Don Juan me señaló las tres maneras como nos llega el intento. La más predominante es conocida por los videntes como "el intento del primer anillo de poder". Este es un intento ciego que nos llega por una casualidad. Es como si estuviéramos en su camino, o como si el intento se pusiera en el nuestro. Inevitablemente nos descubrimos atrapados en sus mallas sin tener ni el menor control de lo que nos está sucediendo.
La segunda manera es cuando el intento nos llega por su propia cuenta. Esto requiere un considerable grado de propósito, un sentido de determinación por parte nuestra. Sólo en nuestra capacidad de guerreros podemos colocarnos voluntariamente en el camino del intento; lo convocamos, por así decirlo. Don Juan me explicó que su insistencia por ser un guerrero impecable no era nada más que un esfuerzo por dejar que el intento supiera que él se está poniendo en su camino.
Don Juan decía que los guerreros llaman "poder" a este fenómeno. Así es que cuando hablan de tener poder personal, se refieren al intento que les llega voluntariamente. El resultado, me decía, puede describirse como la facilidad de encontrar nuevas soluciones, o la facilidad de afectar a la gente o a los acontecimientos. Es como si otras posibilidades, desconocidas previamente por el guerrero, de súbito se volviesen aparentes. De esta manera, un guerrero impecable nunca planea nada por adelantado, pero sus actos son tan decisivos que parece como si el guerrero hubiera calculado de antemano cada faceta de su actividad.
La tercera manera como encontramos al intento es la más rara y compleja de las tres; ocurre cuando el intento nos permite armonizar con él. Don Juan describía éste estado como el verdadero momento de poder: la culminación de los esfuerzos de toda una vida en busca de la impecabilidad. Sólo los guerreros supremos lo obtienen, y en tanto se encuentran en ese estado, el intento se deja manejar por ellos a voluntad. Es como si el intento se hubiera fundido en esos guerreros, y al hacerlo los transforma en una fuerza pura, sin preconcepciones. Los videntes llaman a este estado el "intento del segundo anillo de poder", o "voluntad".
5. El primer anillo de poder puede ser detenido mediante un bloqueo funcional de la capacidad de armar desnates.
Don Juan decía que la función de los no-haceres es crear una obstrucción en el enfoque habitual de nuestra primera atención. Los no-haceres son; en este sentido, maniobras destinadas a preparar la primera atención para el bloqueo funcional del primer anillo de poder o, en otras palabras, para la interrupción del intento.
Don Juan me explicó que este bloqueo funcional, que es el único método de utilizar sistemáticamente la capacidad latente del primer anillo de poder, representa una interrupción temporal que el benefactor crea en la capacidad de armar desnates del discípulo. Se trata de una premeditada y poderosa intrusión artificial en la primera atención, con el objeto de empujarla más allá de las apariencias que los desnates conocidos nos presentan; esta intrusión se logra interrumpiendo el intento del primer anillo de poder.
Don Juan decía que para llevar a cabo la interrupción, el benefactor trata al intento como lo que verdaderamente es: un proceso, un flujo, una corriente de energía que eventualmente puede detenerse o reorientarse. Una interrupción de esta naturaleza, sin embargo, implica una conmoción de tal magnitud que puede forzar al primer anillo de poder a detenerse del todo; una situación imposible de concebir bajo nuestras condiciones normales de vida. Nos resulta impensable que podamos desandar los pasos que tomamos al consolidar nuestra percepción, pero es factible que bajo el impacto de esa interrupción podamos colocarnos en una posición perceptual muy similar a la de nuestros comienzos, cuando los mandatos del Águila eran emanaciones que aún no imbuíamos de significado.
Don Juan decía que cualquier procedimiento que el benefactor pueda cesar para crear esta interrupción, tiene que estar íntimamente ligada con su poder personal, por tanto, un benefactor no emplea ningún proceso para manejar el intento, sino que a través de su poder personal lo mueve y lo pone al alcance del aprendiz.
En mi caso, don Juan logró el bloqueo funcional del primer anillo de poder mediante un proceso complejo, que combinaba tres, métodos: ingestión de plantas alucinogénicas, manipulación del cuerpo y maniobrar el intento mismo.
En el principio don Juan se apoyó fuertemente en la ingestión de plantas alucinogénicas, al parecer a causa de la persistencia de mi lado racional. El efecto fue tremendo, y sin embargo retardó la interrupción que se buscaba. El hecho de que las plantas fueran alucinogénicas le ofrecía a mi razón la justificación perfecta para congregar todos sus recursos disponibles para continuar ejerciendo el control. Yo estaba convencido de que podía explicar lógicamente cualquier cosa que experimentaba, junto con las inconcebibles hazañas que don Juan y don Genaro solían llevar a cabo para crear las interrupciones, como distorsiones perceptuales causadas por la ingestión de alucinógenos.
Don Juan decía que el efecto más notable de las plantas alucinogénicas era algo que cada vez que las ingería yo interpretaba como la peculiar sensación de que todo en torno a mí exudaba una sorprendente riqueza. Había colores, formas, detalles que nunca antes había presenciado. Don Juan utilizó este incremento de mi habilidad para percibir, y mediante una serie de órdenes y comentarios me forzaba a entrar en un estado de agitación nerviosa. Después manipulaba mi cuerpo y me hacía cambiar de un lado al otro de la conciencia, hasta que había creado visiones fantasmagóricas o escenas completamente reales con criaturas tridimensionales que era imposible que existieran en este mundo.
Don Juan me explicó que una vez que se rompe la relación directa entre el intento y los desnates que estamos construyendo, ésta ya nunca se puede restituir. A partir de ese momento adquirimos la habilidad de atrapar una corriente de lo que él conocía como "intento fantasma", o el intento de los desnates que no están presentes en el momento o en el lugar de la interrupción, eso es, un intento que queda a nuestra disposición a través de algún aspecto de la memoria.
Don Juan sostenía que con la interrupción del intento del primer anillo de poder nos volvemos receptivos y maleables; un nagual puede entonces introducir el intento del segundo anillo de poder. Don Juan se hallaba convencido de que los niños de cierta edad se hallan en una situación parecida de receptividad; al estar privados de intento, quedan listos para que se les imprima cualquier intento accesible a los maestros que los rodean.
Después de un periodo de ingestión continua de plantas alucinogénicas, don Juan descontinuó totalmente su uso. Sin embargo, obtuvo nuevas y aún más dramáticas interrupciones en mí manipulando mi cuerpo y haciéndome cambiar de estados de conciencia, combinando todo esto con maniobrar el intento mismo. A través de una combinación de instrucciones mesmerizantes y de comentarios apropiados, don Juan creaba una corriente de intento fantasma, y yo era conducido a experimentar los desnates comunes y corrientes como algo inimaginable. El conceptualizó todo eso como "vislumbrar la inmensidad del Águila".
Don Juan me guió magistralmente a través de incontables interrupciones de intento hasta que se convenció, como vidente, que mi cuerpo mostraba el efecto del bloqueo funcional del primer anillo de poder. Decía que podía ver una actividad desacostumbrada en mi cascarón luminoso en torno al área de los omóplatos. La describió como un hoyuelo que se había formado exactamente como si la luminosidad fuese una capa muscular contraída por un nervio.