—Debemos encontrarlo —corroboró Moraine, con la esperanza de encubrir la ansiedad que sentía—, pero lo más probable es que se halle donde está el Cuerno.
—Como tú digas, hija. —La Amyrlin se llevó la mano a la boca para contener un bostezo— Y ahora, Verin, si nos dispensas, voy a mantener una pequeña conversación con Moraine y luego dormiré un poco. Supongo que Agelmar insistirá en festejar esta noche lo que quedó malogrado la anterior. Tu ayuda ha sido incalculable, hija. Por favor, recuerda que no debes comunicar a nadie la naturaleza de la dolencia del muchacho. Algunas de nuestras hermanas verían la Sombra en él en lugar de un objeto que han creado los hombres.
No era preciso mencionar al Ajah Rojo. Y tal vez, reflexionó Moraine, las Rojas ya no eran las únicas con quienes había que obrar con cautela.
—No diré nada, desde luego, madre. —Verin realizó una reverencia, pero no hizo ademán de dirigirse a la puerta— He pensado que quizá querríais ver esto, madre. —Extrajo un pequeño cuaderno, forrado con suave piel marrón, de su cinturón— Es lo que había escrito en las paredes de la mazmorra. Hemos tenido algunos problemas para traducirlo. En su mayor parte era lo habituaclass="underline" blasfemias y fanfarronadas; al parecer, los trollocs conocen poca cosa más. Pero había una parte trazada con pulso más firme. Un Amigo Siniestro instruido o tal vez un Myrddraal. Podría tratarse tan sólo de una provocación, pero tiene la forma de una poesía o canción y el sonido propio de las profecías. Disponemos de escasos conocimientos sobre las profecías de la Sombra, madre.
La Amyrlin titubeó un poco antes de asentir. Las profecías de la Sombra, augurios siniestros, solían, por desgracia, cumplirse, al igual que las de la Luz.
—Léemelo.
Verin hojeó las páginas y luego se aclaró la garganta y comenzó a recitar con voz calmada y monótona:
Se abrió un largo silencio cuando hubo concluido la lectura.
—¿Quién más ha visto esto, hija? —inquirió al fin la Amyrlin—. ¿Quién conoce su existencia?
—Solamente Serafelle, madre. He hecho que lo borraran los criados después de haberlo copiado. Ellos no han preguntado nada—, estaban ansiosos por hacer desaparecer las huellas.
—Bien. Hay demasiadas personas en las Tierras Fronterizas capaces de interpretar la escritura trolloc. No es necesario aportarles otro motivo de preocupación. Ya tienen suficientes.
—¿Qué crees tú? —preguntó Moraine a Verin con tono cauteloso—. ¿Crees que son profecías?
Verin ladeó la cabeza, lanzando una mirada a sus notas con ademán reflexivo. —Posiblemente. Tiene la misma estructura que algunas de las profecías siniestras que conocemos. Y algunas de sus partes son bastante explícitas. No obstante, podría ser sólo una provocación. —Apoyó un dedo en una de las líneas—. «Hija de la Noche, vuelve a caminar». Eso únicamente puede significar que Lanfear está libre de nuevo. O que alguien quiere hacernos pensar que lo está.
—Eso sería inquietante, hija —señaló la Amyrlin—, de ser cierto. Pero los Renegados aún están prisioneros. —Lanzó una ojeada a Moraine, delatando un desasosiego en sus facciones que instantáneamente logró controlar—. Aun cuando los sellos estén debilitándose, los Renegados siguen confinados.
Lanfear: en la Antigua Lengua, Hija de la Noche. Su verdadero nombre no estaba registrado en ningún sitio, pero aquél era el apelativo que ella había escogido para sí, a diferencia de la mayoría de los Renegados, que habían adoptado el nombre que les habían conferido aquellos que habían padecido su traición. A decir de algunos, ella había sido la más poderosa entre los Renegados, junto a Ishamael, el Traidor de la Esperanza, pero había mantenido ocultas sus capacidades. Quedaban escasos documentos sobre aquel tiempo para que los estudiosos pudieran afirmarlo.
—Con tantos falsos Dragones que aparecen, no me sorprende que alguien trate de involucrar a Lanfear en ello.
La voz de Moraine permanecía tan impasible como su cara, pero su interior un hervidero de emociones. Sólo se conocía un detalle respecto a Lanfear aparte de su nombre: antes de desertar a las filas de la Sombra, antes de que Lews Therin Telamon conociera a Ilyena, Lanfear había sido su amante. «Sólo nos faltaba esta complicación».
La Sede Amyrlin frunció el entrecejo como si la hubieran invadido idénticos pensamientos, pero Verin asintió como si todo se redujera a palabras.
—Otros nombres también son identificables, madre. Lord Luc, por supuesto, era el hermano de Tigraine, por aquel entonces heredera del trono de Andor, y desapareció en la Llaga. Sin embargo, no sé quién es Isam ni qué relación guarda con Luc.
—Averiguaremos lo que precisemos conocer a su debido tiempo —dijo Moraine con tono tranquilizador—. No hay pruebas todavía de que sean profecías. —Ella reconocía el nombre: Isam había sido el hijo de Breyan, esposa de Lain Mandragoran, cuyo intento de arrebatar el trono de Malkier para su marido había atraído la arremetida de las hordas trolloc. E Isam había tenido lazos familiares de sangre con Lan. «¿O tiene lazos de sangre? Debo ocultárselo, hasta que sepa cómo va a reaccionar. Hasta que nos hallemos lejos de la Llaga. Si creyera que Isam está vivo…»