que no habían tenido una pelea la noche anterior?

Señora Tannenbaum: Les dije que no, que no habíamos tenido una pelea. Para mí, una pelea es cuando dos personas se golpean, se tiran objetos, cosas así. Lo que nosotros habíamos tenido era una discusión.

Señor Jaywalker: ¿Les dijo eso voluntariamente?

Señora Tannenbaum: Yo no quería decirles nada. Había dejado entrar a aquellos tipos en mi casa, y ellos no tenían la decencia de decirme por qué habían ido y de qué iba todo aquello. Se suponía que tenía que escuchar y responder a todo lo que me preguntaran como si tuviera cinco años.

Señor Jaywalker: ¿Qué ocurrió entonces?

Señora Tannenbaum: Me dijeron que estaba mintiendo otra vez, y que tenían otro testigo que nos había oído pelear. Yo volví a decir que no nos habíamos peleado. Ellos me preguntaron si habíamos discutido, y entonces yo les dije que sí, que discutíamos todo el tiempo.

Señor Jaywalker: ¿Y qué es lo siguiente que recuerda?

Señora Tannenbaum: Uno de ellos, el que testificó aquí el otro día…

Señor Jaywalker: ¿El detective Bonfiglio?

Señora Tannenbaum: Sí, Bonfiglio, el desagradable. Me dijo que mi marido estaba muerto, que lo había matado alguien. Lo dijo tal cual, para hacerme daño.

Jaywalker sabía que en aquello debía ir de puntillas para no revelar que Samara había pedido un abogado justo entonces y había puesto fin al interrogatorio.

Señor Jaywalker: ¿Llegó un momento, un minuto después, más o menos, en el que ocurrió algo?

Señora Tannenbaum: Sí.

Señor Jaywalker: ¿Qué ocurrió?

Señora Tannenbaum: Me pusieron las esposas en las muñecas, a la espalda, tirándome mucho de los brazos, y me dijeron que estaba arrestada por el asesinato de mi marido.

Señor Jaywalker: ¿Asesinó usted a su marido, Samara?

Señora Tannenbaum: Rotundamente no.

Señor Jaywalker: ¿Le hizo algo, físicamente, aquella noche?

Señora Tannenbaum: No.

Señor Jaywalker: ¿Durante algún momento, mientras permaneció en casa de Barry, tuvo un cuchillo en la mano?

Señora Tannenbaum: Nunca.

Señor Jaywalker: ¿Lo apuñaló en el pecho con un cuchillo u otro instrumento afilado?

Señora Tannenbaum: No, en absoluto.

Señor Jaywalker: ¿Nos ha contado todo lo que recuerda de aquella noche?

Señora Tannenbaum: Sí, salvo el motivo por el que discutimos. Eso no lo recuerdo.

Jaywalker caminó hasta la mesa de Burke y le pidió algunas de las pruebas. La primera que le mostró a Samara fue la toalla.

Señor Jaywalker: ¿Reconoce esto?

Señora Tannenbaum: No estoy segura. Parece una de mis toallas, pero no hay forma de que sepa con seguridad si es mía. Podría serlo. Es todo lo que puedo decir.

Señor Jaywalker: ¿Alguna vez envolvió con ella un cuchillo y una toalla y lo metió detrás de la cisterna de su baño de invitados del piso superior de su casa?

Señora Tannenbaum: No, en absoluto.

Señor Jaywalker: ¿Y esta blusa?

Señora Tannenbaum: Es mía.

Señor Jaywalker: ¿Cómo lo sabe?

Señora Tannenbaum: Lo sé.

Señor Jaywalker: ¿La llevaba puesta la última noche que vio a Barry?

Señora Tannenbaum: No. Estoy segura de que no.

Señor Jaywalker: ¿Y cómo puede estar tan segura?

Señora Tannenbaum: Es parte de un conjunto que me regaló Barry: una blusa y unos pantalones. Tienen el mismo estampado y los mismos colores. Sólo los llevo conjuntados. Ya sabe, juntos. Además, mire el tejido: es seda. Demasiado grueso para el verano.

Señor Jaywalker: ¿Envolvió esta blusa, junto con un cuchillo, en la toalla que acabo de mostrarle, y lo escondió todo tras una cisterna?

Señora Tannenbaum: No, nunca.

Señor Jaywalker: ¿Y este cuchillo? ¿Lo reconoce?

Señora Tannenbaum: Sí.

Señor Jaywalker: ¿Por qué?

Señora Tannenbaum: Es idéntico a un conjunto de cuchillos de carne que tengo. Tiene el mismo tamaño y la misma forma que los demás. Están en el cajón de mi cocina.

Señor Jaywalker: ¿Lo tenía consigo en el apartamento de Barry la última noche que estuvo allí?

Señora Tannenbaum: No.

Señor Jaywalker: ¿Lo escondió detrás de la cisterna?

Señora Tannenbaum: No.

Jaywalker le preguntó si podía explicar qué eran las manchas oscuras que había en los tres objetos. Samara le respondió que no sabía cómo habían llegado allí. Sí, había oído que el detective Ramseyer había dicho que eran manchas de sangre de Barry Tannenbaum. No, ella no había apuñalado a Barry ni lo había cortado con aquel cuchillo, ni ningún otro cuchillo, ni nada de nada. Tampoco podía explicar cómo habían terminado detrás de la cisterna de su baño aquellas tres cosas. Era evidente que alguien las había colocado allí, dijo Samara, pero no había sido ella.