La otra mujer continuó hablando, como si no la hubiera oído.
—Para mí, sería distinto. Aun neutralizada, no es posible dejar que vague por el mundo una Amyrlin; podría ser considerada como una mártir, convertirse en un punto de encuentro de la oposición. Tetsuan y Bonwhin permanecieron en la Torre Blanca como sirvientes. Criadas de la más ínfima condición a quienes podía señalarse para dar ejemplo de lo que podía ocurrirles hasta a las más poderosas. Nadie puede solidarizarse con una mujer que debe fregar suelos y cazuelas durante todo el día. Compadecerse de ella, sí, pero no sumarse a su tendencia.
Moraine apoyó los puños en la mesa, con mirada ardiente.
—Mírame, Siuan. ¡Mírame! ¿Estás diciendo que quieres renunciar, después de todos estos años, después de todo lo que hemos hecho? ¿Renunciar y dejar que el mundo se desmorone? ¡Y todo por el temor a recibir una azotaina por no haber limpiado bien las cazuelas! —Acompañó sus palabras de todo el desdén que le fue posible reunir y fue un alivio ver cómo su amiga se volvía con celeridad hacia ella. La fortaleza todavía estaba allí, desgastada, pero presente. Aquellos claros ojos azules relucían de ira tanto como los suyos.
—Recuerdo muy bien cuál de las dos chillaba más alto cuando recibíamos azotes durante el noviciado. Tú habías llevado una holgada vida en Cairhien, Moraine. En nada equiparable a trabajar en una barca de pesca. —De improviso, Siuan golpeó ruidosamente la mesa— No, no estoy sugiriendo la conveniencia de renunciar, ¡pero tampoco propongo que deba quedarme mirando cómo todo se me escapa de las manos mientras no puedo hacer nada! La mayor parte de mis problemas con la Antecámara los has suscitado tú. Incluso las Verdes están extrañadas de que no te haya hecho comparecer en la Torre y te haya sometido a una dura disciplina. La mitad de las hermanas que me han acompañado son de la opinión de que deberías ser entregada al cuidado de las Rojas y, si llegara a producirse lo que tememos, sentirás deseos de volver a ser una novicia, que no debe afrontar mayor peligro que una azotaina. ¡Luz! Si alguna de ellas recuerda que éramos amigas durante el noviciado, yo caería junto a ti.
»¡Habíamos elaborado un plan, Moraine! Localizar al muchacho y llevarlo a Tar Valon, donde podríamos ocultarlo, mantenerlo a salvo y guiarlo. Desde que abandonaste la Torre, sólo me has enviado dos mensajes. ¡Dos! Siento como si estuviera intentando navegar por Los dedos del Dragón en medio de la oscuridad. Una nota para informarme de que entrabas en Dos Ríos, en dirección a ese pueblo, el Campo de Emond. Pronto, pensé yo, lo encontrará y lo tendrá entre sus manos. Después un mensaje desde Caemlyn para decirme que ibas a Shienar, a Fal Dara, en lugar de a Tar Valon. Fal Dara, con la Llaga casi al alcance de la mano. Fal Dara, donde los trollocs saquean el campo y los Myrddraal cabalgan casi hasta sus murallas. Casi veinte años de proyectos y búsqueda, y arrojas prácticamente nuestros planes en el rostro del Oscuro. ¿Te has vuelto loca?
Ahora que había agitado la vivacidad de la otra mujer, Moraine recobró la calma exterior. Una calma que se acompañaba, sin embargo, de una inflexible insistencia.
—El Entramado se desentiende por completo de los planes humanos, Siuan.
De tanto calcular, olvidamos con lo que estábamos tratando: ta’veren. Elaida se equivoca. Artur Paendrag Tanreall nunca fue un ta’veren de tanta intensidad. La Rueda tejerá el Entramado en torno a ese joven según sus designios, sin atender a nuestros planteamientos.
La furia del semblante de la Amyrlin se vio sustituida por una palidez producto de la consternación.
—Parece como si tú dijeras que da igual que renunciemos o no. ¿Estás ahora sugiriendo tú que nos apartemos a contemplar cómo estalla el mundo?
—No, Siuan. Jamás. —«No obstante, el mundo va a estallar, Siuan, de una manera u otra, hagamos lo que hagamos. Nunca lo comprenderías»— Pero ahora debemos aceptar el hecho de que nuestros proyectos son precarios. Disponemos incluso de menor control del que esperábamos. Tal vez únicamente la capacidad de contacto de la uña de un dedo. Los vientos del destino están soplando, Siuan, y hemos de cabalgar con su impulso hacia donde éste nos conduzca.
La Amyrlin se estremeció como si sintiera en la nuca la gelidez de aquellos vientos. Sus manos se dirigieron al achatado cubo de oro y sus dedos hallaron con destreza los puntos precisos entre los complejos diseños. Ingeniosamente equilibrada, la tapa se izó para mostrar un curvado cuerno dotado que reposaba en un espacio dispuesto para ello. La Aes Sedai levantó el cuerno y leyó la inscripción de plata, escrita en la Antigua Lengua, engastada en torno a su boca.
«La tumba no constituye una frontera a mi llamada» —tradujo, tan quedamente como si hablara para sí— El Cuerno de Valere, creado para llamar a los héroes fallecidos y hacer que se levanten de la tumba. Una de las profecías afirma que se encontraría justo a tiempo para la última Batalla. —De improviso volvió a depositar el objeto en su oquedad y cerró el arcón como si no soportara por más tiempo su visión— Agelmar me lo ha dado tan pronto como ha finalizado la recepción, diciendo que temía ir a su cámara acorazada, estando el cuerno allí. La tentación era demasiado grande, ha confesado. La tentación de hacer sonar el Cuerno y conducir la hueste que responda a su llamada hacia el norte, a la Llaga, para arrasar Shayol Ghul y acabar con el Oscuro. Lo abrasaba el éxtasis de la gloria, según sus palabras, y eso ha sido lo que le ha indicado que no había de ser él. No podía aguardar a deshacerse de él y, sin embargo, deseaba tenerlo.
Moraine asintió. Agelmar conocía la Profecía del Cuerno, al igual que la mayoría de quienes combatían al Oscuro.
—«Que aquel que sople en mí no piense en la gloria, sino en la salvación».
—Salvación —repitió con una risa amarga la Amyrlin—. A juzgar por el destello de sus ojos, Agelmar no sabía si estaba rechazando la salvación o alejando la condenación de su alma. Sólo era consciente de que debía librarse de él antes de que lo consumiera. Ha intentado mantenerlo en secreto, pero, a pesar de ello, parece que ya corren rumores al respecto en la fortaleza. Yo no siento sus tentaciones, pero el cuerno me produce carne de gallina. Habrá que volver a ponerlo en su cámara acorazada hasta que partamos. No podría dormir sabiendo que está en la habitación de al lado. —Se frotó las arrugas de preocupación que surcaban su frente y suspiró—. Y se supone que no debía ser encontrado hasta poco tiempo antes de la Última Batalla. ¿Es posible que ésta se avecine? Creía, confiaba en disponer de más tiempo.
—El Ciclo Kareathon.
—Sí, Moraine. No tienes necesidad de recordármelo. He convivido con las Profecías de1 Dragón durante tantos años como tú. —La Amyrlin sacudió la cabeza—. Nunca ha habido más de un falso Dragón por espacio de una generación desde el Desmembramiento y ahora hay tres sueltos en el mundo a un tiempo, además de los tres que aparecieron en los últimos dos años. El Entramado exige un Dragón porque el Entramado teje sus hilos en dirección a Tarmon Gai’don. A veces me acechan las dudas, Moraine. —Lo dijo pensativamente, como si ello la sorprendiera, y prosiguió en igual tono—. ¿Qué ocurriría si Logain fuese el elegido? Podía encauzar el Poder, antes de que las Rojas lo llevaran a la Torre Blanca y lo amansaran. Y también puede hacerlo Mazrim Taim, el hombre de Saldaea. ¿Qué pasaría si fuera él? Ya hay hermanas en Saldaea; tal vez ya lo estén apresando ahora. ¿Qué pasaría si hubiéramos ido desencaminadas desde el principio? ¿Qué será de nosotros si el Dragón es amansado antes de que comience a librarse la última Batalla? Incluso las profecías pueden resultar erróneas si la persona en que se basan sus pronósticos es asesinada o amansada. Y entonces deberemos enfrentarnos al Oscuro como si afrontáramos desnudos la tormenta.
—Ninguno de ellos es el elegido, Siuan. El Entramado no exige un Dragón, sino el verdadero Dragón. Hasta que se proclame como tal, el Entramado seguirá urdiendo falsos Dragones, pero después de éste no habrá ninguno más. Si Logain o el otro fueran el elegido, ya no surgirían más.