Выбрать главу

– Vernon, es usted el peor hijo de puta que jamás me he echado a la cara.

Tynan siguió sonriendo.

– No creo que mis padres se mostraran de acuerdo. Si tengo algún defecto -dijo muy serio- es el de amar demasiado a mi país. Si usted tiene algún defecto, es el de amar un poco menos a su país. Y es por mi país por lo que le pido que adopte ahora una decisión.

Collins le dirigió una mirada de odio. Al final, desistió de seguir luchando, se dio por vencido, y se hundió en su asiento.

– De acuerdo -dijo con voz cansada-, usted gana. Repítamelo de nuevo… ¿qué desea exactamente que haga?

Había sido la primera vez desde que se había casado que no había deseado regresar a casa junto a su esposa.

Tras la marcha de Tynan, no había logrado seguir trabajando, pero había permanecido deliberadamente hasta muy tarde en el Departamento de Justicia porque deseaba estar solo y pensar. Se había estado debatiendo entre sentimientos contradictorios. Se había escandalizado al conocer los antecedentes de Karen. Estaba decepcionado porque ésta le había ocultado los detalles de su reciente pasado. No sabía si era culpable o inocente de la muerte de su marido (un jurado había deliberado durante cuatro días enteros y no había conseguido establecer su inocencia). Temía que resultara perjudicada ahora que Tynan estaba dispuesto a abrir de nuevo el caso.

Había tratado de rechazar la imagen que Tynan le había ofrecido de la secreta vida sexual de Karen. Las orgías de personas desnudas. La promiscuidad. La cadena de perversiones.

Collins no lo creía. Ni una sola palabra. Pero las imágenes persistían y no lograba apartarlas de su mente.

No sabía qué pensar, qué actitud adoptar con ella, cómo abordar el asunto. En su despacho no había logrado resolver estas cuestiones, y ahora, mientras introducía la llave en la cerradura de la puerta principal de su casa y la abría, todavía no las había resuelto.

Hubiera deseado evitar la confrontación, pero le constaba que sería imposible.

Al parecer, ella le había oído entrar.

– ¿Chris? -le llamó desde el comedor.

– Sí. Un momento -repuso él avanzando por el pasillo en dirección al dormitorio.

Se había quitado la corbata y estaba a punto de quitarse la camisa cuando apareció ella.

– He estado en ascuas todo el día -dijo Karen-. Desde que me has llamado he estado aguardando a que me contaras lo que ha ocurrido. He empezado a hacer el equipaje. Nos vamos a California, ¿verdad?

– No -repuso él en tono sombrío.

Ella se le estaba acercando para darle un beso. Se detuvo en seco.

– ¿No? -preguntó frunciendo el ceño y estudiándole cl rostro-. No has dimitido, ¿no es cierto?

– No, no he dimitido.

– No… no lo entiendo, Chris.

– Había escrito la carta de dimisión, pero después la he roto. Tras recibir la visita de Vernon Tynan. Al marcharse él, la he roto. He tenido que hacerlo.

– Has… has tenido que hacerlo -repitió ella-. ¿Lo has tenido que hacer por… por mí? -preguntó abatida.

– ¿Cómo lo sabes? -le preguntó él asombrado.

– Porque sabía que podría ocurrir. Sabía que Tynan haría cualquier cosa con tal de impedir que te opusieras a él. La otra noche en la cena, cuando ese escritor, Ishmael Young, dijo que Tynan llevaba a cabo investigaciones acerca de todos los que le rodeaban y lo sabía todo de las personas que rodeaban a quienes le interesan, lo comprendí, lo comprendí, sí. Comprendí que tal vez te persiguiera a ti y… me encontrara a mí. Me asusté mucho, Chris. Aquella noche, cuando estábamos a punto de dormimos, decidí, por centésima vez, contártelo todo. Tenía intención de decírtelo. Empecé a hacerlo, pero tú ya te habías dormido. Después, al día siguiente, ocurrieron otras cosas y me olvidé. Hubiera debido decírtelo. Santo cielo, qué estúpida he sido. Un secreto tan estúpido. Hubiera debido revelártelo.

– Yo hubiera debido saberlo, Karen, aunque no hubiera sido más que para poder protegerte.

– Sí, tienes razón. Pero no para protegerme a mí. Para protegerte a ti mismo. Ahora que Tynan te lo ha contado… No sé lo que Tynan te habrá contado, pero será mejor que escuches mi versión.

– Ahora no deseo escucharla, Karen. Tengo que salir de la ciudad para pronunciar un discurso. Cuando regrese de Chicago…

– No, escúchame -dijo ella acercándose más-. ¿Qué es lo que te ha dicho Tynan? ¿Que mi marido murió de un disparo en nuestro dormitorio de Fort Worth? ¿Que me habían oído decir más de una vez que ojalá se muriera? La verdad es que habíamos tenido otra terrible pelea. Una de tantas. Yo me marché y me fui a casa de mi padre. Después decidí regresar a casa, intentar una vez más hacer las paces. Y me encontré a Tom en el suelo. Muerto. No tenía ni idea de quién le había matado. Y sigo sin tenerla. Pero varias personas nos habían oído discutir y me habían oído decir a mí que ojalá se muriera. Era cierto. Lo había dicho muchas veces. Como es lógico, me acusaron. Las pruebas eran muy confusas y circunstanciales, pero teníamos a un nuevo fiscal de distrito que estaba deseoso de crearse una buena reputación. Me juzgaron. Fue un tormento espantoso. ¿Es eso lo que Tynan te ha contado? ¿Te ha contado todo eso?

– Casi todo. Ha dicho que el jurado se había declarado en desacuerdo.

– En desacuerdo -dijo ella en tono despectivo-. Once de los miembros del jurado se mostraron favorables a declararme inocente desde un principio. Sólo un hombre, el número doce, insistió durante cuatro días en considerarme culpable, hasta que los demás se dieron por vencidos. Aquel tipo lo que quería era declarar culpable a mi padre, no a mí. Supe después que mi padre le había despedido. La oficina del fiscal de distrito no quiso volver a juzgarme porque tanto las pruebas como el jurado estaban abrumadoramente de mi parte. Sabían que era inútil y me pusieron en libertad sobreseyendo el caso. Para huir de la notoriedad, dejé de utilizar mi apellido de casada y abandoné la ciudad. Me fui a trabajar a Los Ángeles, donde te conocería aproximadamente un año más tarde. Y eso es todo, Chris. No te lo había contado porque ya era agua pasada, porque ya lo había dejado atrás y yo sabía que era inocente y, al enamorarme de ti, no quise que nada empañara nuestras relaciones y te indujera a dudar. No quería que este sórdido asunto ensuciara un amor tan limpio. Deseaba empezar de nuevo. Hubiera debido decírtelo. Hubiera debido, pero no lo hice y cometí un error. -Respiró hondo.- Me alegro de que al final te hayas enterado. Ahora ya conoces toda la historia.-No toda la historia, según Tynan -dijo Collins-. Tynan ha descubierto un nuevo testigo, una mujer que afirma haberte visto de pie junto al cadáver de Rowley empuñando un arma. La testigo afirma haberte oído disparar.

– ¡Eso es mentira! Yo no lo hice. Es una auténtica mentira. Yo entré y me encontré a Tom muerto. Tom ya había sido asesinado.

Mientras la escuchaba y la observaba de cerca, Collins comprendió que estaba escuchando y observando la verdad. Pero las imágenes seguían persistiendo en su mente. Karen desnuda, Karen enloquecida en una habitación llena de hombres y mujeres desnudos. Karen entregada a toda clase de perversiones con hombres y mujeres.

– Hay otras cosas, Karen -empezó a decirle. No tenía intención de hablarle de las orgías, no quería creer en ello, pero experimentó el impulso de decírselo-. Yo no creo nada de todo ello pero tengo que decírtelo. La testigo le reveló a Tynan…

Y se lo dijo todo.

Karen se horrorizó. Cuando él terminó, pareció como si fuera a desmayarse.

– Oh, no -exclamó gimiendo-. No, no… qué mentiras tan terribles… todo inventado, todo falso. Embustes. ¿Yo, comportarme así? Tú me conoces, Chris, tú me conoces en la cama. Soy tímida, yo… Oh, Chris, no es posible que lo creas…