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La noche anterior, al ir a acostarse, encontró a Karen todavía despierta. Al darle un beso de buenas noches, comprendió que ella deseaba que le hiciera el amor. Estaba tan obsesionado con el misterio del Documento R que el amor era lo que menos le interesaba en aquellos momentos. No obstante, puesto que deseaba mostrarse considerado, y, sobre todo, puesto que iba a estar ausente unos días, se entregó de buen grado. Tras varios minutos de juegos se olvidó de todas sus preocupaciones y experimentó tantos deseos como ella de abandonarse al amor. A pesar de su cuidado en no comprimirle el estómago -temía constantemente que pudiera producirse un aborto-, la unión entre ambos fue larga y apasionada, natural y mutuamente satisfactoria como jamás lo había sido con la madre de Josh -¿por qué no podía pensar en Helen, su primera esposa, más que como la madre de Josh?-, e inmediatamente después ambos se sumieron en el sueño.

Pero, al despertar por la mañana, ya no pensaba en Karen sino en el Documento R.

Mientras se dirigía al Departamento de Justicia, reflexionó acerca de la apremiante petición del coronel Baxter en el sentido de que averiguara de qué se trataba y lo diera a conocer. ¿Averiguar y dar a conocer qué? Una especie de trampa que Baxter había observado. Pero, ¿cómo hallarla? ¿Por dónde empezar? Trató de abordar el problema en forma lógica y ordenada. Para averiguar algo, tendría que empezar por algo o por alguien relacionado de un modo u otro con el fallecido coronel Noah Baxter.

Ante todo, estaban los archivos privados de Baxter. Éstos se hallaban separados de los documentos correspondientes al Departamento de Justicia, que se conservaban en los archivadores del despacho de Marion. Tendría que examinar los archivos normales y también los archivos personales del coronel.

Pensó en la tarea. Parecía muy sencilla, pero ¿dónde buscar? ¿Con qué criterio? ¿Tendría que buscar por la R en busca del Documento R? ¿Tal vez por la T del treinta y cinco y por la E de enmienda? ¿O por la S de secreto? ¿O por la P de peligro? No abrigaba muchas esperanzas de que los archivos pudieran resultarle de utilidad. El tono del mensaje de Baxter daba a entender claramente que la información en cuestión no resultaría fácilmente accesible y no se podría hallar en ningún lugar lógico.

Eso en cuanto a los documentos de Baxter. Estaban también las personas más allegadas al coroneclass="underline" los miembros de su familia, sus compañeros, sus amigos… en definitiva, cualquier persona que en determinado momento hubiera podido oírle mencionar algo llamado Documento R. ¿A quién acudir primero? La persona más adecuada parecía ser el director Vernon T. Tynan. En sus últimas palabras, Baxter no se había referido a Tynan para nada ni había puesto a nadie en guardia contra él. En realidad, parecía que hubiera querido expresar el deseo de que Collins empezara por alguien que tuviera muy a mano. ¿Habría querido Baxter que empezara por Tynan o, por el contrario, que le evitara?

Collins empezó a estudiar cautelosamente la perspectiva de Tynan. Existían dos significativos puntos a considerar. ¿Por qué el coronel no había mandado llamar a Tynan en vez de a él para comunicarle su mensaje? ¿Porque no confiaba en Tynan? No existían pruebas a este respecto. No obstante, se preguntó Collins, ¿era Tynan de fiar? El segundo punto estaba perfectamente claro. Al regresar del cementerio, él había hecho unas inocentes observaciones acerca de la última confesión de Baxter. Inmediatamente, Tynan había enviado un emisario al padre Dubinski con el fin de averiguar, al precio que fuera, incluso por medio de un chantaje, el contenido de la confesión. ¿Buscaba Tynan alguna información que no conocía? ¿O acaso deseaba averiguar si Baxter había divulgado alguna información de alta seguridad que compartía con él? En ambos casos existía la posibilidad de que Tynan conociera el significado del Documento R, en cuyo caso podría explicárselo e un colega y superior del Departamento. Tendría que acudir a verle. No obstante, Collins seguía experimentando recelos. Tendría que actuar con cautela.

Inmediatamente se le ocurrió pensar en alguien menos discutible y más de fiar, alguien que tal vez tuviera conocimiento de los secretos del coroneclass="underline" Hannah, la viuda del coronel Baxter. Por esta parte no experimentaba el menor recelo. El acceso resultaría fácil y ella se mostraría amable. Collins gozaba de las simpatías de Hannah, quien siempre había adoptado con él una actitud maternal. ¿Qué posibilidades tendría con ella? Al fin y al cabo, su matrimonio con el coronel había durado casi cuarenta años No era probable que Baxter se hubiera embarcado en algo grave sin el conocimiento de su mujer. Por otra parte, si tales hubieran sido las relaciones entre ambos, ¿por qué en su agonía el coronel no se había sincerado con ella en lugar de mandar llamar a Collins? Baxter se había limitado a utilizarla como medio para llegar hasta él. De todos modos, podía haber otra explicación. Era posible que el coronel fuera de ese tipo de personas que creen que el trabajo de hombres es asunto de hombres, sobre todo teniendo en cuenta que se trataba de un caso que afectaba a un ex secretario de Justicia y a su sucesor.

Para cuando llegó a su despacho, Chris Collins ya estaba hecho un lío sin saber a qué carta quedarse.

Se sentó junto a su escritorio y, sin prestar atención a las notas amontonadas sobre el papel secante, siguió reflexionando acerca del asunto. Cuando entró Marion con la taza de té cargado, ya había decidido por dónde iba a empezar. Comenzaría por una fuente mucho menos complicada que los seres humanos.

– Marion, los archivos del coronel Baxter ¿dónde están? -preguntó.

– Bueno, tenía dos archivadores distintos…

– Lo sé.

– La mayoría de las fichas, las principales, se encuentran en mi despacho. Después tenía un archivo personal, correspondencia particular, memorandos… en un archivador a prueba de incendios en la estancia contigua a mi despacho.

– ¿Se encuentra allí todavía?

– Oh, no. Aproximadamente un mes después de su ingreso en el hospital, este archivador fue trasladado a su casa de Georgetown.

– ¿Y allí es donde está ahora?

– Sí. Si desea usted ver algo, yo podría ir.

– No, no es necesario. Iré yo mismo.

– ¿Quiere usted que llame a la señora Baxter?

En aquel mismo instante tomó una decisión: ya sabía cuál iba a ser la primera persona a la que acudiría a ver en relación con el Documento R.

– Sí, llámala y pregúntale si esta tarde podría dedicarme unos minutos. -Cuando Marion se marchaba, Collins añadió como por casualidad:- A propósito, Marion, he estado buscando un memorando llamado Documento R. ¿Le suena a usted?

– Me temo que no -repuso ella tras reflexionar un instante: Jamás he archivado nada que se llamara así.

– Era un memorando relacionado con la Enmienda XXXV. ¿Quiere echar un vistazo a nuestros archivos?

– En seguida.

Mientras se bebía el té, Collins fue disponiendo en rápida sucesión los asuntos de la mañana. Discutió por teléfono con el subsecretario de Justicia un informe del gobierno, y después volvió a conversar por teléfono con su secretario ejecutivo acerca de una cuestión relacionada con el personal. Se reunió brevemente con el director de Información Pública, que estaba supervisando la preparación del discurso que tendría que pronunciar en Los Ángeles ante la Asociación Norteamericana de Abogacía. Despachó largo rato con el secretario de Justicia adjunto, Ed Schrader, a propósito de un caso de evasión de impuestos por parte de una sociedad, de unas detenciones que se habían llevado a cabo en el transcurso de unos disturbios en Kansas City y en Denver y de los últimos datos obtenidos acerca de la organización ilegal ALP, es decir, la Asociación pro Libertad Personal.

A mediodía su secretaria le informó acerca de dos importantes asuntos. En primer lugar, Marion había buscado en los archivos generales. Según dijo, en ellos no figuraba referencia alguna a nada que se llamara Documento R. En cierto modo, Collins no se sorprendió. En segundo lugar, le comunicó que había logrado ponerse en contacto con la señora Baxter y que ésta le recibiría gustosamente a las dos de la tarde.