—«Porque llegará como el alba que rasga la noche y volverá a hacer pedazos el mundo con su advenimiento y creará otro nuevo». O vamos desnudos hacia la tormenta o nos aferramos a una protección que nos flagelará. Que la Luz nos asista a todos. —La Amyrlin se revolvió como si quisiera espantar las propias palabras pronunciadas. Tenía el rostro congestionado, como si le costara respirar—. Nunca podrás ocultarme lo que piensas como lo haces con otras personas, Moraine. Tienes más cosas que contarme, y no halagüeñas precisamente.
A modo de respuesta, Moraine tomó la bolsa de cuero que pendía de su cinturón, la abrió y derramó su contenido sobre la mesa. Su aspecto era similar al de un montón de loza fragmentada, de resplandecientes tonos blancos y negros.
La Sede Amyrlin tocó con curiosidad un pedazo, y contuvo el aliento.
—Cuendillar.
—Piedra del corazón —acordó Moraine.
El método de elaboración del cuendillar se había perdido con el Desmembramiento del Mundo, pero lo que se había realizado con ese material había sobrevivido al cataclismo. Incluso los objetos engullidos por la tierra o hundidos en el mar habían pervivido intactos; no podía ser de otro modo. Ninguna fuerza conocida era capaz de quebrar la piedra del corazón una vez completada; hasta el Poder Único dirigido contra ella únicamente lograba incrementar su dureza. A excepción del misterioso poder que había roto aquélla.
La Amyrlin recompuso apresuradamente las piezas. Éstas formaron un disco del tamaño de la cabeza de un hombre, con una mitad más negra que el azabache y la otra de una blancura superior a la de la nieve, unidas por una sinuosa línea, incólumes al paso de las eras. El antiguo símbolo de las Aes Sedai, anterior al Desmembramiento del Mundo, que databa de un tiempo en que los hombres y mujeres esgrimían conjuntamente el Poder. La parte blanca de la bisección recibía ahora el nombre de la Llama de Tar Valon; la parte negra se garabateaba en las puertas, como el Colmillo del Dragón, para acusar a los moradores de la vivienda de tratos con el maligno. Sólo se habían creado siete piezas como aquélla; todos los objetos realizados con piedra del corazón eran registrados en la Torre Blanca y de aquellos siete se conservaba un recuerdo especial. Siuan Sanche lo observó como si fuera una víbora enroscada en su almohada.
—Uno de los sellos de la prisión del Oscuro —dijo al fin con aversión. Era uno de los sellos cuya vigilancia estaba adjudicada a la Sede Amyrlin. El secreto guardado a los ojos del mundo, suponiendo que el mundo le concediera alguna importancia, era que ninguna Sede Amyrlin había conocido los lugares donde se encontraban los sellos desde la Guerra de los Trollocs.
—Sabemos que el Oscuro está cobrando poder, Siuan. Al igual que sabemos que su prisión no puede permanecer sellada para siempre jamás. El producto del trabajo de los humanos nunca está a la altura de la obra del Creador. Sabíamos que había extendido nuevamente su mano sobre el mundo, aun cuando, gracias a la Luz, su contacto sólo había sido indirecto. Los Amigos Siniestros se multiplican, y lo que tildábamos de malo hace tan sólo diez años ahora parece casi una futilidad comparado con lo que se efectúa ahora día a día.
—Si los sellos están rompiéndose ya… Quizá no tengamos tiempo para nada.
—Poco, pero suficiente. Deberemos adaptarnos a la situación.
La Amyrlin tocó el sello fracturado y su voz sonó atenazada, como si hubiera de hacer esfuerzos para hablar.
—He visto al muchacho en el patio durante la ceremonia de bienvenida. Ése es uno de mis talentos: percibir a los ta’veren. Un talento raro hoy en día, aun más escaso que los ta’veren, y ciertamente de poca utilidad. Un chico alto, bastante guapo. Apenas distinto de cualquier joven que uno puede encontrarse en cualquier ciudad. —Se detuvo para recobrar aliento— Moraine, resplandecía como el sol. En pocas ocasiones he sentido temor en la vida, pero su imagen me sobrecogió de pies a cabeza. Quería agazaparme, aullar. Apenas era capaz de hablar. Agelmar ha pensado que estaba molesta con él, por lo poco que he dicho. Ese joven… es el que hemos estado buscando durante veinte años.
Su voz contenía un indicio de interrogante, al que Moraine dio respuesta.
—Lo es.
—¿Estás segura? ¿Puede…? ¿Puede… encauzar el Poder Único?
Su boca se frunció en torno a esas palabras y Moraine notó asimismo la tensión, una tenaza interior, un frío que se le prendía en el corazón. Conservó, sin embargo, la calma en las facciones.
—Sí. —Un hombre que esgrimía al Poder. Aquello era algo que ninguna Aes Sedai podía considerar sin miedo, algo cuya posibilidad aterrorizaba al mundo entero. «Y yo lo dejaré vagar solo por el mundo».— Rand al’Thor se manifestará ante el mundo como el Dragón Renacido.
La Amyrlin se estremeció.
—Rand al’Thor. No parece un nombre que inspire temor ni que vaya a embravecer el mundo. —Volvió a estremecerse y se frotó con vigor los brazos, pero sus ojos adquirieron de pronto un resuelto brillo—. Si es el elegido, entonces tal vez dispongamos realmente del tiempo suficiente. Pero ¿está a salvo aquí? Tengo a dos hermanas Rojas conmigo y ya no puedo responder tampoco de las Verdes o las Amarillas. Que la Luz me consuma, no puedo responder de ninguna de ellas, no con un asunto de esta categoría. Incluso Verin y Serafelle se abalanzarían sobre él como lo harían con una culebra escarlata que entrara en el cuarto de los niños.
—Está a salvo, por el momento.
La Amyrlin esperó a que añadiera algo. El silencio flotó largamente, hasta que resultó evidente que no iba a hacerlo.
—Dices que nuestro antiguo plan es inútil. ¿Qué sugieres ahora?
—He dejado, a propósito, que él pensara que ya no presenta ningún interés para mí, que puede ir a donde le plazca en lo que a mí concierne. —Levantó las manos al advertir el gesto de la Amyrlin—. Era preciso, Siuan. Rand al’Thor fue criado en Dos Ríos, donde la obstinada sangre de Manetheren fluye con fuerza en todas las venas, y su propia sangre es como roca al lado de arcilla comparada con la de Manetheren. Debemos tratarlo con cuidado o de lo contrario se doblegará en cualquier dirección opuesta a la que pretendamos.
—En ese caso lo trataremos con tanto cuidado como a un recién nacido. Lo envolveremos en suaves tejidos y jugaremos con sus pies, si es eso lo que crees que necesitamos. Pero ¿con qué propósito inmediato?
—Sus dos amigos, Matrim Cauthon y Perrin Aybara, están anhelantes por ver mundo antes de volver a hundirse en la oscuridad de Dos Ríos. Si es que pueden hacerlo; ellos también son ta’veren, aunque en menor grado que él. Los induciré a llevar el Cuerno de Valere a Illian. —Titubeó, frunciendo el entrecejo—. Hay… un problema que afecta a Mat. Lleva una daga de Shadar Logoth.
—¡Shadar Logoth! Luz, ¿por qué demonios los dejaste acercarse a ese lugar? Todas las piedras están infectadas. Nadie estaría a salvo aunque se llevara el más ínfimo guijarro. Que la Luz nos asista, si Mordeth tocó al muchacho… —Parecía que la Amyrlin tuviera estrangulada la voz—. Si eso ha ocurrido, el mundo estaría perdido.
—Pero no lo hizo, Siuan. Hacemos lo que debemos hacer acuciados por la necesidad y aquél era un caso de necesidad. Me he ocupado de que Mat no infecte a los demás, Pero había tenido la daga durante demasiado tiempo en su poder antes de que yo me enterara. El vínculo sigue ahí. Había pensado llevarlo a Tar Valon para curarlo, pero, habiendo tantas hermanas, podríamos hacerlo aquí. Siempre que haya suficientes de ellas en cuyo buen juicio podamos confiar y no vean Amigos Siniestros donde no los hay. Utilizando mi angreal, necesitaremos un par de hermanas, aparte de nosotras dos.
—Leane servirá y encontraré a otra. —De improviso la Sede Amyrlin torció el gesto— La Antecámara quiere que devuelvas el angreal, Moraine. Quedan pocos, y ahora estás considerada como… persona no digna de confianza.