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La mujer nagual había cruzado para salvarme. Eligio no había podido moverse porque estaba sosteniendo la apertura, y Silvio Manuel tenía sujetas a las cuatro mujeres del cabello, dos en cada mano, listo para echarlas dentro.

Supongo que todo el evento debió de transcurrir cuando menos en un cuarto de hora, pero en ese momento nunca se me ocurrió preocuparme por la gente que pudiera estar cerca del puente. De alguna manera, el tiempo parecía haberse suspendido, de la misma forma como pareció suspenderse cuando regresamos al puente en nuestro viaje a la Ciudad de México.

Silvio Manuel dijo que aunque el atentado de cruzar pareció ser un fracaso, fue un éxito absoluto. Las cuatro mueres si vieron la apertura y, a través de ella, el otro mundo; y lo que yo experimenté allí fue una verdadera sensación de la muerte.

– No hay nada primoroso o pacífico en la muerte -dijo-. Porque el verdadero terror comienza al morir, Con esa incalculable fuerza que sentiste allí, el Águila te exprimirá todos y cada uno de los aleteos de conciencia que has llegado a tener. Después, Silvio Manuel nos preparó a la Gorda y a mí para otro intento. Nos explicó que los sitios de poder en realidad eran agujeros en una especie de palo que evita que el mundo pierda su forma. Un sitio de poder es utilizado cuando uno ha congregado suficiente fuerza en la segunda atención. Nos dijo que la clave para resistir la presencia del Águila era la potencia del intento de uno. Sin intento no había nada. Me dijo que yo debía entender, puesto que yo era el único que había puesto el pie en el otro mundo, que lo que casi me había matado era mi incapacidad para cambiar mi intento. Sin embargo, él estaba confiado en que con una práctica forzada, todos nosotros llegaríamos a alargar nuestro intento. Pero no podía explicar lo que era el intento. Bromeó diciendo que sólo el nagual Juan Matus podría explicarlo…, pero no andaba por allí.

Por desgracia, el siguiente cruce no tuvo lugar, pues yo agoté mi energía. Fue una rápida y devastadora pérdida de vitalidad. De repente me encontré tan débil que me desmayé en casa de Silvio Manuel.

Le pregunté a la Gorda si acaso ella sabía lo que ocurrió después. Yo no tenía ni idea. La Gorda dijo que Silvio Manuel le dijo a todos que el Águila me había echado del grupo, y que finalmente me hallaba listo para que ellos me prepararan a llevar a cabo los designios de mi destino. Su plan era llevarme al mundo que se halla entre las líneas paralelas mientras yo estuviera sin sentido, y dejar que ese mundo me extrajera toda la energía restante e inútil de mi cuerpo. Su idea era correcta a juicio de todos sus compañeros ya que la regla indica que sólo se puede entrar allí consciente de uno mismo. Entrar sin conciencia trae la muerte, puesto que sin ella la fuerza se agota a causa de la presión física de ese mundo.

La Gorda añadió que a ella no la llevaron conmigo. Pero el nagual Juan Matus le había contado que al momento que me hallé vacío de energía vital, prácticamente muerto, todos ellos se turnaron a soplar nueva energía a mi cuerpo. En ese mundo, cualquiera que tiene fuerza puede dársela a los otros soplándosela. Siguiendo la regla me dieron su aliento en todos los lugares donde hay un punto de almacenamiento. Silvio Manuel sopló primero, después la mujer nagual. El resto de mí fue compuesto por todos los miembros del grupo del nagual Juan Matus.

Después de que todos me soplaron su energía, la mujer nagual me sacó de la niebla en casa de Silvio Manuel. Me tendió en el suelo con la cabeza hacia el Sur. La Gorda me dijo que yo parecía estar muerto. Ella y los Genaros y las tres hermanitas estaban allí. La mujer nagual les explicó que yo estaba enfermo, pero que algún día regresaría para ayudarles a encontrar la libertad, porque yo mismo no podría ser libre hasta que ellos lo hicieran. Silvio Manuel luego me dio su aliento y me hizo resucitar. Por esa razón las hermanitas y ella recordaban que él era mi amo. Silvio Manuel me llevó a mi cama y me dejó dormido, como si nada hubiera pasado. Después de que desperté me fui y no regresé. Y luego la Gorda olvidó todo porque ya nadie la volvió a empujar al lado izquierdo. Se fue a vivir al pueblo donde más tarde la encontré con los demás. El nagual Juan Matus y Genaro establecieron dos casas diferentes. Genaro se encargó de los hombres, el nagual Juan Matus cuidó a las mujeres.

Todo lo que yo recordaba era el haberme sentido deprimido y débil. Luego, perdí el conocimiento y, cuando desperté, me hallaba en perfecto control de mí mismo, efervescente, lleno de una energía extraordinaria y desacostumbrada. Mi bienestar se acabó en el momento que don Juan me dijo que tenía que dejar a la mujer nagual y a la Gorda y buscar yo solo el perfeccionamiento de mi atención, hasta el día en que pudiera regresar a ayudar a todos los aprendices. También me dijo que ni me impacientara ni me desalentara, pues el portador o la portadora de la regla se me haría presente a su debido tiempo para así revelarme mi verdadera misión.

Después ya no fui a ver a don Juan durante un largo tiempo. Cuando volví, él continuó haciéndome cambiar de la conciencia del lado derecho a la del izquierdo con dos fines: primero, para que yo pudiera continuar mi relación con sus guerreros y con la mujer nagual; y, segundo, para que él pudiera ponerme bajo el directo tutelaje de Zuleica.

Me dijo que de acuerdo con el plan maestro de Silvio Manuel, había dos tipos de instrucción para mí, uno para el lado derecho, el otro para el izquierdo. La instrucción del lado derecho pertenecía al estado de conciencia normal y su fin era conducirme a la convicción racional de que hay otro tipo de conciencia oculta en los seres humanos. Don Juan se hallaba a cargo de esta instrucción. La del lado izquierdo había sido asignada a Zuleica, estaba relacionada con el estado de conciencia acrecentada y tenía que ver exclusivamente con el manejo de la segunda atención a través del ensueño. De esa manera, cada vez que iba a México pasaba la mitad del tiempo con Zuleica, y la otra mitad con don Juan.

XIII. LA COMPLEJIDAD DEL ENSUEÑO

Don Juan, al comenzar la tarea de introducirme en la segunda atención, dijo que ya tenía bastante experiencia en entrar en ella. Silvio Manuel me había llevado justo hasta la entrada. La falla había residido en que no se me dieron los raciocinios apropiados. A los guerreros se les debe dar serias razones antes de que puedan aventurarse sin peligros en lo desconocido. Las guerreras no están sujetas a esto y pueden entrar en ello sin ningún titubeo, siempre y cuando tengan confianza total en quien las guía.

Me dijo que yo tenía que empezar primero por aprender la complejidad del ensueño. Me puso entonces bajo la supervisión de Zuleica. Me exhortó a que fuera impecable y practicara con meticulosidad todo lo que hubiera aprendido, y, sobre todo, me pidió que fuese cuidadoso y deliberado en mis acciones para que no agotara en vano mi fuerza viviente. Dijo que el prerrequisito de entrada a cualquiera de las tres fases de la atención es poseer fuerza viviente, porque sin ella los guerreros no pueden tener dirección ni propósito. Me explicó que al morir, nuestra conciencia también entra en la tercera atención, pero sólo por un instante, como una acción catártica, justo antes de que el Águila la devore.

La Gorda decía que el nagual Juan Matus hizo que cada uno de los aprendices aprendiera a ensoñar. Ella creía que a todos ellos se les había dado esta tarea al mismo tiempo que a mí. La instrucción que se les dio fue dividida también en derecha e izquierda. Dijo que el nagual y Genaro les proporcionaron instrucción del lado derecho, para el estado de conciencia normal. Cuando juzgaron que los aprendices estaban listos, el nagual los hizo cambiar a un estado de conciencia acrecentada y los dejó con sus respectivas contrapartes. Vicente le enseñó a Néstor, Silvio Manuel fue el maestro de Benigno, Genaro instruyó a Pablito, Lidia tuvo como maestra a Hermelinda, y Rosa, a Nélida. La Gorda agregó que Josefina y ella fueron puestas al cuidado de Zuleica para que juntas aprendieran los aspectos más delicados del ensoñar y así pudieran llegar a ayudarme algún día.