De una forma u otra, las niñas nacidas villichis muchas veces se convertían en seres rechazados por la sociedad. Si una sacerdotisa no las localizaba durante un peregrinaje, ellas con el tiempo acababan viajando hasta las Montañas Resonantes por su cuenta. Allí, en un elevado valle aislado, encontrarían un lugar donde su talento sería educado, guiado y desarrollado; encontrarían su propia sociedad, una que estaba dedicada al estudio, la disciplina y la contemplación. Jamás se casarían o tendrían hijos, pues las villichis nacían estériles, y la mayoría permanecía célibe.
Cuando le llegara el turno, cada una de las sacerdotisas saldría en peregrinaje para averiguar cómo iban las cosas en el mundo exterior y buscar a otras villichis. En tales ocasiones, podían aparecer a veces oportunidades para entregarse a los placeres de la carne. Varanna ni prohibía ni animaba tales actividades; en su opinión, cada sacerdotisa necesitaba la libertad de hacer su propia elección y, aunque algunas sucumbían a la curiosidad, la mayoría solía evitar la compañía masculina. Sus pensamientos no les resultaban atractivos.
Sorak era diferente. Sus pensamientos resultaban totalmente inaccesibles, incluso para Varanna, que había dedicado más de dos siglos al perfeccionamiento de las artes paranormales. Cuando las otras mujeres se enteraron de que se había aceptado a un varón dentro el convento, sus reacciones fueron casi todas negativas. La resistencia más fuerte provino de las sacerdotisas más jóvenes, a las que horrorizaba la idea de tener a un varón entre ellas, en especial a uno que era medio elfo y medio halfling.
Los varones humanos ya eran bastante malos, afirmaron, pero en los elfos no se podía confiar nunca y los halflings eran criaturas salvajes y sanguinarias que no sólo comían carne de animales sino también de humanos. Las reacciones de las sacerdotisas oscilaron desde la sorpresa y el desaliento hasta el enojo e incluso el temor. Ninguna comprendía realmente lo que significaba ser una «tribu de uno» y, al no comprenderlo, sentían miedo. Algunas llegaron a formar una delegación para elevar una protesta formal ante Varanna, una acción sin precedentes, ya que la palabra de la gran señora había sido siempre aceptada sin discusión. No obstante, Varanna se mantuvo firme. Sorak era un varón, y no era humano; pero, en cualquier otro aspecto, podría muy bien haber nacido villichi.
– Posee enormes habilidades paranormales -les explicó la gran señora-; Jamás había visto poderes tan fuertes. Tales poderes deben ser educados y desarrollados de forma adecuada. También es un proscrito, y todas sabéis lo que eso significa. Cada una de vosotras sabe lo que se siente al ser rehuida y rechazada, al ser contemplada con desconfianza e incluso temor; cada una de vosotras ha conocido el dolor de que no la quieran, de sentirse incomprendida. La primera vez que llegasteis aquí, a todas se os aceptó y se os ofreció refugio. ¿Vamos a negarle eso mismo a Sorak simplemente porque es un varón, y un elfling?
– Pero los varones sólo desean dominar a las mujeres -replicó una de las sacerdotisas jóvenes.
– Y los elfos son famosos por su doblez -dijo otra de ellas.
– Y los halflings comen carne -añadió otra más con repugnancia.
– Igual que hacen los humanos -respondió Varanna con calma-. Nosotras, las villichis, no comemos carne por elección propia, en señal de respeto y veneración hacia otros seres vivos. Sorak es sólo «un niño, y se le puede enseñar ese mismo respeto. Los elfos mienten, estafan y roban porque así es como funciona su sociedad, donde la destreza en tales cosas demuestra el talento de cada uno. Nosotras no somos así, y no es esto lo que se le enseñará a Sorak. En cuanto a las actitudes de los hombres con respecto a las mujeres, éstas no son más que el resultado de la sociedad en que crecen. Si tratáis al niño con respeto y lo aceptáis como un igual, él responderá de la misma forma.
– Pero de todos modos, señora -interpuso Kyana, la sacerdotisa elegida para presentar sus argumentos-, la simple presencia de un varón en el convento lo alterará todo. No es uno de nosotras, y jamás podrá serlo, ya que no nació villichi.
– No, eso es cierto -asintió Varanna-. En algunos aspectos, es tan diferente de nosotras como nosotras lo somos de otros humanos. Y, debido a que nacimos diferentes, la gente nos evitaba. ¿Debemos nosotras ahora tratar a Sorak de la misma forma en que nos trataron?
– La cuestión no es cómo debemos tratarlo, señora, sino cómo nos tratará él -había respondido Kyana-. Es una tribu de uno. ¿Qué se sabe sobre esta rara enfermedad? Vos misma, señora, habéis dicho que únicamente habéis conocido dos casos con anterioridad, y eso cuando erais muy joven. Ninguna de nosotras sabe de lo que puede ser capaz este elfling, puesto que no posee una mente normal. ¿Cómo sabemos que no hemos aceptado a una serpiente entre nosotras?
– ¿No posee una mente normal? -dijo Varanna, repitiendo las palabras de Kyana-. ¿Es eso lo que realmente has dicho? ¿Es que alguna de nosotras es normal? Cada una de nosotras está aquí porque otros han dicho eso mismo de nosotras. No juzgamos a la gente por su aspecto, su sexo o sus aptitudes, sino por lo que habita en sus corazones. No condenamos a nadie simplemente porque sea diferente. ¿O es que las cosas en las que creemos y predicamos sólo nos importan cuando resultan convenientes? Si rehuimos estas creencias cuando son puestas a prueba, entonces no hacemos más que burlarnos de ellas. No pienso discutir más este asunto. Vuestra es la elección; pero, si decidís expulsar a Sorak del convento, entonces tendréis que escoger también a una nueva gran señora. Prometí a la venerable pyreen dar cobijo al elfling y cuidar de él, y no pienso romper mi palabra. Si Sorak se va, yo también.
Aquello había resuelto la cuestión de la permanencia de Sorak en el convento, pero habían quedado otros problemas por resolver. Durante mucho tiempo, Sorak no habló, y Varanna no estaba segura de si el silencio se debía a que no conocía la lengua humana o al trauma sufrido. La gran señora no sabía si lo habían expulsado de una tribu elfa o halfling, y por lo tanto no estaba segura de con qué lengua había estado en contacto; pero, de improviso, Sorak empezó a tener pesadillas durante las cuales gritaba en sueños. Gritaba en lengua halfling casi siempre, lo que sugería que había pasado sus primeros años con una tribu halfling, pero de vez en cuando sus palabras eran elfas.
Cuando estaba despierto, jamás hablaba.
La venerable Al´ ' Kali había hecho mucho para que se recuperara de la lastimosa condición en que lo había encontrado, pero seguía estando débil, y sus fuerzas regresaron poco a poco. Durante las primeras semanas de estancia en el convento, Sorak permaneció con Varanna en sus aposentos privados del templo, y los repetidos intentos de la mujer por sondear su mente fracasaron siempre. O bien era «expulsada» sin cumplidos o era como si hubiera tropezado con un muro. A pesar de ello, siguió probando.
Cuando Sorak empezó a recuperar las energías, la gran señora decidió que lo mejor para él sería alojarse con las sacerdotisas; esto lo ayudaría a integrarse en la vida del convento, y acabaría con las protestas de favoritismo. No obstante, una vez más, cuando Varanna condujo a Sorak a una de las residencias, se produjeron reacciones de alarma. Las sacerdotisas no poseían habitaciones individuales o cubículos; dormían en los pisos superiores de los edificios, con los lechos alineados contra las paredes. Los pisos inferiores eran utilizados como enormes sales comunes, donde podían trabajar en sus telares o en otras manualidades, o simplemente charlar. Cuando Varanna hizo colocar un lecho en el piso superior para Sorak, las otras mujeres, en especial las más jóvenes, se alteraron bastante.