Después de que nos pusimos en pie, Florinda se acercó a donde yo estaba. Me tomó del brazo y caminamos por el cuarto, mientras don Juan y sus guerreros hablaban con los otros aprendices.
Me dijo que no debía permitir que los eventos de esa noche, en el puente, me confundieran. Yo no debería de creer, como creyó una vez el nagual Juan Matus, que en realidad hay una entrada física hacia el otro yo. La grieta que yo había visto simplemente era una construcción del intento de todos ellos; un intento que fue atrapado por una combinación entre la observación del nagual Juan Matus con entradas reales y el grotesco sentido del humor de Silvio Manueclass="underline" la mezcla de ambos produjo la vagina cósmica. Hasta donde ella sabía, el paso de un yo al otro no tenía características físicas. La vagina cósmica era una expresión física del poder de los hombres para mover "la rueda del tiempo".
Florinda me explicó que cuando ella o sus compañeros hablaban del tiempo, no se referían a algo que se mide con los movimientos del reloj. El tiempo es la esencia de la atención; las emanaciones del Águila están compuestas de tiempo, y, propiamente hablando, cuando uno entra en cualquier aspecto del otro yo, uno empieza a familiarizarse con el tiempo.
Florinda me aseguró que esa noche, cuando estábamos sentados en formación, ellos tuvieron su última oportunidad de ayudarnos, a mí y a los aprendices, a encarar la rueda del tiempo. Dijo que la rueda del tiempo es como un estado de conciencia acrecentada del otro yo, así como la conciencia del lado izquierdo es el estado de conciencia acrecentada del yo de todos los días. La rueda del tiempo podía describirse físicamente como un túnel de largo infinito, un túnel con surcos reflectores. Casa surco es infinito, y hay cantidades infinitas de ellos. Las criaturas vivientes están obligadas, por la fuerza de la vida, a contemplar compulsivamente uno de esos surcos. Contemplarlo significa ser atrapado por él, vivir ese surco.
Florinda aseveró que lo que los guerreros llaman voluntad pertenece a la rueda del tiempo. Es algo semejante a un tentáculo intangible que todos nosotros poseemos. Dijo que el designio final del guerrero consiste en aprender a concentrarlo en la rueda del tiempo con el fin de hacerla girar. Los guerreros que han logrado hacer girar la rueda del tiempo puede contemplar, cualquier surco y extraer de él lo que deseen, como, por ejemplo, la vagina cósmica. Ser atrapado compulsivamente en cualquier surco del tiempo implica ver las imágenes de ese surco conforme se alean. Ser libre de la fuerza fascinante de esos surcos significa que uno puede ver en cualquier dirección, ya sea cuando las imágenes se alejan o cuando se aproximan.
Florinda dejó de hablar y me abrazó. Me susurró al oído que regresaría a finalizar su instrucción algún día, cuando yo hubiese ganado la totalidad de mí mismo.
Don Juan pidió a todos que se acercaran a donde yo estaba. Me rodearon. Don Juan fue el primero en hablarme. Dijo que yo no podía ir con ellos en su viaje definitivo porque era imposible que retractara mi tarea. Bajo esas circunstancias lo único que ellos podían hacer por mí era darme sus mejores votos. Añadió que los guerreros no tienen vida propia. A partir del momento en que comprenden la naturaleza de la conciencia, dejan de ser personas y la condición humana ya no forma parte de su visión. Yo tenía un deber como guerrero y sólo eso era lo que contaba a fin de cumplir la tenebrosa tarea que me había confiado. Puesto que yo había prescindido de mi vida, ellos ya no tenían nada que decirme, salvo que debería dar lo mejor de mí. Y yo tampoco tenía nada que decirles, salvo que había comprendido y qué aceptaba mi destino.
Después, Vicente vino a mi lado. Habló muy quedamente. Dijo que el reto de un guerrero consiste en llegar a un equilibrio muy sutil de fuerzas positivas y negativas. Este reto no quiere decir que un guerrero deba de luchar por tener todo bajo su control, sino que el guerrero debe de luchar por enfrentar cualquier situación concebible, lo esperado y lo inesperado, con igual eficiencia. Ser perfecto en circunstancias perfectas es ser un guerrero de papel. Mi desafío consistía en quedarme atrás. El de ellos era irrumpir en lo desconocido. Ambos desafíos eran agobiantes. Para los guerreros, la excitación de quedarse es igual a la excitación del viaje. Ambos son los mismos, porque los dos entrañan el cumplimiento de un cargo sagrado.
El siguiente que vino a hablarme fue Silvio Manuel; dijo que a él le importaba lo práctico. Me dio una fórmula, un encantamiento para las horas en que mi tarea fuese mayor que mi fuerza; ése fue el encantamiento que me vino a la mente la primera vez que recordé a la mujer nagual.
Ya me di al poder que a mi destino rige.
No me agarro ya de nada, para así no tener nada que defender.
No tengo pensamientos, para así poder ver.
No temo ya a nada, para así poder acordarme de mí
Sereno y desprendido,
Me dejará el águila pasar a la libertad.
Me dijo que iba a revelarme una maniobra práctica de la segunda atención. Y sin más ni más se convirtió en una bola de luz, en un huevo luminoso. Volvió a su apariencia normal y repitió la transformación tres o cuatro veces. Comprendí perfectamente bien lo que hacia. No necesitaba explicármelo y sin embargo me era imposible formular en palabras lo que yo sabía.
Silvio Manuel sonrió, consciente de mi problema. Dijo que se requería una enormidad de fuerza para abandonar el intento de la vida de todos los días. El secreto que me acababa de revelar era como facilitar el abandono del intento. Para poder hacer lo que él había hecho, uno debe enfocar la atención en la superficie del cascarón luminosa.
Una vez más se volvió una bola de luz y después se me hizo obvio lo que ya sabía desde el principio. Silvio Manuel volvió los ojos y por un instante los enfocó en el punto de la segunda atención. Su cabeza estaba erguida, encarando lo que estaba delante de sí, sólo sus ojos estaban sesgados. Dijo que un guerrero debe evocar el intento. En la mirada está el secreto. Los ojos convocan el intento.
Me puse eufórico. Por fin era yo capaz de considerar algo que yo sabía sin saberlo en verdad. La razón por la que el ver parece ser visual es porque necesitamos los ojos para enfocar el intento. Don Juan y su grupo de guerreros sabían cómo usar los ojos para atrapar otros aspectos del intento y a este acto le llamaban ver. Lo que Silvio Manuel me había mostrado era la verdadera función de los ojos, los atrapadores del intento.
Utilicé entonces mis ojos premeditadamente para convocar el intento. Los concentré en el punto de la segunda atención. De repente, don Juan, sus guerreros, doña Soledad y Eligió eran huevos luminosos, pero no la Gorda, las tres hermanitas y los Genaros. Seguí moviendo la mirada de un lado al otro; entre las burbujas de luz y la gente, hasta que escuché un crujido en la base de mi cuello, y todos los que estaban en mi cuarto eran huevos, luminosos. Por un instante sentí que no podía saber quién era quién, pero luego mis ojos lograron ajustarse y sostuve dos aspectos del intento, dos imágenes al mismo tiempo. Podía ver sus cuerpos físicos y también sus luminosidades. Las dos escenas no se hallaban una encima de la otra, sino que estaban separadas, y sin embargo no podía concebir cómo. Definitivamente tenía dos canales de visión; ver estaba íntimamente unido a mis ojos y no obstante era algo independiente de ellos. Si los cerraba, aún podía ver los huevos luminosos, pero no los cuerpos físicos.