Выбрать главу

Señora Tannenbaum: En esto tengo un problema, señor Burke.

Jaywalker se encogió en la silla. Lo que menos quería de Samara era que se mostrara combativa. A los sesenta segundos de interrogatorio del fiscal, ya iba a darle un sermón a Burke y a decirle lo que estaba mal en sus preguntas. Jaywalker intentó pensar en algo para emitir una protesta, pero no pudo. Además, el jurado se daría cuenta de que sólo era un intento de acallar a su clienta. Se deslizó hacia abajo en el asiento, apretó los dientes y se esperó lo peor.

Señora Tannenbaum: (Continuando). En el sitio de donde yo soy, y sobre todo en Las Vegas, algunas de las palabras que usa tienen significados especiales. Las bebidas llevan alcohol. Ir de fiesta significa esnifar cocaína. Tener una cita significa mantener relaciones sexuales. Y salir significa mantener relaciones sexuales regularmente.

Se oyó realmente un aplauso desde la tribuna del jurado. Jaywalker relajó la mandíbula y el cuerpo un poco. Se irguió en la silla y exhaló un suspiro. Quizá, y sólo quizá, Samara tenía lo necesario para salir airosa de aquello.

Sin embargo, Burke encajó muy bien el golpe. En vez de concentrarse en el discurso de Samara e intentar analizarlo, estableció rápidamente que, se llamara como se llamara, ella había pasado un buen número de horas en la habitación de Barry aquella primera noche. Dejó que los miembros del jurado decidieran exactamente qué habían estado haciendo. Después, guió a Samara hacia el momento en que ella se había enterado de quién era Barry, y de todo el dinero que la gente decía que tenía.

Señor Burke: ¿Cuándo lo supo?

Señora Tannenbaum: No estoy segura. Quizá dos semanas después de que nos conociéramos. Algo así.

Señor Burke: Por un artículo de una revista, ¿no es así?

Señora Tannenbaum: Así es.

Señor Burke: ¿Y cuándo viajó a Nueva York para estar con él?

Señora Tannenbaum: Lo está haciendo de nuevo.

Señor Burke: ¿Disculpe?

Señora Tannenbaum: Necesito saber a qué se refiere con «estar con él».

Señor Burke: Tocado. Para visitarlo. ¿Es mejor así?

Señora Tannenbaum: Mucho mejor. Fui a Nueva York unas dos semanas después de haberme enterado.

Señor Burke: Y en seis meses, se habían casado.

Señora Tannenbaum: Exacto.

Burke lo dejó en aquel punto. La sucesión de eventos hacía que sus insinuaciones quedaran claras. Jaywalker había pasado horas preparando a Samara para un aluvión de preguntas sobre hasta qué punto había tenido algo que ver la fortuna de Barry para que ella se casara con él. Era uno de los factores, reconoció Samara, pero también lo habían sido su ternura, su amabilidad y su interés en las cosas que ella tuviera que decir. Todo aquello eran cosas nuevas para Samara. Sin embargo, Burke era lo suficientemente listo como para saber que Jaywalker habría preparado a su clienta para que diera aquella respuesta, y no estaba dispuesto a darle oportunidad para hacerlo.

Le mostró una copia del acuerdo prenupcial, que tenía la fecha de una semana antes de la boda, y le preguntó si la firma que figuraba al final era suya.

Señora Tannenbaum: Sí.

Señor Burke: ¿Recuerda haberlo firmado?

Señora Tannenbaum: No, pero veo que lo hice. Es mi letra.

Señor Burke: Solicito que este informe sea clasificado como prueba número once de la acusación.

Señor Jaywalker: La defensa no tiene nada que objetar.

El Juez: Recibido.

Señor Burke: ¿Recuerda quién se lo presentó para que lo firmara?

Señora Tannenbaum: No. Tal vez fuera Barry, o tal vez Bill Smythe.

Señor Burke: ¿Lo leyó antes de firmarlo?

Señora Tannenbaum: Estoy segura de que no. Tiene, déjeme ver, más o menos veintidós páginas.

Señor Burke: ¿Entendía lo que estaba aceptando?

Señora Tannenbaum: Básicamente, sí.

Señor Burke: ¿Y qué era?

Señora Tannenbaum: Que si me divorciaba alguna vez de Barry, no obtendría nada.

Señor Burke: ¿Creyó que fuera cierto?

Señora Tannenbaum: Claro. No pensaba que fueran a escribir veintidós páginas para nada.

Señor Burke: Desde entonces, ¿alguna vez volvió a pensar en el asunto, y decidió que no era cierto?

Señora Tannenbaum: No. Tenía asumido que sí lo era.

Señor Burke: ¿Incluso después de ocho años de matrimonio?

Señora Tannenbaum: Sí. Creía que «hasta que la muerte os separe» significaba precisamente eso.

Jaywalker tuvo que admitir que aquél era un buen trabajo. Pregunta a pregunta, Burke había acorralado a Samara. Aunque ningún juez del mundo habría hecho cumplir estrictamente un contrato prenupcial después de ocho años de matrimonio, Burke había conseguido que Samara dijera que no lo sabía. En lo que a ella concernía, el divorcio no era una posibilidad, a menos que quisiera quedarse de nuevo en la calle. Desde allí, Burke cambió de marcha y pasó a otras avenidas por las que Samara pudiera haber esperado terminar con una buena parte del dinero de Barry.

Señor Burke: ¿Sabía algo del testamento de su marido?

Señora Tannenbaum: No, no sabía nada.

Señor Burke: ¿Sabe algo de testamentos en general?

Señora Tannenbaum: Sé lo que es un testamento.

Señor Burke: ¿Creía que en caso de que Barry muriera heredaría usted una fortuna?

Señora Tannenbaum: No lo sabía. Quiero decir que no sabía si ése era el caso o no.

Señor Burke: ¿Ha oído decir alguna vez que, por ley, un individuo no puede desheredar a su cónyuge? ¿Que, aunque intentara hacerlo, el cónyuge tendría derecho a la mitad del patrimonio de su esposo o esposa?

Señora Tannenbaum: No, no lo sabía.

Señor Burke: Entonces, que usted supiera, no iba a conseguir nada si se divorciaba, y no iba a heredar nada si moría su marido.

Señora Tannenbaum: Supongo. No pensaba mucho en esas cosas.

Señor Burke: ¿No le interesaba?

Señora Tannenbaum: En realidad, no.

Señor Burke: Se casó con uno de los hombres más ricos del planeta, ¿y no estaba interesada en su dinero?

Señora Tannenbaum: No creo que haya dicho eso. A mí me encantaba que Barry fuera rico, y tener un sitio precioso donde vivir, y todo tipo de cosas bonitas, y no tener que preocuparme por el dinero nunca más. Pero no me levantaba por las mañanas pensando en su testamento, ni en cuánto iba a heredar yo si él moría.

Señor Burke: Anoche nos dijo que Barry estaba convencido de que iba a morir.

Señora Tannenbaum: Exacto.

Señor Burke: De hecho, estaba convencido de que usted lo iba a matar, ¿no es así?

Señora Tannenbaum: Si lo estaba, se le daba muy bien guardar el secreto.

Señor Burke: ¿Le parece bien que hablemos del seguro de vida un minuto?

Señora Tannenbaum: De acuerdo.

Señor Burke: Aparte de la póliza por valor de veinticinco millones de dólares que usted firmó, ¿tenía otro seguro de vida su marido?

Señora Tannenbaum: No tengo idea.

Señor Burke: ¿Se lo mencionó Barry alguna vez?

Señora Tannenbaum: No, que yo recuerde.

Señor Burke: ¿Se lo preguntó alguna vez?

Señora Tannenbaum: No.

Señor Burke: En ocho años de matrimonio, ¿nunca salió ese tema de conversación?

Señora Tannenbaum: No creo que usted entienda bien nuestro matrimonio, señor Burke. Yo era la mujer de Barry, no su socia de negocios.

Señor Burke: Entonces, no tenía usted la más mínima idea de si él tenía un seguro de vida o no. ¿Es eso lo que nos está diciendo? De nuevo, sin tener en cuenta la póliza de veinticinco millones de dólares.

Señora Tannenbaum: Yo tampoco tenía idea de eso.

Punto para Samara.

Señor Burke: Bien, recapitulemos un momento. Que usted supiera, no habría conseguido nada si se divorciaba de Barry. ¿Correcto?

Señor Jaywalker: Protesto. La pregunta ya ha sido formulada y contestada.

El Juez: Denegada.

Señor Burke: ¿Era eso lo que usted pensaba?

Señora Tannenbaum: Sí.