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—¡Luz! Siento haberlas molestado, Lan, pero tenía una invitación para entrar. Y cuando he oído la alarma… ¡demonios, Egwene estaba allá abajo!

Lan frunció los labios en actitud pensativa; aquélla era la única expresión que mostraba su rostro.

—Oh, no están molestas, exactamente. Aunque la mayoría de ellas opinan que hay que aplicarte mano fuerte para calmarte un poco. Fascinadas, diría más bien. Incluso lady Amalisa no para de hacer preguntas sobre ti. Algunas están comenzando a dar crédito a las historias que han inventado los criados. Creen que eres un príncipe disfrazado, pastor. No está mal. Aquí en las Tierras Fronterizas existe un antiguo dicho: «Es mejor contar con el apoyo de una mujer que con el de diez hombres». Por la manera como hablan entre sí, están tratando de decidir cuál de sus hijas tiene suficiente fortaleza para ponerte en vereda. Si no vigilas tus pasos, pastor, te vas a encontrar casado con la heredera de una casa shienariana antes de darte cuenta. —De pronto, prorrumpió en carcajadas; parecía extraño, como una piedra que se hubiera echado a reír—. Corriendo por los pasadizos de los aposentos de las mujeres en plena noche, con un jubón de obrero y blandiendo una espada. Si no te mandan azotar, al menos hablarán de ti durante años. Nunca han visto un varón tan peculiar como tú. Sea cual sea la esposa que te elijan, probablemente te permitirían ser la cabeza de tu propia casa a lo largo de diez años y dejarla que pensaras que lo habías logrado por ti mismo. Es una lástima que tengas que irte.

Rand había estado escuchando boquiabierto al Guardián, pero, ante la intención de la partida, lanzó un gruñido de protesta.

—Ya he estado intentándolo. Las puertas están custodiadas y nadie puede salir. Probé a hacerlo cuando aún era de día. Ni siquiera he podido sacar a Rojo del establo.

—Ahora ya no importa. Moraine me ha enviado para comunicártelo. Puedes partir en cualquier momento que lo desees. Incluso ahora mismo. Moraine y Agelmar te han eximido de la orden general.

—¿Por qué ahora y no antes? ¿Por qué no podía marcharme antes? ¿Ha sido ella quien ha mandado cerrar las puertas? Ingtar ha dicho que no sabía que hubiera orden de impedir la salida de nadie antes de caer la noche.

Rand creyó advertir cierta turbación en el semblante del Guardián, pero éste se limitó a contestar:

—Cuando alguien te dé un caballo, no te quejes de que éste no es tan veloz como quisieras.

—¿Y qué hay de Egwene? ¿Y Mat? ¿Están realmente bien? No puedo irme sin saber que lo están.

—La chica está bien. Se despertará por la mañana y seguramente no recordará lo ocurrido. Los golpes en la cabeza suelen tener ese efecto.

—¿Y Mat?

—La decisión te corresponde a ti. Puedes irte ahora o mañana, o la semana que viene. Tú debes elegir. —Se alejó, dejando a Rand de pie en el corredor subterráneo de la fortaleza de Fal Dara.

7

La sangre llama a la sangre

Cuando la litera que transportaba a Mat abandonó las habitaciones de la Sede Amyrlin, Moraine volvió a envolver con cuidado el angreal, una escultura de una mujer con vaporosas ropas de marfil ennegrecido por el tiempo, con un paño de seda y volvió a introducirlo en su bolsa. Trabajar junto con otras Aes Sedai, combinando sus habilidades, encauzando el flujo del Poder Único en una única tarea, era algo fatigante en las mejores condiciones, aun con la ayuda de un angreal, y al hacerlo de noche, sin haber dormido, se incrementaba el esfuerzo. Además, el remedio aplicado al muchacho no había sido sencillo.

Leane condujo afuera a los camilleros con gestos vivos y algunas palabras bruscas. Los dos hombres estaban cabizbajos, nerviosos por la presencia simultánea de tantas Aes Sedai, una de las cuales era la Sede Amyrlin en persona, sin contar que habían estado utilizando el Poder. Habían permanecido aguardando en el corredor, agazapados junto a la pared mientras ellas trabajaban, y estaban ansiosos por salir de los aposentos de las mujeres. Mat yacía con los ojos cerrados y la tez pálida, pero su pecho se movía con el ritmo de la respiración de un sueño profundo.

«¿Cómo afectará esto a las circunstancias? —se preguntó Moraine—. Ya no es necesario, habiendo desaparecido el Cuerno, y sin embargo…»

La puerta se cerró tras Leane y los camilleros, y la Amyrlin exhaló un aliento entrecortado.

—Un desagradable asunto, éste. Desagradable. —Tenía el semblante plácido, pero se restregaba las manos como si quisiera lavárselas.

—Pero bastante interesante —observó Verin. Ella había sido la cuarta Aes Sedai que la Amyrlin había elegido para la tarea— Es una pena que no tengamos la daga para completar la curación. A pesar de todo lo que hemos hecho esta noche, no vivirá mucho tiempo. Meses, tal vez, como mucho. —Las tres Aes Sedai se encontraban solas en las habitaciones de la Amyrlin. Más allá de las aspilleras, el alba perlaba el ciclo.

—Pero ahora dispondrá de esos meses —replicó secamente Moraine— Y, si puede recuperarse, aún hay posibilidades de deshacer el vínculo. «Si puede recuperarse. Sí, claro está».

—Aún puede deshacerse —convino Verin. Era una mujer regordeta, de rostro cuadrado, e, incluso con el don de la edad indefinida de que disfrutaban las Aes Sedai, tenía hebras grises en su pelo castaño. Aquél era el único indicio de su edad, pero, tratándose de una Aes Sedal, ello representaba que era muy vieja. Su voz se mantenía firme, sin embargo, acorde con sus lisas mejillas— Pero ha estado vinculado a esa daga durante mucho tiempo, según puede calcularse en un caso así. Y permanecerá ligado a ella aún más, tanto si la encuentra como si no. Quizá por entonces ya haya llegado a una fase irrecuperable del todo, aun cuando no contamine a los demás. Una cosa tan pequeña, esa daga —musitó—, pero corromperá a quienquiera que la lleve el tiempo suficiente. Y el que la lleva echará a perder a los que tengan contacto con él, los cuales envenenarán a su vez a otros, y el odio y las sospechas que destruyeron Shadar Logoth, las manos de todos los hombres y mujeres esgrimidas contra su prójimo, volverán a recorrer libremente el mundo. Me pregunto a cuántas personas puede infectar, por ejemplo, en un año. Sería posible hacer una estimación con un razonable margen de error.

Moraine asestó una dura mirada a la hermana Marrón. «Debemos afrontar un nuevo peligro y ella habla como lo haría de un rompecabezas encontrado en un libro. Luz, las Marrones no son en absoluto conscientes de lo que ocurre en el mundo».

—En ese caso debemos hallar la daga, hermana. Agelmar va a enviar soldados para perseguir a quienes se han llevado el Cuerno y asesinado a sus vasallos, los mismos que han robado la daga. Si encuentran el cuerno, también encontrarán la daga.

Verin asintió, pero arrugó el entrecejo a un tiempo.

—No obstante, si la recobran, ¿quién podrá devolverla sin mancillarse? Quienquiera que la toque corre el riesgo de contaminarse si la traslada durante cierto tiempo. Tal vez en un baúl, bien envuelta y acolchada, pero, con todo, sería una amenaza para quienes se hallen cerca durante algún tiempo. Sin disponer del arma para estudiarla, no podemos tener la certeza de cómo se han de escudar contra ella. Pero tú la viste más de una vez, Moraine. Tú la trataste lo bastante como para que ese joven sobreviviera llevándola y no infectara a los otros. Debes de conocer su capacidad de influencia.

—Hay alguien —anunció Moraine— que puede recuperar la daga sin que le resulte dañino. Alguien a quien hemos acorazado contra su infección hasta el grado máximo de que puede ser receptor alguien: Mat Cauthon.

—Sí, por supuesto —acordó la Amyrlin—. Puede hacerlo. Si vive bastante tiempo. Sólo la Luz sabe hasta dónde la transportarán antes de que la encuentren los hombres de Agelmar. Suponiendo que la encuentren. Y si el chico muere antes… Bien, si la daga permanece fuera de control durante ese tiempo, tendremos otra fuente de preocupación. —Se frotó los ojos con cansancio—. Creo que también hemos de localizar a ese Padan Fain. ¿Por qué es tan importante ese Amigo Siniestro como para que se arriesguen de ese modo con el fin de rescatarlo? Hubiera sido mucho más sencillo robar el Cuerno simplemente. Tan peligroso como una tempestad invernal, penetrar en la fortaleza de esa manera, pero corrieron ese riesgo para liberar a ese Amigo Siniestro. Si los Acechantes lo consideran tan importante… —Se detuvo y Moraine adivinó que estaba preguntándose si únicamente eran los Myrddraal los que impartían las órdenes—. … Entonces debe serlo.