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– Sé lo que vas a preguntar -dijo él antes de que ella pudiera continuar. Se sentó y la miró-. Hace ya tiempo que lo sé.

– Y sin embargo no has dicho nada -repuso ella. De repente sintió la boca seca, y notó una especie de opresión en el pecho-. ¿Por qué?

Sorak desvió la mirada.

– Porque he estado luchando conmigo mismo -respondió-. Sabía que llegaría este momento y lo temía.

Ryana sintió como si se balancease al borde un abismo. Aquellas últimas palabras lo habían dicho todo.

– No tienes que seguir -dijo categórica. Volvió la cabeza y se mordió el labio inferior en un intento de impedir que temblara-. Era sólo que… yo había esperado…

– Ryana, te aprecio -replicó Sorak-, pero no podemos ser el uno para el otro nada más que lo que somos ahora. -Suspiro-. Yo podría aceptarte como mi amante y compañera, pero no el Guardián.

– Pero… ¿por qué? En todas las veces que he hablado con el Guardián, él jamás ha indicado que yo no le gustara. ¿Qué objeciones tiene?

– Ryana… -dijo el joven con dulzura-, el Guardián es una entidad femenina..

La muchacha lo miró boquiabierta, atónita ante la repentina revelación.

– ¿Qué? Pero él nunca… quiero decir, tú nunca dijiste… -Su voz se apagó y sacudió la cabeza, aturdida-. ¿El Guardián es mujer?}

– – Sí.

– Pero… ¿cómo es posible?

– Ryana, no lo sé -respondió Sorak impotente-. Incluso después de todos estos años, hay muchas cosas sobre lo que soy que aún no comprendo del todo. No recuerdo mi niñez, es decir, mi infancia, antes de ser arrojado al desierto. La gran señora cree que el Guardián es hembra porque mi madre fue mi primera protectora. Quizá, después de ser abandonado por mi tribu, mi joven mente creó de alguna forma una entidad maternal para ocupar esa función, pero no hay forma de estar seguro de cómo o por qué sucedió. El Guardián es mujer, y no es la única. Al menos dos de mis otros aspectos son hembras también. Por lo que yo sé, pueden existir otros que ni siquiera conozco aún. A lo mejor la forma en que crecí aquí en el convento ha tenido algo que ver. ¿Quién sabe? Después de todo, he estado rodeado de mujeres toda la vida; no he conocido ni visto nunca a ningún otro varón.

– Pero… -Ryana se sentía totalmente confusa-…, ¡… ¡eres un varón! ¿Cómo puede ser mujer una parte de ti? ¡No tiene sentido!

– La señora dice que todos poseemos aspectos femeninos y masculinos -respondió él-. En mi caso, esos aspectos se han convertido en entes individuales, en personas diferentes. El cuerpo que compartimos es masculino, yo, Sorak, pertenezco al sexo masculino, pero el Guardián nació hembra. Igual que Kivara y la Centinela.

Ryana abrió los ojos de par en par, completamente desconcertada.

– ¿Kivara, la Centinela? ¿Quiénes son? ¡No las conozco! ¡En todos estos años no las has mencionado jamás!

– Y no las habría mencionado ahora, de no ser porque ellas decidieron que era importante en las actuales circunstancias -repuso Sorak.

La muchacha se sintió furiosa de repente.

– Después de tantos años que hace que nos conocemos, después de lo que significamos el uno para el otro… ¿cómo pudiste ocultarme esto?

– Yo no habría podido ocultártelo -contestó Sorak-, pero ellas podían y lo hicieron. -Se llevó las manos a la cabeza y apretó las puntas de los dedos contra las sienes. Ryana sabía que era una señal de que una de sus otras personalidades intentaba salir al exterior, pero que él luchaba por mantener el control. Le provocaba terribles dolores de cabeza, y ella no había visto tal conflicto interior desde hacía mucho tiempo.

– ¿Cómo puedo explicártelo? -dijo el muchacho con voz torturada. Nos conocemos desde hace diez años, Ryana, y aún no comprendes por completo lo que significa ser una tribu de uno. Simplemente no lo comprendes; tal vez nunca lo hagas.

– ¿Cómo puedes decir eso? -replicó ella, sintiéndose herida y enojada-. ¡Fui la primera en hablar en tu favor! Fui la primera en tenderte mi mano como amiga, y durante diez años hemos estado tan unidos como puedan estarlo dos personas. Esperaba que pudiéramos ser más íntimos, pero ahora… ¡por el gran dragón! ¡Ahora ya no sé qué pensar!

– Ryana. -Le tomó las manos y, aunque ella intentó soltarse, la retuvo con fuerza-. No, Ryana, escúchame. Por favor. No puedo evitar ser como soy. Yo, Sorak, sólo puedo controlar mis propios actos y pensamientos. Los otros con los que comparto este cuerpo piensan todos a su manera y actúan a su gusto. Yo te miro y veo a una joven hermosa, afectuosa, compasiva e inteligente por la que puedo sentir deseo, pero el Guardián, o mejor dicho la Guardiana, Kivara y la Centinela no pueden sentir deseo ó por una mujer. He de admitir que Kivara siente una cierta curiosidad, pero a la Centinela y a la Guardiana les repele la idea de que nos convirtamos en amantes. No lo permitirían. -Volvió a sujetarse la cabeza con fuerza e hizo una mueca de dolor-. ¡No! ¡Deja que termine!

Entonces, súbitamente, bajó las manos y una expresión tranquila e impasible se extendió por sus facciones. Ya no era Sorak.

– No deberíamos seguir con esta discusión -anunció la Guardiana con rotundidad-, ya que hace sufrir enormemente a Sorak.

– Maldita seas -protestó Ryana-. ¿Cómo puedes hacernos esto? Jamás me dijiste que fueras una entidad femenina!

– Nunca preguntaste.

– ¿Cómo iba a hacerlo? ¡Siempre que me hablabas, lo hacías con voz de hombre, tal y como haces ahora!

– No es culpa mía que resida dentro de un cuerpo masculino -respondió la Guardiana-. De haber podido escoger, no es lo que habría elegido, y me habría ahorrado tener que vivir hasta ahora con un nombre masculino. De todos modos, es algo que he aprendido a aceptar, igual que tú tienes que aprender a aceptarlo.

– ¡Es ridículo! -exclamó Ryana-. ¡Sorak es un hombre!

– No, simplemente tiene el aspecto de uno -contestó la Guardiana con voz sosegada-. En realidad, es un elfling. No puede ser un hombre porque no es humano. ¿Acaso lo has olvidado, como pareces haber olvidado sus necesidades y sentimientos frente a tu propio deseo egoísta?

Con una reacción instintiva, Ryana abofeteó a la Guardiana; pero, al hacerlo, abofeteó también a Sorak, y de repente se dio cuenta de lo que había hecho. Se llevó la mano a la boca y mordió con fuerza los nudillos mientras abría los ojos de par en par, sobresaltada.

– ¿Qué he hecho? Sorak…

– Sorak lo comprende y te perdona -dijo la entidad-. Y, por él, intentaré hacer lo mismo. Pero te comportas como una chiquilla estúpida y desconsiderada que se enfada simplemente porque no puede conseguir lo que desea. Y todo lo que consigues es herir a Sorak. ¿Es eso realmente lo que quieres?

Los ojos de Ryana se llenaron de lágrimas.

– No -respondió con voz débil, al tiempo que sacudía la cabeza-. No, ésa es la última cosa que desearía. -Ahogó un sollozo; luego se incorporó a toda, prisa y chapoteó de vuelta a la orilla, donde había dejado la túnica y los mocasines. Se sentía enojada, herida, humillada y más desgraciada de lo que se había sentido jamás en toda su vida. Un torrente de emociones encontradas rugía en su interior. Corrió, como si intentara huir de ellas, y, cuando se encontraba a mitad de camino del convento, cayó de rodillas sobre el sendero y golpeó el suelo con los puños en un arrebato de impotencia, sollozando de dolor y de rabia.

«Imbécil, imbécil -pensó-. ¿Por qué, oh, por qué no escuché a las demás? Sólo intentaban advertirme, protegerme…» Y de improviso comprendió: también la Guar – diana protegía a Sorak. Pero ¿de qué? ¿Era del amor de Ryana o protegía acaso al muchacho de sus propios sentimientos? ¿No sería la Guardiana quien se mostraba cruel y egoísta? Diez años, se dijo con amargura. Hace diez años que nos conocemos y nunca me lo dijo. Ellos nunca me lo dijeron; los otros no lo dejaron. Y entonces, bruscamente, sus sentimientos de conmiseración y desespero se trasladaron de ella a Sorak.