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Daba la sensación de que todos los habitantes del pueblo hubiesen decidido irse durante la comida de mediodía. Un cuarto de las casas, aproximadamente, estaba quemadas, pero esto podía atribuirse a falta de cuidado con los fuegos de las cocinas.

Sólo había una cosa que alteraba el cuadro de toda una población huida en masa. Era un poste de madera muy alto en el centro de la plaza principal. En su cúspide había una cabeza de madera tallada. La cabeza no tenía pelo y tenía unas orejas muy grandes, como abanicos, no humanas, una nariz larga y serpentina y una boca abierta de la que se proyectaban colmillos elefantinos de casi un metro de longitud. La cabeza estaba pintada de gris oscuro.

– ¡Neshgais! -dijo Ghlij-. Esa es la cabeza de un neshgai. Han dejado esto atrás como un signo de conquista.

– Si tomaron por asalto el territorio, ¿dónde están los signos de violencia? ¿Dónde están los esqueletos?

– Evidentemente, los neshgai lo limpiaron todo después -contestó Ghlij-. Son gente muy limpia. Les gusta mucho el orden y el aseo.

Ulises buscó pruebas de entierros masivos y encontró varias fosas grandes. Excavó en una y descubrió unos cien esqueletos. Todos humanos.

– Los neshgais debieron llevarse sus propios muertos a su tierra -dijo Ghlij-. Todos los neshgais están enterrados en un sitio. Un lugar muy sagrado.

– ¿Cuánto tiempo llevan aquí los vroomaws? Supongo que esto lo sabrás.

– Bueno, yo diría que unas veinte generaciones -dijo Ghlij alzando la cara.

– Eso serían unos cuatrocientos años -estimó Ulises. ¿Por qué no habría podido despetrificarse un centenar de años antes? pensó. Entonces, podría haber dado con su propio género y haberse establecido entre ellos y tener hijos. Y con su conocimiento de la tecnología, los humanos no habrían sido conquistados por los neshgai. Probablemente habría sucedido lo contrario.

Por supuesto, él estaría ya muerto, enterrado con un poste sobre su tumba y el cráneo de algún animal al ex tremo del poste. AQUÍ YACE ULISES SINGING BEAR, 1952 d. C. -10.000.000 d. C.

Durante un rato, se sintió deprimido. Dado que la tumba sería su fin inevitable, ¿a qué preocuparse tanto? ¿Por qué no regresar a la aldea wufea y establecerse allí entre los que le adoraban? En cuanto a la compañera que tan imperiosamente necesitaba…

Al cabo de una hora, se había sacudido el pesimismo. Era esencia de la vida no creer en la propia muerte, actuar como si la vida fuese eterna. Y la vida tenía que actuar también como si problemas pequeños fuesen grandes. Adoptar una actitud realista hacia vida y muerte significaba aislarse en la irrealidad. En la locura. Resultaba irónico que el único medio de mantener la cordura fuese ignorar que uno se encontraba en un mundo loco o actuar como si el mundo estuviese cuerdo.

Exploró casas y templos y luego bajó a la playa. Había una embarcación, aún sujeta a un ancha, no muy dañada. Tenía el casco muy sucio y había que reemplazar algunas tablas, pero podía arreglarse con el material que había almacenado en los muelles. Explicó a sus jefes lo que quería que hiciesen. Estos asintieron como si hubiesen entendido, pero su expresión era dudosa. Quizás estuviesen asustados.

Pensó de pronto que quizás no supiesen nada sobre navegación. En realidad, salvo los hombres murciélago y él mismo, nadie del grupo había visto nunca el mar.

– Navegar quizás os resulte extraño y aterrador al principio -dijo-. Pero podéis aprender. Puede incluso gustaros, en cuanto sepáis lo que podéis hacer y lo que no en el mar.

Aún seguían vacilantes, pero se apresuraron a cumplir sus órdenes. Estudió los mástiles y las Velas disponibles. Todas las embarcaciones y naves utilizaban aparejo redondo. Al parecer, los vroomaws no sabían de aparejos anteriores y posteriores, lo cual significaba que probablemente no supiesen virar o navegar todo a ceñir. No podía entenderlo. No había duda de que el hombre llevaba varios miles de años saliendo al mar cuando inventó las velas que le permitieron virar hacia adelante y hacia atrás. Pero una vez inventada la vela, este, hallazgo debería haber permanecido siempre en la tecnología humana. Pero no era así, lo cual significaba que se había producido un catastrófico vacío en la continuidad de los conocimientos del hombre. Debía de haberse producido un retroceso absoluto al salvajismo sin ningún contacto con los mares en por lo menos varias generaciones. Y sin que se transmitiese ninguna técnica, ni siquiera oralmente.

Eligió una gran casa para vivir y se trasladó allí con Awina y los jefes, dejando a los otros en tres casas separadas con sus subjefes. Colocaron centinelas en la puerta principal, con orden de tocar grandes tambores en la casa que había junto a la entrada si veían algo sospechoso.

Tres semanas después, estaba preparada la nave. La echaron al mar y Ulises se llevó a todos sus hombres en su primera navegación. Sus marineros habían recibido instrucciones verbales. Ahora intentaban llevar a la práctica sus nebulosos conocimientos. Estuvieron varias veces a punto de hacer volcar la embarcación. Pero, tras una semana de constante aprendizaje, se hallaron en condiciones de un largo viaje a lo largo de la costa. Ulises, además de construir e instalar un aparejo que permitía virar por delante y por detrás, también construyó e instaló un timón. Las naves de los vroomaws utilizaban grandes remos o paletas para navegar.

Bautizó el barco con el nombre de Nueva Esperanza, y un hermoso amanecer salieron hacia la tierra de los neshgai.

La costa era llana y de muy buenas playas, con sólo algunos acantilados esporádicos. El agua no era muy profunda a unos tres kilómetros de la costa y no había rocas ni cayos. Los árboles, grandes robles, sicómoros, abetos, pinos y varias especies desconocidas en la Tierra de su época, llegaban hasta cerca de la playa. Había gran cantidad de animales: corzos, antílopes, el caballo gigante de largo cuello, al que llamó girse aunque pensaba en inglés (cosa que ya muy pocas veces hacía), búfalos, inmensos animales parecidos a los lobos, focas y puercoespines.

Preguntó a Ghlij por qué no había seres inteligentes en la tierra situada entre los neshgai y los vroomaws.

– No puedo más que hacer suposiciones -contestó el hombrecillo alado-. Pero yo diría que se debe a que todos los seres inteligentes de la costa se han ido a vivir con el Árbol.

Ulises percibió el con. ¿Por que no le Ghlij hablaba como si hubiese sido una invitación, y los seres inteligentes se hubiesen trasladado a una casa con otros?

– Es más fácil vivir con el Árbol -dijo Ghlij-. Uno puede ocultarse de sus enemigos. Hay mucha comida y es fácil de obtener.

– Y snoligósteros y ratas gigantes que devoran al pescador desprevenido -replicó Ulises-. Y si en el Árbol abunda la caza, abundan también los carnívoros feroces, muchos de los cuales no rechazan la idea de comerse a un hombre. Y si una tribu puede ocultarse fácilmente, también puede ser fácilmente sorprendida una vez localizada. La espesa vegetación tiene desventajas además de ventajas.

Ghlij se encogió de hombros y sonrió con aire de superioridad.

– Cierto. Pero es bueno que mueran unos cuantos de vez en cuando, porque si no las tribus llegarían a alcanzar tal número que no habría sitio y se acabaría la comida. Deben sufrir unos cuantos por el bien de muchos. Además, no hay ninguna guerra entre los pueblos del Árbol. Al menos, no hay guerras como las de las gentes de la llanura. El Árbol cuenta a sus tribus, y cuando una tribu tiene demasiada gente, el Árbol notifica a sus vecinos que pueden hacerle la guerra. También advierte a la tribu que va a ser atacada. Entonces, los jóvenes guerreros de las dos tribus se preparan para combatir. O, a veces, durante breves períodos, se permiten ataques a los propios lugares habitados. Y se permite matar a las hembras y a las crías. Pero esto no sucede con demasiada frecuencia, y cuando pasa, es bienvenido. Las pequeñas guerras añaden emoción (y valor) a la vida.